La capital del país, a penas afectada por el cataclismo, despertó con tranquilidad y asumió su rutina normal, alerta solo de la información que desde temprano en la mañana se ha ido divulgando de las zonas más golpeadas por los movimientos telúricos, que han dejado, al menos, cinco muertos.
Las labores de rescate avanzan con lentitud en la las áreas cercanas al Volcán Poás (60 kilómetros al noroeste de la capital), donde el panorama es desolador, según las primeras imágenes distribuidas por la televisión local.
La región, dedicada a la agricultura, pero de alto interés turístico, muestra casas totalmente desplomadas y los restos sepultados bajos inmensos derrumbes, bajo los que han desaparecido carreteras completas.
Acan-Efe pudo comprobar en la zona de Fraijanes, cercana al epicentro del terremoto, cómo cientos personas, familias completas, esperan en plazas y descampados, a la intemperie, la evaluación de sus casas afectadas por el temblor, antes de poder volver a refugiarse en ellas.
El nerviosismo se confunde con la tristeza ante la falta de noticias ciertas sobre el paradero de los familiares que han quedado aislados por los derrumbes, principalmente en la región de Poás y Vara Blanca.
En la zona se ha interrumpido el servicio de agua y de electricidad, además de la comunicación por telefonía fija y el paso es casi imposible para vehículos normales, por lo que decenas de personas están siendo rescatadas en helicópteros y hasta en caballos.
En las no tan lejanas ciudades de San José, Alajuela y Cartago, las de mayor población del país, la vida transcurre con normalidad y se organizan los grupos de ayuda humanitaria y de rescate con los recursos que han quedado intactos.
Los expertos reconocen que la magnitud del terremoto fue grande, pero atribuyen la resistencia de la capital y sus alrededores urbanos a la excelente calidad de las construcciones locales, que deben cumplir con un código especial acorde con la frecuente actividad sísmica del país.
El terremoto del jueves se ha considerado uno de los más fuertes registrados en Costa Rica en las últimas décadas, aunque aún queda lejos de alcanzar la intensidad récord de 7,7 grados en la escala de Richter que sacudió a los costarricenses en abril de 1991, con epicentro en la localidad atlántica de Limón.
A casi 24 horas del nuevo sismo, las cifras oficiales confirman la muerte de siete personas, 42 desaparecidos y 91 heridos en la zona cercana al epicentro del sismo, además de unas 1.244 personas aisladas, entre ellas unos 200 turistas locales y extranjeros.
No se descarta, sin embargo, modificaciones en las cifras finales de afectados, según los equipos de ayuda logren acercarse más a las zonas aisladas.
El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, evalúa personalmente, en un viaje de reconocimiento de la zona, los daños dejados por el terremoto, del que hasta el momento se han registrado unas 1.200 réplicas de menor intensidad.
El Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Oviscori) indicó hoy que el origen del sismo fue una falla local que generó un "enjambre sísmico", numerosos temblores en una zona determinada, y no está relacionado con la proximidad del epicentro con el activo Volcán Poás.
"Es poco probable que este tipo de falla provoque un aumento de la actividad volcánica en el Poás", señaló el Ovsicori, aunque sí reportaron "inestabilidades" en partes de las paredes del cráter del volcán y algunos derrumbes en sus faldas.ACAN-EFE nda/aic