Estas fueron colocadas al azar en una de dos dietas durante seis meses.
La primera, la dieta de una rata normal, consistió en alimentos no procesados, como maíz molido y harina de pescado.
Los alimentos de la segunda dieta fueron altamente procesados, eran de menor calidad e incluían sustancialmente más azúcar.
Después de sólo tres meses, los investigadores observaron una diferencia significativa en la cantidad de peso que las ratas habían adquirido: las del grupo de la dieta chatarra se habían vuelvo obesas.
Además de la obesidad, el experimento sugiere que la fatiga puede ser otra consecuencia de tener una dieta de comida chatarra.
Esto lo vieron porque en una sesión de 30 minutos de actividad, las ratas con sobrepeso tuvieron que tomar descansos que fueron casi dos veces más largos que los que tomaron las ratas más delgadas.
Además, los investigadores vieron, hacia el final del estudio, que las ratas en la dieta de comida chatarra se desarrollaron un gran número de tumores en todo el cuerpo.
Un hábito. Después de seis meses, las dietas de las ratas fueron intercambiadas.
Luego de nueve días de consumir una dieta nutritiva, las ratas con sobrepeso no habían reducido su peso ni mejorado su respuesta a la actividad física.
Tampoco las ratas delgadas que estaban comiendo la dieta chatarra tuvieron un aumento notable en su peso, ni un empeoramiento en el desempeño físico.
“Estos hallazgos sugieren que es el patrón de consumo ---no sólo el episodio ocasional--- lo que marca diferencias”, dijeron los investigadores en el sitio de la universidad.
El huevo o la gallina. En opinión del investigador Aaron Blaisdell, a las personas con sobrepeso a menudo se les estigmatiza como perezosos y se suele difundir la idea de que las personas se convierten en obesos porque son sedentarios.
“Esto es un error. Nuestros datos sugieren que la obesidad inducida por una dieta inadecuada es una de las causas ---en lugar de un efecto--- del sedentarismo”, sostuvo.