La soledad del Presidente
Don Luis Guillermo Solís no llegó virgen al año de gobierno. Se le empezó a desvencijar el andamiaje presidencial antes de empezarlo. Pareciera ir por el mismo camino de sus antecesores, es decir, que se les acaba el Gobierno en uno o dos años y la otra mitad la dedican a viajar más, a inaugurar utopías y a acicalarse con campañas de imagen.
El otro día vi al presidente en televisión y no lucía bien. Tenía ojeras. Su semblante ya no es el mismo de cuando visitaba a sus vecinos de Zapote o andaba por las calles repartiendo besos. No sonríe igual. Debe estar durmiendo mal, con sobresaltos. Se le ve taciturno. Melancólico. ¿Añorará ya su “antes” del 8 de mayo de 2014?
Y es porque el jodido poder, además de mieles, tiene hieles. Hace poco, don Luis Guillermo botó a dos embajadores uno tras otro, lerenunció un viceministro en medio de una gran comedia bufa y la semana pasada la ministra de Salud. ¿Cuántos más se le irán por inconsistencias, falta de presupuesto o desmotivación? En cambio, el ministro que debería irse, no se va.
El presidente carece de interlocutor. Don Melvin no podía serlo nunca. Sin carisma político está fregado y, encima… ¡Polémico! A la larga salve muchas almas como obispo luterano, pero las de los diputados son más duras de pelar. Las fracciones legislativas, incluyendo la del PAC, su propio partido, lo ningunean. Lo miran con recelo. Lo sienten bicho raro.
Y si con los diputados el asunto está cuesta arriba, con la opinión pública, peor. Imposible para don Melvin domesticarla. Para efectos del público, él es un personaje desteñido, sin voz ni credibilidad. Por muy religioso que sea, no tiene el ángel que su puesto actual exige. Si don Melvin cree en la justicia, pues hágale justicia a su jefe y de paso también al país.
Más grave aún; cuando el propio presidente Solís ha querido ponerle el pecho a las balas, no ha salido bien librado. La semana pasada que pretendió ante la prensa justificar sus frecuentes viajes al exterior, no le fue ni regular. Quedó mal parado, no por la viajadera en sí como por los argumentos tan jalados del pelo para defenderla.
En síntesis, el presidente Solís está solo. ¿Quién, con autoridad, hablará ahora por él? ¿Y con qué grado de autoridad? Por lo pronto no parece haber nadie a la vista. Ni siquiera sus obras pueden hablar por él porque no hay, no tiene, no se ven. Tampoco cuenta con un hombre de prensa que le sirva de escudero o, bien, de cirujano plástico presidencial. Nada de nada.
Por si fuera poco, la oposición legislativa aliada ya se le insubordinó, y la no aliada, pretende aprovecharse del río revuelto. El Frente Amplio se debate en un lío entre pasional y existencial y el PAC es un cisma con el actual presidente del directorio legislativo cuestionado y Ottón Solís aspirando a sucederlo este 1º de mayo. ¡De locos! Es como una melé en el área con todo el mundo tirando patadas para anotar o evitar el gol.
Es decir, el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo están tal para cual. No carburan entre sí. Siguen siendo un reflejo fiel de la mediocridad política actual, esa que los teóricos del poder prefieren ignorar o disimular para no afectar a la democracia aunque el país se hunda.
En resumen, al cumplir su primer añito en el poder, el presidente Solís necesita con urgencia un GPS o Guía Para Salvarse que incluya: ubicación actual exacta, pies sobre la tierra, visión de largo alcance, brújula, buenas botas para vadear la turbulencia y alguna luz en el horizonte.
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