martes, 17 de febrero de 2015

MELVIN JIMENEZ MARIN MINISTRO DE LA PRESIDENCIA EL CANCER DEL GOBIERNO ¿ HASTA CUANDO SEÑOR PRESIDENTE LUIS GUILLERMO SOLIS RIVERA ? ------ Don Luis Gui­ller­mo Solís no llegó vir­gen al año de go­bierno. Se le em­pe­zó a des­ven­ci­jar el an­da­mia­je pre­si­den­cial antes de em­pe­zar­lo. Pa­re­cie­ra ir por el mismo ca­mino de sus an­te­ce­so­res, es decir, que se les acaba el Go­bierno en uno o dos años y la otra mitad la de­di­can a via­jar más, a inau­gu­rar uto­pías y a aci­ca­lar­se con cam­pa­ñas de ima­gen. El otro día vi al pre­si­den­te en te­le­vi­sión y no lucía bien. Tenía oje­ras. Su sem­blan­te ya no es el mismo de cuan­do vi­si­ta­ba a sus ve­ci­nos de Za­po­te o an­da­ba por las ca­lles re­par­tien­do besos. No son­ríe igual. Debe estar dur­mien­do mal, con so­bre­sal­tos. Se le ve ta­ci­turno. Me­lan­có­li­co. ¿Año­ra­rá ya su “antes” del 8 de mayo de 2014? Y es por­que el jo­di­do poder, ade­más de mie­les, tiene hie­les. Hace poco, don Luis Gui­ller­mo botó a dos em­ba­ja­do­res uno tras otro, lere­nun­ció un vi­ce­mi­nis­tro en medio de una gran co­me­dia bufa y la se­ma­na pa­sa­da la mi­nis­tra de Salud. ¿Cuán­tos más se le irán por in­con­sis­ten­cias, falta de pre­su­pues­to o des­mo­ti­va­ción? En cam­bio, el mi­nis­tro que de­be­ría irse, no se va. El pre­si­den­te ca­re­ce de in­ter­lo­cu­tor. Don Mel­vin no podía serlo nunca. Sin ca­ris­ma po­lí­ti­co está fre­ga­do y, en­ci­ma… ¡Po­lé­mi­co! A la larga salve mu­chas almas como obis­po lu­te­rano, pero las de los dipu­tados son más duras de pelar. Las frac­cio­nes le­gis­la­ti­vas, in­clu­yen­do la del PAC, su pro­pio par­ti­do, lo nin­gu­nean. Lo miran con re­ce­lo. Lo sien­ten bicho raro. Y si con los dipu­tados el asun­to está cues­ta arri­ba, con la opi­nión pú­bli­ca, peor. Im­po­si­ble para don Mel­vin do­mes­ti­car­la. Para efec­tos del pú­bli­co, él es un per­so­na­je des­te­ñi­do, sin voz ni cre­di­bi­li­dad. Por muy re­li­gio­so que sea, no tiene el ángel que su pues­to ac­tual exige. Si don Mel­vin cree en la jus­ti­cia, pues há­ga­le jus­ti­cia a su jefe y de paso tam­bién al país.



La soledad del Presidente

Don Luis Gui­ller­mo Solís no llegó vir­gen al año de go­bierno. Se le em­pe­zó a des­ven­ci­jar el an­da­mia­je pre­si­den­cial antes de em­pe­zar­lo. Pa­re­cie­ra ir por el mismo ca­mino de sus an­te­ce­so­res, es decir, que se les acaba el Go­bierno en uno o dos años y la otra mitad la de­di­can a via­jar más, a inau­gu­rar uto­pías y a aci­ca­lar­se con cam­pa­ñas de ima­gen.
El otro día vi al pre­si­den­te en te­le­vi­sión y no lucía bien. Tenía oje­ras. Su sem­blan­te ya no es el mismo de cuan­do vi­si­ta­ba a sus ve­ci­nos de Za­po­te o an­da­ba por las ca­lles re­par­tien­do besos. No son­ríe igual. Debe estar dur­mien­do mal, con so­bre­sal­tos. Se le ve ta­ci­turno. Me­lan­có­li­co. ¿Año­ra­rá ya su “antes” del 8 de mayo de 2014?
Y es por­que el jo­di­do poder, ade­más de mie­les, tiene hie­les. Hace poco, don Luis Gui­ller­mo botó a dos em­ba­ja­do­res uno tras otro, lere­nun­ció un vi­ce­mi­nis­tro en medio de una gran co­me­dia bufa y la se­ma­na pa­sa­da la mi­nis­tra de Salud. ¿Cuán­tos más se le irán por in­con­sis­ten­cias, falta de pre­su­pues­to o des­mo­ti­va­ción? En cam­bio, el mi­nis­tro que de­be­ría irse, no se va.
El pre­si­den­te ca­re­ce de in­ter­lo­cu­tor. Don Mel­vin no podía serlo nunca. Sin ca­ris­ma po­lí­ti­co está fre­ga­do y, en­ci­ma… ¡Po­lé­mi­co! A la larga salve mu­chas almas como obis­po lu­te­rano, pero las de los dipu­tados son más duras de pelar. Las frac­cio­nes le­gis­la­ti­vas, in­clu­yen­do la del PAC, su pro­pio par­ti­do, lo nin­gu­nean. Lo miran con re­ce­lo. Lo sien­ten bicho raro.
Y si con los dipu­tados el asun­to está cues­ta arri­ba, con la opi­nión pú­bli­ca, peor. Im­po­si­ble para don Mel­vin do­mes­ti­car­la. Para efec­tos del pú­bli­co, él es un per­so­na­je des­te­ñi­do, sin voz ni cre­di­bi­li­dad. Por muy re­li­gio­so que sea, no tiene el ángel que su pues­to ac­tual exige. Si don Mel­vin cree en la jus­ti­cia, pues há­ga­le jus­ti­cia a su jefe y de paso tam­bién al país.
Más grave aún; cuan­do el pro­pio pre­si­den­te Solís ha que­ri­do po­ner­le el pecho a las balas, no ha sa­li­do bien li­bra­do. La se­ma­na pa­sa­da que pre­ten­dió ante la pren­sa jus­ti­fi­car sus fre­cuen­tes via­jes al ex­te­rior, no le fue ni re­gu­lar. Quedó mal pa­ra­do, no por la via­ja­de­ra en sí como por los ar­gu­men­tos tan ja­la­dos del pelo para de­fen­der­la.
En sín­te­sis, el pre­si­den­te Solís está solo. ¿Quién, con au­to­ri­dad, ha­bla­rá ahora por él? ¿Y con qué grado de au­to­ri­dad? Por lo pron­to no pa­re­ce haber nadie a la vista. Ni si­quie­ra sus obras pue­den ha­blar por él por­que no hay, no tiene, no se ven. Tam­po­co cuen­ta con un hom­bre de pren­sa que le sirva de es­cu­de­ro o, bien, de ci­ru­jano plás­ti­co pre­si­den­cial. Nada de nada.
Por si fuera poco, la opo­si­ción le­gis­la­ti­va alia­da ya se le in­su­bor­di­nó, y la no alia­da, pre­ten­de apro­ve­char­se del río re­vuel­to. El Fren­te Am­plio se de­ba­te en un lío entre pa­sio­nal y exis­ten­cial y el PAC es un cisma con el ac­tual pre­si­den­te del di­rec­to­rio le­gis­la­ti­vo cues­tio­na­do y Ottón Solís as­pi­ran­do a su­ce­der­lo este 1º de mayo. ¡De locos! Es como una melé en el área con todo el mundo ti­ran­do pa­ta­das para ano­tar o evi­tar el gol.
Es decir, el Poder Le­gis­la­ti­vo y el Poder Eje­cu­ti­vo están tal para cual. No car­bu­ran entre sí. Si­guen sien­do un re­fle­jo fiel de la me­dio­cri­dad po­lí­ti­ca ac­tual, esa que los teó­ri­cos del poder pre­fie­ren ig­no­rar o di­si­mu­lar para no afec­tar a la de­mo­cra­cia aun­que el país se hunda.
En re­su­men, al cum­plir su pri­mer añito en el poder, el pre­si­den­te Solís ne­ce­si­ta con ur­gen­cia un GPS o Guía Para Sal­var­se que in­clu­ya: ubi­ca­ción ac­tual exac­ta, pies sobre la tie­rra, vi­sión de largo al­can­ce, brú­ju­la, bue­nas botas para va­dear la tur­bu­len­cia y al­gu­na luz en el ho­ri­zon­te.
ed@​col​umni​stae​dgar​espi​noza.​com