EL golpe de estado en el hermano país de Honduras, donde los intereses económicos de los grupos mas conservadores de la sociedad, utilizando sus perros de presa, se dieron a la tarea de poner a un títere como Presidente a fin de desconocer al legítimo mandatario Zelaya, violando la legalidad por quienes estaban llamados a defenderla, en un estado de derecho: el Poder Judicial y el Parlamento, me han puesto a pensar, sobre las enormes diferencias y extraordinarias similitudes entre nuestros países.
De antemano sé, que quienes lean el artículo se preguntarán, cómo es posible que puedan sucederse ambas cosas a la vez, pero el fenómeno político como todo, está constituido por los dos aspectos contradictorios, excluyentes pero a la vez inseparables que dan origen a la unidad, como los polos de un imán.
Sobre la toma golpista, es cierto que desde hace veinte y cinco años esa práctica parecía desterrada, pero aquí aflora otra vez la contradicción, (una tendencia siempre oculta, su contraria) en detrimento de las mejores normas de la convivencia y respeto a los derechos humanos.
En la democracia costarricense, algunos incautos, los otros interesados quieren vendernos la idea de que estamos vacunados, pero recordemos que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. En lo que refiere al desconocimiento de la legalidad por parte de algunos jerarcas de instituciones de éste país, que tienen poder, pues manejan enormes presupuestos generalmente brindando servicios públicos en condición de monopolios, misma condición de los gorilas Hondureños, por lo que no extraña que estas instituciones sean socios en inversiones multimillonarias en nuestro país , ejemplo SIEPAC ( sistema de interconexión de los países de america central) y tal como decían nuestros abuelos “el que con lobos anda, aullar aprende” por lo que los “exabruptos” y me pregunto si esa calificación se corresponde con la realidad, son en el fondo, pues comparten un mismo origen y destino manifestaciones de un poder exacerbado que no tolera ninguna restricción en su ejercicio.
Recién, participando en una reunión con un alto funcionario del ICE, le hice saber que unas actuaciones de esa Institución atentaban contra la legalidad y con el mayor desparpajo, no sé si por ignorancia o cinismo, me dijo que así habían actuado durante 60 años y que no tenían porque cambiar y que esta práctica había creado una inercia institucional muy difícil de variar.
De inmediato repliqué, que eso no era cierto y su misma afirmación resultaba irresponsable, que yo comprendía la existencia de dos “ ICES” , por un lado el ICE solidario que había procurado dotar de energía eléctrica al país, a quien tanto debemos los costarricenses, sea, el ideado por don Jorge Manuel Dengo y el actual, cuyo norte es el comercio de esa energía y que no tiene empacho en brincarse la legalidad, instaurando empresas privadas en sociedad con ejércitos extranjeros para explotar y exportar nuestras riquezas energéticas, al amparo de la Ley 8660, sea la ley de la modernización de esa Institución, misma que a su vez origina en el Tratado de Libre Comercio, el que hoy es socio en la empresa supra-citada que cuenta con capital público y sin embargo es regida por el derecho privado.
Por ello los costarricenses debemos tomar conciencia que al constituirse el ICE en sociedades anónimas, por el mismo espíritu de lucro que rige el derecho comercial, que en estricta teoría, significa que el gerente, que no actué acorde con el principio fundamental de la obligación de “maximizar utilidades” podrá ser despedido, ya no es, ni puede considerarse empresa solidaria, sea, aquella presta a servir a los demás al COSTO. Por lo que cuanto mas eficiente y mas ganancias genere esta empresa y nótese que ya no quieren siquiera llamarse institución, más rápidamente nuestro patrimonio nacional terminará siendo parte de la voracidad de las transnacionales.
Por lo que como reza el adagio “cuando veas las barbas de tu vecino, arder, pon las tuyas a remojar”; es obvio que de aquel ICE, que salimos a defender en las calles, ya no quedan ni las camisetas amarillas, pues como el camaleón se la cambian a la mejor ocasión.
LIC. ALVARO FERNANDO LOPEZ BAEZ
ABOGADO