LOS PREMIOS DE INGRID BETANCOUR
Yadira Calvo
El 2 de julio, mediante una operación militar, el gobierno colombiano liberó a 15 personas prisioneras de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una agrupación terrorista que vive del narcotráfico, el terrorismo, el secuestro y la extorsión. Entre ellas había once militares, tres ciudadanos estadounidenses y la excandidata presidencial Ingrid Betancourt, que había estado secuestrada durante más de seis años.
El 12 de enero, otras dos mujeres habían sido liberadas por una misión humanitaria del gobierno venezolano y de laCruz Roja Internacional: Consuelo González, la ex candidata a la vicepresidencia de Betancourt, cautiva durante seis años y cuatro meses; y Clara Rojas, privada de su libertad durante casi seis años y separada desde hacía dos años y medio de su hijo nacido en cautiverio.
El 27 de febrero, se efectúa una segunda liberación: la del ex senador Jorge Géchem, la ex congresista Gloria Polanco (cuyo esposo fue asesinado por las FARC en 2005), el ex legislador Orlando Beltrán y el ex senador Luis Eladio Pérez. Uno de ellos había estado cautivo durante seis años, y los otros tres durante siete.
Poco más de un año antes de estas liberaciones, el policía colombiano John Frank Pinchao, secuestrado el 1 de noviembre de 1998 junto a medio centenar de agentes, se escapó de las FARC tras ocho años de cautiverio, y huyó durante diecisiete días a través de la selva. Posteriormente narró su historia en un libro, Mi fuga, publicado por Planeta, cuyas ventas han sido comparadas con las del mismo García Márquez.
No obstante las tragedias de todas estas personas, la sociedad, la publicidad, las influencias políticas o económicas, o una conjunción de todas esas fuerzas, han hecho de Ingrid Betancourt la única figura señera, antes y después de su liberación. Estando aún cautiva se la nombró “Ciudadana de Honor” de más de un millar de ciudades de más de veinte países; se le otorgó el Premio Holandés a la Resistencia, y se la nombró Presidenta de Honor del Congreso Internacional de los Partidos Verdes. Una vez liberada, siguió recibiendo importantes reconocimientos públicos: en Francia, la Legión de Honor francesa en grado de Caballero, de manos del presidente Nicolás Sarkozy; en Italia, el premio "Mujeres para la Solidaridad" y el Premio Provincia Capitale; en Viena, elWomen's World Award la declaró 'Mujer del Año 2008; y en España se le otorgó el Príncipe de Asturias a la Concordia, el más importante de todos. Según los estatutos, este premio (dotado con cincuenta mil euros y una escultura de Joan Miró) se concede a “aquella persona o institución cuya labor haya contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o a la defensa de la libertad, o que haya abierto nuevos horizontes al conocimiento o se haya destacado, también de manera extraordinaria, en la conservación y protección del patrimonio de la Humanidad”.
Aparte de los muchos méritos que tenga Ingrid Betancourt, su carrera anterior al secuestro fue meramente política, y durante el cautiverio, no parece haber realizado alguna labor significativa por estas nobles causas.Entonces, cabe preguntarse: ¿Exactamente qué hace de ella una ciudadana ejemplar? Si es por haber sufrido secuestro, ¿por qué no también Clara Rojas o Consuelo González, o John Frank Pinchao, o cualquiera de las otras personas que sufrieron situaciones parecidas? El jurado mismo nos da la clave de la respuesta: se trata de que Ingrid “personifica a todos aquellos que en el mundo están privados de libertad por la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la violencia terrorista, la corrupción y el narcotráfico”. O sea que no se la galardona por lo que haya hecho, sino por lo que representa; y el premio mismo no es sino “un mensaje de solidaridad” hacia quienes padecen lo que ella padeció. En fin que, según se deduce del acta, no se está premiando a una persona sino a un símbolo. Qué la haya convertido en símbolo, es otro cantar. Posiblemente en esto tenga que ver todo el despliegue mediático que la ha rodeado desde el principio.
Este carácter de representación se refuerza con el hecho de que la presidenta de Chile, junto con algunos parlamentarios italianos, estén postulándola para el Nobel de la Paz, literalmente, por ser "una sudamericana ejemplar que refleja todos los valores en los cuales la comunidad sudamericana debería creer y promover".
En un primer momento, tanto el Príncipe de Asturias como la posibilidad del Nobel, inducen a sentir una cierta complacencia de que se nombre o se postule a Betancourt: como mujer y como sudamericana, cumple una doble cuota entre los excluidos, por lo que con su nombre, se realiza de una ida dos mandados. Pero cuando se piensa en el carácter simbólico de que se la nimbó para justificar el premio, ya el gusto viene a menos. En vez de hechos reales de personas reales, se están reconociendo representación y reflejos. Por otra parte, si se piensa en las muchas personas que han padecido si no más, al menos tanto como Ingrid, a manos de las FARC, podríamos decir, parafraseando el refrán que “todos cardaron la lana y una sola se lleva la fama”.