Esta frase con dictados de sentencia, resume la salida de Jorge Luis Pinto como director técnico de la Selección Nacional de Fútbol.
Un hombre de fútbol exigente que construye en su entorno una edificación que se le resiste.
Y como construir ese edificio lleva su tiempo, la exigencia del maestro de obras suma malestares entre sus obreros y al final, a pesar de lo hermoso de la edificación, las hormigas que laboraron “a lo bestia”, piden la cabeza del constructor. A los empresarios, “dueños” de la propiedad no les queda más remedio que negociar con el arquitecto, su salida.
Se busca una salida armoniosa; se procura que a la hora de anunciarle a los costarricenses que el maestro de la obra no va a seguir en el proyecto no salten las diferencias, pero el arquitecto se rompe emocionalmente y habló más de la cuenta.
Jorge Luis Pinto se salió del libreto del guion pre establecido, se trepó en el ventilador, regó boñiga y sin dar nombres prácticamente no dejó títere con cabeza. Fue fácil deducir después de escuchar su verbo encendido que internamente la Selección Nacional era un infierno.
Lógicamente así y con él, no se podía seguir.
Entrar a resumir punto por punto lo que manifestó don Jorge Luis en su proclama, a estas alturas del partido no vale la pena. Sería como subirse al ventilador a la par suya.
Mejor otorgarle el mérito que le corresponde por trabajar, como lo dijo, por un año y medio durmiendo con el enemigo y a pesar de ese matrimonio roto, haber llevado a la Selección Nacional donde la llevó.
Le damos toda la razón cuando expresó que no se puede conquistar el octavo lugar en un Mundial, si no se dan las exigencias que impuso en su entorno; quizá no supo transmitirlas, pero que jamás se nos olvide que al tico no le “cuadran” ciertos ordenamientos y es reacio y rebelde al máximo esfuerzo y a la disciplina.
Quedó claro que Pinto conforme avanzó el proceso que coronó con tanto éxito en Brasil, por cada peldaño hacia la cima, cobró factura a las deslealtades que dice de los suyos, de manera que terminada la obra pidió limpiar la maleza, aniquilar a los que no comulgaron con sus procedimientos, pero a un precio muy alto, imposible de satisfacer por sus patronos.
Complacer a Pinto en sus nuevas peticiones rompía las estructuras básicas de la Federación de Fútbol; dado lo difícil de la negociación, se firmó de palabra una salida a la tica, pero don Jorge Luis se subió al ventilador.
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