Con apenas dos meses sobre la mula presidencial, a don Luis Guillermo Solís le empezaron a menear la montura como si gobernar esta vaina fuera dicha y sabrosura.
Antes de ladrarle y caerle encima al machetazo, lo más justo, creo yo, es analizar con buen candil y mejor pupila a este pobre hombre que se metió en tamaño algodonal con el voto de nosotros los labriegos pura vida.
Para empezar con muy buen juicio recordemos que hay tres tipos de gobernante a soportar: el aventurero que llega a especular, el ladronzuelo que ama lucrar y el buena gente que ignora la embarcada que se va a pegar.
Por ese lado podemos estar tranquilos de que don Luis Guillermo pertenece a esta última camada de los que de lejitos la ven guapa y pizpireta pero que, con ella a toda “rockola”, lo mejor es apagar y que ni la cola se les vea.
Pero como ya se encharcó feo y hasta las horquetas se fue, en lo que ahora está el “presi” es tanteando mejor este charral por aquello de un traspié entre el culebrero que los últimos dos gobiernos sin piedad le dejaron.
La idea es que a los cien días de este trajinar y algo patinar, don Luis Guillermo eche pa’ juera todo lo que en el andurrial se ha de encontrar y, de una vez por todas, se cure en salud y siga su travesía con el Santísimo de guía.
Lo primero que sospechamos es que entre Dioscar y ña Laura las alforjas nos pelaron, así bejuco a todos nos heredaron y ni para ir a la otra orilla, entre lodos y lagartos, panga nos dejaron.
Ya por un oído a don Luis Guillermo le soplé, con la esperanza de que por el otro jamás se le saldrá, lo que ha de hacer en este solar desolado, y lo primero es quitarse de encima el mosquero de la corrupción oficial que provoca la malandanza que de panza nos tiene.
Lo segundo es, con los impuestos ya bien puestos, socarse el chingo y llenar el arca sin que el justo peque y de recursos nos seque. El tiro no es ningún misterio aunque sí va muy en serio: dinamitar la burocracia, espantar las sagradas vacas, caerle a los mañosos que aflojar no quieren y ponerle al rico el ojo en el cerrojo.
Y ya con buen pisto y todo así de listo lo tercero es hacer, hacer y mucho hacer… Desde puentes de primera, viviendas y aulas, hospitales y alcantarillas hasta autopistas de verdad. Y servir, servir y más servir… Desde excelente educación, salud triple A y energía barata hasta seguridad pública ejemplar y ni hablar del peluquín.
Ya con esto estaríamos de sobra comidos y mejor agradecidos con un don Luis Guillermo que se podrá ir para la casa a ponerse otra vez la tenis, la camiseta y el chonete con la conciencia tranquila de un buen güila y el gran honor de todo un señor.
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