Don Luis Liberman dice que lo descalifiqué por su oficio de banquero y no es así. Resulta que él tiene dos sombreros: banquero y cabildero. Sobre el primero, nada que objetar; más bien, se le reconoce su éxito personal y patrimonial. Pero en su función de cabildeo está en deuda con el país.
Representa una generación de banqueritos criollos agremiados, influyentes y bien conectados con los partidos políticos, caracterizados por cabildear a favor de los grandes intereses de su gremio. Lograron aprobar leyes, decretos y políticas económicas que los beneficiaron en cantidades muy grandes, tan grandes, que nadie las ha podido cuantificar. Amasaron fortunas.
Fueron tan influyentes que persuadieron a los partidos tradicionales para ubicar a miembros de su clan en puestos claves: Hacienda, Banco Central, Sugef, Conassif y Supen. Puedo mencionar nombres. Esa influencia política fue reconocida por un exempleado de don Luis en Interfin que fue, nada menos, presidente del Central y ministro de Hacienda. Lograron, por ejemplo, una interpretación favorable de los gastos asociados con ingresos gravados a tasas preferenciales para ahorrar millones en impuestos. Afortunadamente, fue revertida por Tributación y hoy está en litigio.
Lograron que les rebajaran los encajes bancarios en ciertos períodos para poder prestar y lucrar más, obligando al Banco Central a absorber esos recursos e incurrir en pérdidas y afectar la inflación, que castiga a los más pobres. Lucraron con los bajos impuestos de renta a los intereses (8%) mientras que los demás mortales, incluyendo asalariados, pagaban tasas mucho más elevadas, del 15%, 25% y hasta un 30%, y pueden deducir los intereses de préstamos obtenidos de bancos del exterior ( offshores ), pero sin pagar impuestos por los intereses del exterior.
Se opusieron furiosamente a la renta mundial pues no les convenía que les gravaran los ingresos de los grandes capitales ocultos en el exterior. Lograron que entes públicos tuvieran durante algún tiempo altas tasas de interés, mayores que las de los bancos, para captar barato y ganar prestándoles al Central y Gobierno. Disfrutaron de los beneficios de las minidevaluaciones, pues traían capitales extranjeros mientras el Banco Central asumía todo el riesgo cambiario. Pero lo más grave es que captaron y prestaron mediante sus offshores sin satisfacer encajes, someterse a la Sugef, ni pagar impuestos. Toda una vida hicieron plata exenta por medio de sus offshores y, al final, tampoco pagaron nada (ni cuita), pues al ponerse viejos vendieron sus acciones a bancos extranjeros sin estar sujetos a impuestos sobre la renta. Por eso no puedo votar por él ni por doña Laura. Me lo impide la conciencia.