Ojo Crítico
politólogo
Sopretexto de que la crisis energética y alimentaria están originadas en el exterior, el Gobierno sigue como caravana empantanada: lelo, paralizado e incapaz de hallar un alivio. Ni siquiera se le ocurre proponer un plan de emergencia de unión nacional, que aporte soluciones a corto, mediano y largo plazo.
¿Qué hizo la Presidencia? Agitó anticipadamente el clima electoral cuando propuso primero como candidata a la Vicepresidenta y, luego, a un ilustre innominado y otra mujer, a mitad de gobierno y justo cuando dos crisis golpeaban al país.
La torpeza caldeó la Asamblea y complicó sus relaciones internas y con el Ejecutivo. Además, ahondó el abismo entre gobernantes y pueblo, pues las necesidades más agudas de este quedaron pospuestas. Retórica aparte, el clamor popular no parece desvelar ni al Gobierno, ni a su G-39 legislativo; y deja clara la impotencia relativa de los partidos de oposición verdadera.
Esta abdicación de responsabilidades políticas estremece y envenena al ambiente y agudiza las tensiones sociales. Hay como una cólera contenida que solo el Gobierno y el G-39 no perciben. La situación es de extrema gravedad y exige respuestas inmediatas. La última encuesta de CID-Gallup señaló cómo el alto costo de la vida y la inseguridad son las mayores preocupaciones de la gente. Un 43% de los hogares han dejado de hacer una comida al día, avalando la presunción de que hay familias que solo pueden tener una. Un 46% cree que su situación es peor que la del año pasado.
Sin embargo, en palacio la vida sigue igual. Solo preocupa cómo evadir y burlar las molestas preguntas cívicas sobre las donaciones de Taiwán, el BCIE y las consultorías, en dónde está y cuánta es la plata China invertida en bonos, etc, clamor de necios caracoles que ya alcanzó lo más alto del nido de águiles donde residen los líderes. Pero, aun así, esos reclamos no oyen porque no se quiere oír y no ven porque las miradas están perdidas detrás de una gloria que se esfuma. Allí solo se oye a los grandes negociantes y solo se vislumbran costosas obras faraónicas.
En tanto, al consumidor le aumentan cada día los precios pues los grandes especuladores se limitan a traspasarle los aumentos, sin que a ellos les merme ni un ápice su ganancia. Piense en Recope. No hay pérdida: si el dólar sube, suben los precios; si baja, los suben también; y si queda igual, pues los vuelven a subir. El pueblo, si la ensarta, pierde; y, si no, también. Por eso me temo que un día cualquiera se eleve hasta ese nido de ¿águilas, o bellos durmientes? el magma de la cólera popular acumulada.