Desde el tiempo de la formación del Estado costarricense, consustancial con nuestro ser nacional, nuestra política exterior, se ha destacado, por ser respetuoso de las ideas de otros Estados, y por supuesto de la diversa orientación ideológica de sus Gobiernos.
Hemos tenido respecto y consideración de la forma o mecanismos de nombramientos de los representantes populares, siempre y cuando sean constitucionales y democráticos. Respetuosos, hemos sido de ello, siempre igualmente considerando, con dignidad y decencia de la buena educación costarricense, a la persona que como Jefe de Estado y de Gobierno ejerce el poder de representación de un pueblo, de una nación, de un Estado.
No nos ha importado el signo ideológico que lleguen a tener los líderes de otros países. Lo compartamos o no. Podemos simpatizar o no con su credo político.
Eso es parte del principio que Costa Rica ha puesto por norte en su política exterior, la libre determinación de los pueblos. Sea, el respecto al gobierno que eligen, sea del signo ideológico que sea. Estemos o no de acuerdo con la filosofía política que profesan.
Hay principios rectores de nuestra política exterior. El respecto a los derechos humanos. La no intervención en asuntos internos en una nación.
El respecto al Gobierno que representa cualquier pueblo del mundo. Excepción de los regímenes totalitarios, electos por las armas y la fuerza. Que no es el caso del Brasil de hoy.
Pero aun así, nunca en una acción premeditada, y menos al alto nivel de Naciones Unidas, nuestras delegaciones, presididas por el propio Presidente y su Canciller, habían ejecutado tal comportamiento; que seguro estoy, no sería propio del funcionario de menor escala en el servicio exterior costarricense.
Han sido años, décadas, siglos, que Costa Rica, ha sido consistente, clara, seria, respetuosa y coherente, en mantener el principio de respecto, a la libre determinación de los pueblos y sus gobiernos.
Hemos sido tan coherente, consistentes y claros en ello, al punto de que reconocemos y respectamos gobiernos no democráticos que como en Venezuela y Nicaragua, se convierten en las dictaduras que han sido electas democráticamente y luego se consagran en gobiernos que no respetan y dominan a sus pueblos con claras violaciones a los derechos humanos; al sagrado derecho del sufragio y a los procesos democráticos constitucionales internos.
Y, aun así, nunca hemos abandonado una reunión en donde sus representantes disertaran, y mucho menos, en el significativo recinto de la Asamblea de Naciones Unidas.
El Poder Ejecutivo como un todo, compuesto por el Presidente y el Canciller, han roto, violado y mancillado el principio rector de respecto, a la soberanía de la voluntad de una nación.
Y han faltado a los mismos, en grave afrenta a quien representa a ese País. Y, a las más básica cortesía diplomática: poner atención y oír a un Jefe de Estado en la Asamblea de Naciones Unidas, más si es el que abre la sesión plenaria.
Así ha sido. Es claro .No hay malos entendidos. Al abandonar adrede el salón plenario de Naciones Unidas, con su comitiva, el Presidente y su Canciller, han tomado individualmente y personalmente una determinación, que viola, transgrede e irrespeta los valores permanentes que han sido la osamenta de nuestra política exterior. Y ofenden, sin necesidad, a Brasil.
Que mala lección de liderazgo, de maestría, de señorío, para la política exterior costarricense. Mas si tomamos en cuenta, que el Presidente Solís, el único cargo público que ha desempeñado, fue el de Director de Política Exterior, con rango de embajador, en un gobierno de su ex Partido Liberación Nacional.
Y, como ex funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, debe saber bien o haber aprendido los valores y los principios y la cultura que rigen nuestra política exterior, aspectos básicos y elementales, para no proceder como han hecho con su conducta impropia, confrontativa, afrentosa y agraviante, siendo los máximos Jerarcas del Poder Ejecutivo: Presidente y su Ministro de Relaciones Exteriores.
No conozco un caso, en el pasado reciente, en que nuestra delegación en pleno en una Asamblea de Naciones Unidas o de la OEA, haya abandonado el recinto de sesiones plenarias, al hacer uso de la palabra un representante de un Estado Soberano, estemos o no de acuerdo con su persona, su ideología, o la forma en fue electo.
¡Eso es inaudito! Y, es un crimen contra los valores y principios de nuestra praxis política, en materia de las relaciones internacionales.
Sorprendentemente, el desaguisado lo comete, nada menos que el Presidente de la Republica y su Canciller. Estos ilustres caballeros, han demostrado una descortesía, un irrespeto y un grado de incultura, que no ha sido tradición ni norma en nuestro accionar internacional. Y, por ello, se impone al menos una disculpa diplomática y una explicación al País, y al Brasil.
No escuchar, despreciar, e ignorar a un Jefe de Estado, que grave ofensa, más para un Presidente que hace funciones de Canciller y lleva el liderazgo en esos temas.
Lo hecho es un insulto a un País amigo que tiene el derecho de aplicar su orden normativo para solventar sus situaciones políticas, como en efecto realizo el Parlamento Brasileño, en la remoción de la ex presidenta Dilma Rousseff.
No interesa si el acto del nombramiento el Presidente de Brasil, fue ilegal o no. Si correspondía o no al Parlamento tal remoción. Si fue legítimo o no su nombramiento. Eso no debe hacernos reaccionar. Ni importa. Aunque hubiera existido una violación a los derechos democráticos, que no la hubo.
Importa más la reacción del Presidente y su Canciller, que con un grado de inmadurez diplomática, se levantaron de sus sillas abandonando el salón de la plenaria. Sin motivo, o consideración alguna. Al menos que tengan una razón válida que desconocemos, pero tal descortesía y vejatorio proceder, no es propio de un Presidente de Costa Rica y de un Canciller costarricense.
Interesa que se le da la palabra al Presidente de una nación, de un País con el que hemos tenido excelentes relaciones comerciales y diplomáticas. Y, que es un País amigo, aparte de que Brasil tiene un claro liderato, no solo en América Latina sino en el mundo, ocupando un lugar importante en las llamadas nuevas economías emergentes, reconocido al formar parte de varios grupos de Países de gran importancia, como el G8 Ampliado, el G20, la Alianza del Pacífico y en especial los llamados BRICS.
¡Qué craso error!, y ¡qué grave daño a Costa Rica!
El abandonar el plenario de Naciones Unidas, como si fuéramos miembros del ALBA, que no lo somos, haciendo comparsa con Ecuador, Bolivia y Venezuela, mostrando un comportamiento de unos muchachos malcriados e incultos.
No, no somos así. Costa Rica, no es así. Ni en los rincones más humildes de nuestra tierra, nuestra gente sencilla, más educada y culta, recibe y dialoga con quien no está de acuerdo. Respeta al vecino aunque pueda tener desavenencias.
O, es que hoy, esa forma culta, cortes y decente, alejada esta del Poder Ejecutivo.
Esto merece una explicación del Secretario de Relaciones Exteriores. O bien, del propio Presidente-Canciller. Pero más que ello, urge dar una disculpa diplomática a un País amigo, hermano, y líder en el mundo. Y sino la dan estos señores, yo desde ahora, si se la expreso a Brasil y a todas las naciones del mundo, representadas en la Asamblea Plenaria de Naciones Unidas.
Pidiéndoles perdón por el agravio, la desfachatez y la incultura de la acción planeada, y mostrada por la delegación costarricense en la Asamblea General, sesión plenaria de las Naciones Unidas, el día de ayer. Porque así no somos la mayoría de los costarricenses.
* Lic. Carlos Echeverría Perera. MBA, exembajador de Costa Rica.