APUNTES SOBRE LA CAMPAÑA ELECTORAL.
Humberto Vargas Carbonell
El panorama electoral comienza aclararse, solo que ahora es apenas tan claro como podría serlo una partida de ajedrez que no se ha iniciado. Las piezas están colocadas pero los contendientes apenas se acercan a las mesas en que se realizará el juego.
Está claro que los contendientes son muchos y diversos. Cada uno con su sueño; en mayoría de los casos cargados de ambiciones pero sin estrategias claras.
Es evidente la carencia de ideas, la chatez intelectual colectiva de los partidos que pretenden la presidencia; más no se prejuzga sobre las dotes intelectuales de los candidatos. No es cuestión de hacer tests de inteligencia sino de examinar los programas para la solución de los grandes problemas nacionales.
El país puede compararse con un barquichuelo a la deriva, sin timonel y no sería errado decir también que sin timón y navegando no precisamente en un mar tranquilo. ¿Si esta nave naufraga que camino les quedará a los náufragos para salvarse? Estamos seguros de que serán salvos pero que no podrán abrigarse en las mismas playas de hoy, dominadas por la corrupción, la ineficiencia, la mediocridad, la desvergüenza y entreguismo.
La raíz de los mayores problemas del país es resultado de la entrega de la soberanía nacional, es decir, de la incapacidad para decidir sobre los asuntos nacionales con soluciones realmente nacionales. A los oligarcas, que en esencia son apátridas, les importan muy poco o nada los intereses nacionales. Su patria son sus cajas fuertes o sus cuentas bancarias. La amalgama maldita de burgueses sin raíces nacionales y de monopolios imperialistas, es el patógeno que nos ha hundido en el foso de la más brutal injusticia social.
Nunca antes los pobres fueron tan pobres ni los ricos tan ricos. Este es el meollo del problema. Cuando hay gente sin una alimentación adecuada, sin atención médica pronta y eficiente, sin educación gratuita y de calidad, sin otros servicios básicos, podemos afirmar que las ambiciones desmedidas, la corrupción y el entreguismo han rasgado el tejido social. Ante una situación así solo tenemos una alternativa: ser esclavos o rebeldes cargados de indignación y con sed de justicia. Los parches demagógicos solo pueden entenderse como complicidad con la maldad que ha penetrado toda la estructura social. La lucha por la justicia social y por la dignidad nacional es la base del auténtico humanismo.
El punto de arranque para la construcción de la nueva Costa Rica que el pueblo trabajador anhela, comienza por el rompimiento las cadenas de la dependencia que privilegia los intereses imperiales ante las necesidades urgentes de los nacidos en nuestro propio suelo.
Las carlancas que obstaculizan un desarrollo auténticamente nacional son los compromisos convertidos en normas jurídicas y con rango superior a la ley. Hablamos principalmente de los tratados de libre comercio y de los programas de ajuste estructural. Cuando se repite que la soberanía reside en el pueblo, se está mintiendo porque este pueblo está sometido a normas invariables para beneficio de aquellos que nos explotan. Frente a ellos los diputados y también los magistrados sin impotentes, por más que muchos de esas señores y señores disfruten con placer desmedido de su propia impotencia. Se complacen en ser la cola del león y con ello estar muy cerca de la más apestosa función fisiológica.
El Partido Vanguardia Popular que, por esta vez, está al margen de las elecciones pero no de la política, ha publicado una CARTA ABIERTA dirigida a todo el pueblo acompañada por un programa de lucha por las reivindicaciones más urgentes para los trabajadores y para todo el pueblo.
El primer punto de ese programa dice los siguiente: “1.- RECUPERACION DE LA SOBERANÍA NACIONAL. Esta significa, en primer lugar, la denuncia del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos, con la Unión Europea (en el que se permite la movilidad laboral, con lo que se perjudica a nuestros profesionales) y de los Programas de Ajuste Estructural (PAES I-II Y III). Así como de cualquier otro compromiso que impida a los costarricenses decidir libremente sobre su modelo económico y político. Obligar a todas las representaciones diplomáticas a someterse estrictamente a las normas de la Convención de Viena y a otros instrumentos jurídicos que garantizan a los Estados contra la intromisión extranjera.
“Rechazar cualquier intromisión de carácter imperialista, en primer lugar las que practica el imperialismo de los Estados Unidos.
Impedir que la lucha contra el narcotráfico y el blanqueo de capitales sirva, como está ocurriendo, para intervenir en decisiones políticas, económicas y financieras propias de los costarricenses”.
La esencia de este planteamiento del PVP se expresa en dos elementos principales, uno jurídico y otro de moral pública. En cuanto al primero es necesario recordar que el artículo que el artículo 7 de la Constitución Política establece que “Los tratados públicos, los convenios internacionales y los concordatos, debidamente aprobados por la Asamblea Legislativa, tendrán desde su promulgación o desde el día que ellos designen, autoridad superior a las leyes”.
En cuanto al elemento ético es necesario subrayar (más valdría decir gritar) que el elemento fundamental de la moral pública es el patriotismo, es decir el sano nacionalismo.
El amor a la patria anda perdido en los entresijos del neoliberalismo. Nos referimos no al pueblo humilde sino a los beneficiarios del mayor mal padecido por nuestra sociedad en toda su historia.
El neoliberalismo no es resultado de la evolución histórica, es una imposición de los imperialistas y de los oligarcas criollos, un modelo de explotación absolutamente salvaje y del rompimiento definitivo de la solidaridad humana. Es la dialéctica del desarrollo social: conforme más irracional se muestra el modo capitalista de producción más brutales se hacen las clases dominantes. Los grandes capitales no renuncian a ningún camino para garantizarse su sobrevivencia. Bastaría dar una rápida ojeada a los que ocurre en medio de la crisis económica que sufren Estados Unidos y los países de la Unión Europea. Hambre y desamparo para los trabajadores y los grupos medios y enriquecimiento para los banqueros y los grandes millonarios.
Ningún programa de reformas en favor del pueblo será creíble sino es franca y valientemente antineoliberal, es decir, anticapitalista. De otra manera será parte de una simple competencia demagógica, de eso que llaman marketing político, es decir, el arte de engañar a los electores con los mismos métodos con que se engaña a los consumidores. Tanto en uno como en el otro caso se tipifica una verdadera estafa.
No se puede olvidar que don Rodrigo Carazo hizo una resistencia firme y patriótica a los intentos del FMI y del gobierno de los Estados Unidos de imponernos sus designios. El Presidente pagó un alto precio político, pero estamos seguros de que llegará el momento de reconocer sus indudables méritos.
El PLN, con la complicidad permanente de la oposición burguesa, impuso el neoliberalismo a la sociedad costarricense. Con justa razón el pueblo bautizó esa mancuerna con un nombre claramente descriptivo: “un monstruo con dos cabezas”.
En el Gobierno de Monge Alvarez, entre muchos otros males, se aprobó el PAE I, durante el ejercicio de Oscar Arias se aprobó el PAE II y el PAE III durante el cuatrienio de José María Olsen. Cuando Oscar Arias logró consolidar su golpe político se le cayó al PLN la máscara de socialdemócrata que nunca se le ajustó adecuadamente. Todo fue un negocio para usufructuar las dadivas de los “socialistas” europeos, actores del fenómeno más escandaloso de corrupción política; pasaron de ser socialistas de mentirillas a inseparables serviles de las oligarquías y del imperialismo.
La segunda e ilegitima presidencia de Oscar Arias fue el momento del neoliberalismo desbordado y enloquecido. Los gobiernos que lo precedieron jugaron el rol de la cuadrilla que prepara al matador para dar muerte al toro. Arias se lanzó con su enorme cachera y voluntad de matar contra las mejores tradiciones costarricenses.
Se esforzó en destruir todo el sector estatal de la economía nacional y pasar a su propio peculio o al de sus iguales los oligarcas, todo lo que se había construido gracias al esfuerzo de los trabajadores.
Dejó a la CCSS social en las tablas, usando métodos tan perversos como aumentar su planilla en once mil nuevos salarios, buena parte ellos pagados a simples botellas. El peón de la destrucción fue un notable burócrata, Eduardo Dorian. Su gestión fue tan bien valorada que le dieron después la tarea de destruir al ICE.
Arias destruyó al Consejo Nacional de producción. Sustituyó a los campesinos productores por comerciantes especuladores y banqueros.
Entregaron instituciones como el INS, consolidaron el monopolio bancario privado, se entregó los servicios telefónicos a gentuza como Carlos Slim y a los socios españoles de Telefónica.
En la misma medida en que se debilitaba la Caja crecían los vampiros de la medicina privada.
Arias Sánchez contra la ley y contra toda la sociedad declaró de “utilidad pública” la minería a cielo abierto. Buen amigo de Infinito ha de haber sido.
Ilegalmente usufructuaron en su gobierno fondos del BCIE para aupar a su clientela política.
Los Arias, como muchos otros jerarcas, debían estar, cuando menos, sentados ante un juez penal, pero están blindados contra la ley por un Ministerio Público de vergüenza nacional.
No se trata ahora de examinar en detalle la gestión de los hermanos Arias. Esta es una tarea pendiente.
Doña Laura no sirve porque no sirve, pero también hay que entender que es la heredera de más tres décadas de desastre neoliberal. Y si el nuevo gobierno sigue la misma línea será aún peor. Un nuevo triunfo electoral del PLN será un castigo del “dios de las naciones”, como se suele decir. Pero si fuera otro el vencedor y su triunfo sirviera para resucitar el bipartidismo, recaería sobre este pueblo la peor de las desgracias. Al pensar en esa posibilidad se vienen a la memoria la relación de la dictadura de Somoza y los partidos bien llamados zancudos puesto que eran aptos únicamente para chupar.
La responsabilidad de la ausencia de una oposición sólida ha de recaer por aquellos que hicieron imposible una coalición de partidos.
Sin ninguna vanagloria debo decir que desde el primer día sostuve que no habría ninguna coalición, que ningún grupo estaba dispuesto a renunciar a algo que pudiera significar un sacrificio. No es difícil ver y hasta adivinar algunas conductas, sobre todo para alguien que como yo que la falta de talentos la puede sustituir con la experiencia de una vida excesivamente larga.
Debo confesar que de algunos de estos grupos tengo muy mala opinión, sus ambiciones electoreras son más grandes que su propia fuerza.
Se olvidaron que nunca antes fue tan necesaria una coalición de partidos y de organizaciones progresistas orientadas por un programa resueltamente antineoliberal.
El caso del PAC tiene otra connotación. Desde su fundación el PAC, bajo la dirección de don Otón Solís ha sido la expresión de lo que podríamos llamar un “neoliberacionismo”. Cuando esta orientación comenzó a resquebrajarse Otón Solís y Alberto Cañas renunciaron a sus puestos dirigentes y a cualquier posibilidad de ser candidatos. Su reacción, según decían, era la respuesta a los “izquierdistas” y gais que se habían apoderado de su partido. Homofóbicos y cavernícolas.
En la minúscula “convención abierta” del PAC resultó vencedor Luis Guillermo Solís. Nadie puede negar que el resultado fue sorpresivo, pero logró encender el entusiasmo de aquellos líderes hasta ese momento en retiro. Todos saben que me refiero a don Alberto Cañas y don Otón Solís. El señor Solís antes tan retraído y circunspecto, el 31 de julio, al declararse vencedor a don Luis Guillermo, publicó en La Nación un largo artículo con el título TERMINÓ LA TRANSICIÓN EN EL PAC. La primera frase: “Terminó la época de la transición. Hoy el PAC en don Luis Guillermo Solís tiene una nueva cara con la máxima transición y la máxima responsabilidad”. ¿Cómo entender la frase? Pareciera que se trata de eliminar a los que no eran del gusto de don Otón.
Por otra parte, en la misma fecha, pero en el diario La República, don Alberto Cañas dice “He tenido que esperar muchos días, para que completara un insoportablemente lento conteo de votos antes de expresar la enorme satisfacción con que he recibido el resultado de la convención realizada por el Partido Acción Ciudadana para escoger su candidato presidencial para el año entrante”. Luego, sin mencionarlo, le dedica algunas parrafadas ofensivas al parecer contra el señor Mendoza.
El contenido de ambos artículos se puede interpretar en sentido de que el PAC piensa deshacerse ahora o después de las elecciones de algunos de sus principales cuadros de hoy, posiblemente la mayor parte de su fracción parlamentaria.
Este fenómeno me parece que confirma la idea de que el PAC se fundó como un partido neoliberacionista. Esta ideología, si es que así se le puede llamar, tuvo algunos pequeños quebrantos. Ahora el liderazgo de Solís parece ser la gran oportunidad de retornar a la concepción primigenia. ¿Es esa la transición de que habla don Otón Solís?
El PAC fue un intento de formar una versión liberacionista acompañada de una hábil retórica contra la corrupción. Nunca fue más allá y ahí se quedará.
Así vemos el panorama electoral.
Pronto daremos a conocer con más detalles la posición del Partido Vanguardia Popular.