domingo, 2 de agosto de 2009

“Hugo Chávez aspira a crear una guerra”



Honduras y Nicaragua son el laboratorio donde el presidente venezolano, aupado por sus petrodólares, ensaya la posibilidad de un proyecto bélico, afirma este experto en temas internacionales. Los dos países componen una región delicadamente volátil que le daría a Chávez la “credencial de batalla” que lo posicione “como la reencarnación del Bolívar que él dice ser”, explica Maradiaga

En palabras de Félix Maradiaga (Matagalpa, 1976) al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, le pican las manos por lanzarse a un proyecto bélico que dé legitimidad a la figura de revolucionario que él mismo trata de vender. Y encontró en la crisis hondureña el escenario perfecto para, al menos, ensayar esa posibilidad.

Para Maradiaga, tanto a Chávez como a su socio Daniel Ortega, no les interesa una salida negociada a la crisis, ya sea a través de la OEA o aceptando el Acuerdo de San José, auspiciado por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, “porque implicaría que esa OEA tan criticada por Chávez y por Ortega, sigue siendo un organismo funcional”. ¿Qué esperan entonces los socios del ALBA? “Decir que la OEA no logró restituir a Zelaya y por tanto abre las puertas a que sean otras entidades las que logren la recuperación”.

Y es ahí donde Chávez intentaría probar su poder. Para eso cuenta con el perfecto conejillo de indias: Manuel Zelaya, un tipo “radical” que actúa más bajo “presión de sus patrocinadores que por determinación propia”. Zelaya, atrincherado en la frontera y organizando sus grupos de “milicianos”, parece estar más interesado en agravar la crisis que en buscar una solución pacífica. “Manuel Zelaya no es una víctima, es un provocador”, dice en esta entrevista Maradiaga, catedrático de temas internacionales, con maestría en la Universidad de Harvard, recientemente becado por la Universidad de Yale y premiado por el Foro Económico Mundial.

::: Hay dos grupos muy bien atrincherados en sus posiciones sobre la crisis de Honduras: el Gobierno de facto que habla de una sucesión constitucional y el presidente depuesto, Manuel Zelaya, que habla de golpe de Estado, ¿cuál de las dos partes tiene la razón?

A mi criterio, la toma del poder de un modo repentino y violento es un golpe de Estado. Un politólogo muy conocido, que es la principal referencia teórica sobre el tema, Samuel Finer, que tiene un libro que se llama “The Men on the Horseback”, dice que los golpes de Estado están caracterizados por la presión que los militares ejerzan sobre las autoridades políticas para que las autoridades políticas asuman el poder. En este caso fueron los estamentos políticos los que tomaron la decisión de deponer al presidente Zelaya y los militares son únicamente los ejecutores de una decisión que se tomó en el estamento político. Esa decisión fue ejecutada de una forma torpe: no es necesario teorizar para concluir que agarrar a un presidente en medio de la noche, llevarlo en pijama a otro país, es un atropello no sólo a las leyes, sino al sentido común.

Sin lugar a dudas, Zelaya no es una víctima, es un provocador. Hay claramente documentados casos que muestran que desde mayo se empieza a dar una batalla jurídica por frenar el proceso de la “cuarta urna”. Si asumimos como legítima esa cronología de las acciones de la Corte Suprema, el presidente Zelaya tuvo suficientes oportunidades para acatar las órdenes del Tribunal Supremo y evitar llegar a esa ruptura.

::: Pero una vez ejecutado el golpe, el Congreso destituyó a Zelaya. ¿Esto no pudo hacerse antes? ¿No cree que existían otras vías más que el golpe?

Sí había posibilidades de mediar, y aquí entra la parte más sospechosa, la que me levanta más suspicacias y que algunas voces han comenzado a señalarlas, como Mario Vargas Llosa. Cuando uno analiza las actuaciones de Zelaya en frío, te levantan sospechas de si realmente esto fue un acto provocado bajo la asesoría, posiblemente, del presidente Hugo Chávez.

::: ¿Habla de un autogolpe?

Sería demasiado arriesgado especular que Zelaya conscientemente provocó su salida, creo que él nunca calculó que podría llegar a este punto. Lo que sí creo que queda claro cuando uno hace un análisis frío de la situación, es que Zelaya estaba consciente de su bajísima popularidad, de las probabilidades muy bajas del éxito del proceso de la “cuarta urna” y de la posición de las Fuerzas Armadas, que en ningún momento acataron el proceso y expresaron claramente su rechazo a éste. En ciencia política siempre hay una premisa, y es que en toda acción política hay un incentivo, de lo contrario serían acciones irracionales que están fuera de la política. Entonces, ¿cuál es la razón de Zeyala para presionar a esos niveles? Yo creo que sus cálculos políticos eran elevar la temperatura del conflicto en Honduras para justificar la intervención política, muchísimo más agresiva, del ALBA; o para justificar algunas acciones de reformas aceleradas del sistema político hondureño, al estilo del modelo bolivariano. Zelaya nunca pensó que se le iba a salir de las manos. Yo creo que ésta es una crisis provocada indudablemente por Zelaya.

::: Pero Honduras ya era un país que formaba parte de esa iniciativa impulsada por Chávez.

La adhesión al ALBA es una adhesión formal a un convenio de cooperación. Ser parte del ALBA no se traduce automáticamente en una reforma al sistema político. Ante todo, el ALBA es un sistema de cooperación -o por lo menos así lo quieren presentar- cuyo propósito es dar una alternativa de intercambio, en el marco de la capacidad petrolera venezolana, a los modelos de cooperación tradicionales, sobre todo de los tratados de libre comercio. El hecho de que te suscribás al ALBA no implica que tenés ganada la campaña política de sustituir un sistema tradicional presidencialista por un sistema hiper-presidencial bajo el modelo bolivariano. Me refiero a una excesiva acumulación de poder en la Presidencia de la República, excesivo control de la Presidencia sobre la sociedad, bajo un modelo claramente identificado como el Socialismo del Siglo XXI, que a mi criterio muy poco tiene que ver con socialismo; y una alianza político-estratégica coordinada por Venezuela. Cuando digo político-estratégica implica también una dimensión en el ámbito militar, y aquí entramos a la discusión de fondo, que es que en Honduras, más que en cualquier parte del ALBA, las Fuerzas Armadas nunca se prestaron a esa colaboración. La salida de Zelaya podía ser, como yo lo veo, una forma de generar presión para sustituir mandos militares más conservadores bajo la aspiración de que podía colocar militares de su confianza y acelerar el proceso de colaboración. Naturalmente nunca esperó el respaldo unánime del Tribunal Supremo y del Congreso a la autoridad del general Romero Vásquez como Jefe de las Fuerzas Armadas.

::: ¿Entonces se puede interpretar la crisis de Honduras como una derrota del chavismo en la región?

Fue una victoria pírrica de la derecha, porque el proceso se le escapa de las manos y convierten a un presidente con bajísima popularidad, con un respaldo popular casi invisible, en una víctima. Vimos la respuesta desmesurada de la OEA, en el sentido de que con muy buena intensión de condenar desde el principio un golpe de Estado, no da la oportunidad de escuchar la otra versión y expulsa de inmediato a Honduras. Es una victoria pírrica porque si bien se da una expulsión física del presidente Zelaya, generaron una plataforma política para él, y estoy seguro que eso es lo último que querían las fuerzas opositoras al Gobierno de Zelaya.

::: ¿Una plataforma política para qué?

Cuando uno pone la BBC, CNN, Univisión, encontrás a Zelaya insistiendo en que las fuerzas conservadores en Honduras son irrespetuosas de la democracia, creando la percepción de que tenés en Honduras una derecha recalcitrante, ortodoxa, que cree todavía en los golpes de Estado. No creo que sea así. Creo que se ha satanizado al estamento político hondureño antizelayista, pero lamentablemente ésa es la consecuencia de un acto mal calculado. Especulemos: si Zelaya nunca hubiera sido sacado, ¿aparacería en la BBC? ¿Cuándo viste a la BBC dedicándole tanto tiempo? ¡Es una cuestión impresionante! Una plataforma para un presidente que prácticamente era invisible.

::: ¿Eso garantizaría el regreso al poder de un Zelaya más fortalecido?

No, lo dudo. Un retorno de Zelaya está dentro de la gama de probabilidades, aunque con una probabilidad bajísima, casi nula. Un retorno con mayor fuerza lo veo imposible, por algunas razones: la baja popularidad de Zelaya, está también su búsqueda de reingreso a Honduras, que ha sido de unas formas que lo han dejado en ridículo. Me parece a mí que dentro de la ideología de la izquierda latinoamericana, la actitud de Zelaya frente a su deposición, no es la que asociás con un transformador revolucionario. El otro hecho es que la comunidad internacional no previó la firmeza del Gobierno de facto hondureño, lo que, como pudimos ver en el Acuerdo de San José, replantea una posición frente a la situación, ya no de un retorno sin condiciones, sino un retorno condicionado.

::: ¿Qué consecuencias tiene esta crisis para la estabilidad de la región?

Creo que el caso hondureño es un campanazo de alerta para las democracias latinoamericanas. Habíamos casi descartado la posibilidad de una sustitución violenta de un presidente a través de las Fuerzas Armadas. Había una aceptación de que América Latina en su conjunto, y América Central en particular, había avanzado un peldaño en su institucionalización democrática, la consolidación a la que se refiere Samuel Huntington cuando habla de las olas de democratización. Sin embargo, este campanazo de alerta establece alarmas en varios sentidos: cuando no hay vías de escape institucional para procesos de cambio radical que quieren ser forzados aun contra la disposición de las mayorías, siempre va a existir una alternativa de reversión a esos cambios en la que no se descarta el golpe de Estado. Pero también ha quedado claramente evidenciado que la comunidad internacional no está dispuesta a aceptar sustituciones de esta vía, por mucha legitimidad de los argumentos. La sustitución de Zelaya puede ser legítima, pero no fue legal. El sistema interamericano ha tomado una posición legalista frente a esta situación, lo que invita a quienes están en los procesos de contrapeso a las actitudes expansionistas de Chávez, a repensar su estrategia.

::: ¿Este modelo del Socialismo del Siglo XXI puede ser un catalizador del descontento de ciertos sectores sociales, que puede desencadenar en más hechos de violencia?

Totalmente de acuerdo. El relativo éxito del avance del modelo chavista en algunos países de América Latina es fundamentalmente el resultado del descontento de estos sectores, porque no es un proyecto consecuente ideológicamente. El modelo chavista ideológicamente es algo que se parece más al fascismo. Te voy a dar un dato: durante todo el 2007 la cooperación venezolana fue un gran misterio. En enero de 2008 decía Ortega que eran 358 millones de dólares, hace un mes el Banco Central publica un par de páginas en las que dice que es ayuda venezolana, que en más del 90 por ciento está catalogada, por el Banco Central, como ayuda al sector privado, cuando clásicamente el modelo socialista ha hablado del fortalecimiento del Estado para que pueda responder ante las necesidades de la ciudadanía. El modelo chavista, como se ha demostrado a través del ALBA, está promoviendo la creación de estructuras privadas, como Caruna, que están generando una enorme riqueza. ¿Entonces dónde está la premisa clásica de la creación de un Estado fuerte? La propuesta bolivariana está creando un enriquecimiento extraordinario de estas llamadas organizaciones intermediarias.

::: ¿A qué viene esa comparación del modelo chavista con el fascismo?

A América Latina siempre han venido tarde todas las corrientes ideológicas, sobre todo a Centroamérica y el Caribe. Aquí vino el modelo tropicalizado del marxismo-leninismo, cuando ya era claro su fracaso en Europa. Cuando queremos clasificar el fascismo, vemos que algunos autores clásicos que se han dedicado a estudiarlo se refieren a él, y abro comillas, como una expresión de dominación política totalitaria y revolucionaria, guiada por el objeto central de subordinar y transformar la sociedad a través de la captura del Estado y el monopolio del poder desde un régimen Estado-partido, guiado por un caudillo carismático que se atribuye la virtud de interpretar casi metafísicamente las aspiraciones y voluntades del pueblo, es decir, “el pueblo soy yo”.

Dentro del concepto fascista no existe oposición, sino enemigos. El fascismo establece que hay que pactar con las fuerzas más conservadoras del país, como la Iglesia o los partidos tradicionales, pero hacerlo subordinado a ese caudillo central. El fascismo descalifica la mayoría del voto, porque esa mayoría no necesariamente encarga a una élite iluminada, al caudillo que interpreta la voluntad del pueblo. Mussolini decía que siempre que un fascista llega al poder, debe redenominar el término democracia. Desde el punto de vista filosófico-político, el fascismo no considera como legítima ninguna oposición nacional, porque toda oposición nacional es rebelión a la patria y al nacionalismo, y por tanto es delgada de fuerzas políticas extranjeras.

::: Parece una descripción de la Nicaragua actual.

Cualquier similitud es pura coincidencia. Lo que quiero demostrar es que el modelo chavista es fundamentalmente un modelo de fascismo, más que de socialismo.

::: Volvamos a Zelaya. ¿Por qué cree que Zelaya no ha entrado a Honduras?

Claramente percibió que no tenía el respaldo popular que intuía. No hay que negar que hubo bloques de las Fuerzas Armadas que evitaron presencia de ciudadanos hondureños que querían manifestarse, pero a pesar de ello, estos bloques no fueron de la magnitud que se pudo haber esperado. Lo otro lo atribuyo al temor. Me parece a mí que su lenguaje corporal indicaba claramente que no tenía la voluntad de entrar a toda consecuencia, porque si lo hubiera querido hacer, lo hace. Lo que me lleva a especular que las acciones que Zelaya está tomando en este momento, son más presión de sus patrocinadores que una determinación propia.

::: ¿Cree que no tiene interés en entrar a Honduras?

Interés sí tiene, no sé qué término puedo utilizar... lo que no tiene es...

::: ¿Agallas?

Posiblemente agallas, pero quiero ser menos brusco. Me parece que lo que no tiene es la voluntad de asumir cualquier consecuencia. Me parece a mí que sería mucho más legítimo entrar a Honduras y dejarse arrestar, elevar la temperatura y obligar a que la OEA o el Departamento de Estado tomen acciones. Zelaya argumenta que eso sería un baño de sangre y debemos darle el beneficio de la duda de que quizá tiene le legítima voluntad de evitar un baño de sangre. Pero si esa voluntad fuera cierta, no estaría en la actitud provocadora con la que lo hemos visto.

::: Zelaya habla de crear milicias para entrar a Honduras. ¿Qué consecuencias tiene esto en una zona en la que hubo enfrentamientos feroces entre la Contra y el Ejército Sandinista?

Ése es el tema de fondo de la actitud de Zelaya, que no está desprendida de la actitud de Ortega. Me parece que eso agrava la crisis y aleja la posibilidad de una salida pacífica. Zelaya, con estas acciones patrocinadas por Ortega, lo que está haciendo es alejando a las partes de una posibilidad de solución. Es una actitud provocadora, un cerillo en una zona altamente volátil, por las emociones, por las heridas abiertas que hay y por la polarización política. Me parece que cualquier actitud, sea de Ortega o de cualquier otro político nicaragüense, que no vaya en la dirección de promover una salida pacífica, crea las condiciones para algo que podemos lamentar.

::: ¿Cómo ve el manejo que el presidente Ortega ha hecho de esta crisis?

Ha sido un manejo torpe. Pero además de torpe ha sido intencionalmente agresivo. Ortega, y Chávez por extensión, lo que menos quiere es una salida pacífica a la crisis por las vías del sistema interamericano, porque implicaría que esa OEA tan criticada por Chávez y por Ortega, sigue siendo un organismo funcional. ¿Qué esperan? Decir que la OEA no logró restituir a Zelaya y por tanto abre las puertas a que sean otras entidades las que logren la recuperación.

::: ¿Habla de la posibilidad de una guerra para lograr ese fin?

Yo creo que está dentro de las aspiraciones de Chávez. Él tiene un enorme complejo: se presenta como un líder carismático revolucionario, pero nunca ha peleado una guerra exitosa. En el golpe de Estado que él dio, fue arrestado y, contrario a la mística revolucionaria, decidió no tirar un sólo tiro. Cuando a él le dieron un golpe de Estado ni siquiera intentó ser la sombra de Allende, él mismo se entregó. Chávez es un teniente coronel que en su vida ha tenido una credencial de batalla, que lo posicione como la reencarnación del Bolívar que él dice ser. Y me parece que le pican las manos por buscar una oportunidad.

::: ¿Honduras-Nicaragua son el laboratorio de Chávez para un enfrentamiento bélico patrocinado por Venezuela?

Creo que está dentro de las posibilidades. Desde el punto de vista del análisis prospectivo de conflictos, no se puede descartar. Es una probabilidad que desafortunadamente existe porque Ortega ha creado las condiciones.

::: ¿Qué soluciones hay para la crisis?

Esta crisis tiene solución en la medida que el presidente Zelaya ponga de primer lugar el interés de la nación más que su obstinado interés de querer buscar una solución en los términos que exige. No quiero insinuar que renuncie a su deseo de regresar, pero que entienda que para encontrar una salida a la crisis no puede tener un doble discurso en el que acepte entrar a una mediación y por otra parte mantiene un discurso provocador. Se está dejando llevar por los malos consejos de Chávez y Ortega, que no quieren salida institucional a la crisis. Los actores internacionales, por otro lado, deben jugar un papel distensionador. Concretamente me refiero a Ortega, Chávez y Estados Unidos. Y, finalmente, flexibilidad del sistema interamericano, en el sentido de que ha habido una sobre reacción sobre Honduras. El sistema debe entender que el Gobierno de facto, el Tribunal y el Congreso, tienen mucho que decir. Si esas características se cumplen, se abren puertas para una salida negociada.

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