martes, 4 de agosto de 2009

Por qué Rolando Araya Javier Solís*

ROLANDO ARAYA MONGE EN LA OFICINA DE LA VOZ DEL PUEBLO


Escazú, 1 de agosto de 2009

Mi querido amigo Rolando:

En realidad no es ésta una carta de amigo. Es el pensamiento en voz alta de un ciudadano. Con ella quiero decirme a mí mismo y a los que les importe, por qué me parece que tu incursión de ahora en la lucha política ha de ser la todos lo costarricenses.

Lo que más tengo que agradecerte es tu decisión de levantar el ánimo de este pequeño pueblo del que formamos parte; tu palabra que convoca a la esperanza, a la fe, a la solidaridad; tu apelo al alma profunda de los costarricenses, a su fuerza moral, a su capacidad de cambio; tu recurso a lo más noble de su historia, a su visión de futuro. No hay promesas ni mentiras ni sobornos ni consignas falsas ni poses de redentor ni soluciones fáciles ni cálculos cómodos. Sólo una convocatoria a la lucha por una sociedad superior. Sí, llegó la hora en que todos debemos cambiar.

Los que hemos recorrido el itinerario del pueblo costarricense en los últimos cincuenta años y hemos participado en distintos frentes de lucha, con derrotas o triunfos, con errores o aciertos, con luces o sombras -no quiero aquí hacer el inventario- , nos vemos sorprendidos hoy por el cinismo en la conducción de la cosa pública. El estado ha quedado reducido a un medio de acumulación de la riqueza producida por todos en manos de unos pocos. Lo que antes se llamaba “opinión pública” se ha plasmado en un “memorándum” que consagra la manipulación y el engaño de las conciencias, el chantaje y la negación de la verdad. Con el agravante de que haya periódicos y periodistas que se ufanan de ello. El patrimonio nacional es enajenado y entregado sin el menor pudor ni disimulo a corporaciones cuyo único fin es contar ganancias. La vida, el trabajo, el hogar, el amor o el acceso al conocimiento han dejado de ser valores. La lógica del mercado los ha eliminado. El mercado es la única ley de la vida.

Esos mismos viejos vemos horrorizados cómo esa ley ha hecho de nuestros jóvenes, de las generaciones que nos vienen a la zaga, sus víctimas selectas. Sólo ha podido presentarles un mundo de comodidades y placeres, pero ganadas con la avaricia, con la destrucción del ambiente, con la renuncia a sus afectos, con las técnicas del “márquetin”, sin nobleza, sin compasión, sin “ágape”, sin humanismo, sin compromiso personal ni comunitario.

En ese panorama desolador, que la Biblia llama “calamidad”, tu voz comenzó a ser distinta. No nos vamos a resignar a una derrota. En medio de la política desprestigiada, de los partidos sin credibilidad, de los gobernantes mentirosos y corruptos, de las corporaciones sedientas sólo de dividendos a cualquier costo, de los ejecutivos que cobran por ganancias ficticias, aún del dinero de los contribuyentes, como está sucediendo en la actual crisis financiera, has tenido la valentía de proponer luchar por otro mundo.

No te faltarán detractores que te acusen de ambición personal. Son los de siempre, los incapaces de cambiar. Son lo que no ven la marcha del mundo. Ni siquiera la de los Estados Unidos del presidente Barack Obama. Son los incapaces de abrazarse a los demás para caminar juntos. Son los actores del egoísmo. Has dejado atrás a la política como juego de vanidades o de cumplimiento de un sueño de niño predestinado o caprichoso. Ha quedado atrás la política como una bella quijotada o una ocurrencia vanidosa.

Desde ya tenés no sólo adversarios sino enemigos. Tienen mucho dinero, son dueños del poder del estado, controlan los medios de información y comunicación. Ninguno de ellos te va a facilitar la acción proselitista. Todo lo contrario: usarán las armas más innobles, mentirosas, vulgares y bajas para derrotarte. Ya sabemos de qué son capaces los patronos del poder y del dinero: de hacer guerras, de inventar expedientes, de torturar, de desconocer los derechos humanos, de espiar y desconocer la libertad ciudadana. Son capaces de aliarse con el narcotráfico, como lo hicieron en Centroamérica y lo hacen hoy en Colombia y en México. Acaban de reeditar en Honduras los que creíamos pasados golpes militares, con el agravante, de que encontraron compañeros de ruta en la SIP, en comentaristas, en obispos, en funcionarios usamericanos, y hasta en mediadores de oficio. Y son capaces de comprar periódicos y periodistas que editorialicen en su favor.

Habrá también escépticos de la primera, la segunda y la tercera hora. Y habrá de todas las horas. Unos porque creen estar ellos solos en control de la salida. Otros porque no quieren correr riesgos ni poner en peligro su comodidad. Hablan de cambio, pero no quieren “ensuciarse” asumiendo compromisos políticos. Gustan de las iglesias -o sectas- seguras y se acomodan en su sillón esperando el ministerio, la diputación, la embajada o la presidencia ejecutiva que ellos creen merecer.

No te faltará el rechazo de los que se creen en control de la certificación del proyecto popular, del patriotismo o incluso de la revolución. Ponen etiquetas y se autoproclaman representantes de no sabemos qué pueblo, porque sobran los dedos de las manos para contar a sus seguidores. Son fachadas solamente para reclamar un puesto. No hay que tenerles miedo. Menos a los que son alentados desde las tiendas del poder como oposición. No representan para éste ningún riesgo. Son más de lo mismo.

Disponés de un enorme saber y de una afinada práctica en la política internacional de las últimas décadas. Las ciencias sociales, incluyendo la economía, han dejado atrás cualquier sectarismo ideológico, cualquier etiqueta reduccionista y panfletaria.

Pero por muy hermoso moralmente que pueda parecer tu gesto, tiene que ser eficaz. No queda mucho tiempo para asegurarse un triunfo. Pero tenemos el suficiente. Hay un millón de costarricenses adultos alarmados y en búsqueda de un cambio, el cambio de todos. Pero han de ser alumbrados, fortalecidos, motivados, convertidos, movilizados y organizados. Les tiene que llegar la palabra del despertar, la consigna de la organización, la asignación del puesto de lucha. Para que ese millón se ponga en marcha hay que echar mano de nuevas formas de cohesión y acción colectiva, nuevos mecanismos de asumir el costo necesario de la campaña, nuevas maneras de conducción democrática.

Gracias de nuevo y a la orden.

Javier Solís

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