¿Qué es un cónclave?
El martes inicia el cónclave papal en la Capilla Sixtina; la fumata que saldrá de la chimenea anunciará el resultado: negra si no se han logrado los votos requeridos y blanca si ha sido electo el nuevo pontífice
Santa Sede.- El cónclave que se reunirá la próxima semana en el Vaticano es una asamblea de cardenales regida por reglas muy estrictas, durante la cual los purpurados se aíslan del mundo exterior para evitar presiones hasta haber elegido a un nuevo papa.
La palabra "cónclave" viene del latín, "cum clavis", y significa precisamente "bajo llave".
El sistema de encerrar a los purpurados tiene vigencia desde el Concilio Lyon II (1274).
La semana próxima, 115 cardenales de menos de 80 años de los 117 que componen el cuerpo electoral (un indonesio y un británico no participarán) se encerrarán en el recinto de la ciudad del Vaticano, declarado zona de Cónclave.
Previamente, todo el colegio cardenalicio, incluidos los mayores de 80 años, habrán celebrado las llamadas congregaciones o asambleas para debatir sobre el estado de la Iglesia y definir el perfil del sucesor de Benedicto XVI, tras su histórica renuncia el 28 de febrero.
El nuevo papa será elegido en una de las votaciones que se llevarán a cabo en la Capilla Sixtina.
Durante la duración del Cónclave, los cardenales tendrán prohibido todo tipo de comunicación con el exterior, sin teléfono ni computadoras. No podrán enviar por ende mensajes electrónicos ni alimentar sus cuentas en las redes sociales.
El Vaticano ordenó incluso una limpieza electrónica para detectar cualquier posible mecanismo transmisor o receptor camuflado en el ámbito de la clausura y colocó un aparato que restringe las señales de radio dentro de la Capilla Sixtina y las áreas próximas a ella.
Al comienzo del cónclave, los cardenales harán un juramento de silencio. Además de los purpurados, todo el personal de servicio que tiene acceso a ellos deberá jurar que mantendrá el secreto sobre todo cuanto tenga relación con las reuniones, so pena de excomunión.
El cónclave comenzará con una misa votiva "Pro eligendo papa", tras la cual los cardenales se dirigirán en procesión hasta la Capilla Sixtina, lugar de la elección, cantando el "Veni Crator " para invocar la asistencia del Espíritu Santo, según la Constitución Apostólica.
Allá, el maestro de ceremonias pronuncia el "Extra omnes!" ("Fuera todos", ordenando que salgan aquellos que no tengan nada que ver con la elección).
Las puertas se cierran y quedan bajo la protección de Guardias Suizos.
Para ser elegido, un cardenal necesitará una mayoría de dos tercios, es decir de 77 votos. El voto es secreto. Los cardenales no tienen derecho a abstenerse ni a votar por sí mismos.
En la Capilla Sixtina se celebrarán dos votaciones matutinas y dos vespertinas. Dos veces al día, una después de cada tanda, las papeletas se queman. El color de la fumata o humareda que saldrá de la chimenea anuncia al mundo el resultado: negra si no se han logrado los votos requeridos y blanca si se ha elegido Papa.
En los tres últimos cónclaves (dos en 1978 y otro en 2005), para desesperación de los periodistas, el sistema no funcionó correctamente y el humo que debía ser blanco se ha visto gris. En la última de estas ocasiones se incorporó una estufa auxiliar con el propósito de quemar productos químicos que tiñeran claramente el humo de uno u otro color, aunque tampoco tuvo demasiado éxito.
Un repique a fiesta de las campanas de San Pedro se sumará al anuncio del evento, y así todo será más claro para la prensa y los millones de católicos que seguirán el evento.
Si después del tercer día ningún candidato logra el mínimo requerido, la Constitución establece una pausa de 24 horas, que se dedicará "a la oración, al coloquio (...) y a una breve exhortación espiritual".
Si se producen otras siete votaciones inútiles, se hará otra pausa de un día.
El último acto del Cónclave es la pregunta que hacen tres cardenales al elegido: "¿Aceptas tu elección a Sumo Pontífice?" A la respuesta afirmativa, seguirá otra pregunta "¿Quo nomine vis vocari?", "¿Cómo quieres ser llamado?"
Tras ser congratulado por los cardenales, el sucesor del Papa alemán, que podrá elegir libremente su nombre, se dirigirá a una pequeña habitación contigua donde lo esperan tres hábitos papales (de tallas pequeña, mediana y grande) para vestirse. Suele ser llamada la "Sala de las lágrimas", ya que parece que todos los elegidos, sin excepción, lloran allí en relativa intimidad ante la magnitud de la responsabilidad que acaban de asumir.
Acto seguido, se asoma al balcón de la basílica de San Pedro después de que el protodiácono, en este caso el cardenal francés Jean Louis Tauran, haya anunciado al pueblo de fieles: "¡Habemus papam!" para ser presentado a la multitud congregada en la gigantesca plaza de San Pedro en el Vaticano.