¡A mí no me engaña nadie!» No esté tan seguro. Según Mila Cahue, psicóloga experta en parejas del centro Álava Reyes, «todo depende de la habilidad del manipulador para ocultar la verdad, mucho más que del observador o "víctima" para detectar que se está produciendo un engaño». «Muchos conocemos a alguien que ha terminado en un calabozo por una denuncia falsa, a otras que se han quedado endeudadas de por vida por pagos que no tienen nada que ver con ellas, a las que han visto sus familias destrozadas por la cizaña de un enredador, y a las que confían cada día en los psicólogos para que les ayudemos a salir del infierno del chantaje...», relata. La mejor vacuna, prosigue, «no es pensar que a uno no le pueden engañar, si no pensar que todos podemos ser vulnerables, que tenemos puntos débiles, que hay momentos en la vida en los que uno flaquea y que es por esos frentes más débiles por los que suelen colarse las alimañas. La persona más fuerte es el que sabe reconocer e identificar su propia vulnerabilidad para poder protegerla y así protegerse ellos», explica Cahue. Porque si bien podemos ser vulnerables en cierto momento, también es posible, continua esta experta en su último libro «Amor del Bueno» (JdeJ Editores), prestar algo más de atención a una serie de circunstancias que nos pueden poner sobre la pista de con qué tipo de persona estamos realmente:
1. Desconfiar si alguien al poco tiempo de conocernos nos dice que está locamente enamorado de nosotros, que nos quiere, que somos la persona que siempre había estado buscando o esperando, que llora de la emoción, a lágrima viva, por haber encontrado a su media naranja. «Aunque nos duela, lamentamos decir que... es mentira», asegura Cahue. «Si nos conoce, no puede querernos. Podremos gustarle mucho, muchísimo, pero querer es otra cosa». También podría tratarse de alguien impulsivo que estaría cometiendo la imprudencia de decirlo cuando todavía no puede saberlo, prosigue. «Tanto si se trata de un manipulador como de un imprudente, nuestra sugerencia es dar un paso atrás y tomarnos el tiempo que necesitemos», aconseja.
2. Desconfiar si alguien tiene prisa, mucha prisa, por irse a vivir a nuestra casa, por que adquiramos compromisos, por presentarnos a su familia, por que todo el mundo sepa cuanto antes que somos pareja. La prisa sirve para ejercer presión y que tomemos decisiones sin tiempo para reflexionarlas. Serán decisiones que nos perjudiquen. El manipulador siempre saldrá indemne.
3. Desconfiar si se nos encoge el estómago como en otras ocasiones de riesgo. «Es al forma que tiene el cerebro de indicarnos que pr ahí, no. Que hay algo que no le gusta. Que miremos un poquito más», advierte esta psicóloga.
4. Desconfiar si empezamos a responsabilizarnos de su vida, de su trabajo, de sus hijos, de sus amigos... o peor aún, de sus contratos, de sus papeles legales. «Dejemos que se haga cargo de sus asuntos propios», sugiere Cahue.
5. Desconfiar si nos pide dinero o si empieza a vivir a nuestra costa. «Lo hará muy hábilmente, no lo olvidemos. Nos habrá tocado la fibra sensible y casi, casi, no nos podremos negar... Desconfiar también si con el paso de los años no sabemos lo que gana, ni tenemos acceso a la cuenta de ambos, mientras que todo lo nuestro está a su disposición y conocimiento», recuerda.
6. Desconfiar si solamente nos cuenta historias de lo mala que ha sido la gente en su vida: sus padres, sus amigos, sus ex parejas... ellos, que son tan buenos y encantadores,j son expertos en simular emociones. De hecho, continua esta psicóloga, «lo bordan. Ningúnactor es capaz de hacerlo mejor. Pero todo es falso. El victimismo tan solo pretende hacer que nos compadezcamos de él. Si a ciertas edades no sabe dejar de lloriquear y resolver su vida, ni dejar de apuntar culpables, no nos convirtamos en su super héroe, pues acabaremos engullidos bajo las fauces de un dragón insaciable. Y, además, muy probablemente sean cuentos inventados. Más bien al contrario. Todas esas personas que han pasado por su vida, casi con seguridad, hayan sido tan buena gente como nosotros. El manipulador se ceba especialmente con la gente íntegra», concluye esta psicóloga.
7. Desconfiar si somos personas responsables y honestas, y vemos que el otro no lo es tanto: si es algo informal, despistado o se nos escabulle en algunas ocasiones con excusas. «Este individuo sabe que, una vez que nos hemos comprometido, que hemos puesto nuestra palabra en la relación, iremos hasta el final, como hace la gente de bien. Pero por una vez en la vida, donde dijimos "digo", podemos decir "Diego". No hay compromiso válido cuando hay engaño», propone.
8. Desconfiar si su familia está encantada con la relación. «Normalmente existe un patrón familiar de ocultación de su verdadera personalidad. Están deseando que alguien "pique ya", se lo lleve y se responsabilice de sus asuntos morales y legales, pues ellos llevan ya haciéndolo muchos años, demasiados», apunta.
9. Desconfiar si le pillamos en alguna mentirijilla. «No suelen ser piadosas, sino la versión mini de las enormes trolas que nos está contando. Probablemente nos demos cuenta de que no existen cuando ya estemos demasiado involucrados en la relación».
10. Desconfiar cuando algún día descubramos una mirada extraña, un gesto enloquecido, y lo justifiquemos y lo defendamos y lo obviemos ante nosotros y los demás. «Nos están utilizando y esto es solo la punta del iceberg, el vello de la patita, el preludio de unapelícula de terror con quien, hacia muy poco, era un sueño hecho realidad», concluye Cahue.
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