Ocean. Guillermo Quirós Alvarez
Las inundaciones urbanas y rurales del 21 de julio, en diversas áreas del valle central, son producto de una realidad de la que venimos hablando décadas atrás: el Cambio Climático. Ya llegamos a ese momento crucial en la historia de la humanidad, que bien llaman algunos científicos EL ANTROPOCENO. O sea, la edad geológica del planeta tierra, donde la acción del hombre ha modificado de forma irreversible el comportamiento del Gran Ecosistema que es nuestro único y común hogar.
Por un lado, la acumulación excesiva de energía térmica, a consecuencia del efecto invernadero provocado por los gases derivados de la industria, de la combustión del petróleo y de la actividad agropecuaria desmedida; induce profundas diferencias de densidad y temperatura en las capas de la atmósfera, que causan granizadas y lluvias torrenciales, cada año más frecuentes, las cuales acumulan en un corto tiempo grandes volúmenes de precipitación, en áreas geográficas relativamente pequeñas.
Como consecuencia, se produce una escorrentía excesiva, derivada desde zonas urbanizadas, en las cuales techos, patios de cemento y aceras han sustituido la vegetación original, impermeabilizando los suelos e impidiendo a la naturaleza respirar; y con ello, absorber la lluvia que cae como bendición para los seres vivos del planeta. Buena parte del exceso de esta escorrentía, antes penetraba los acuíferos subterráneos y daba agua fresca a las comunidades del oeste del Valle, o bien se profundizaba más y alimentaba los acuíferos de la zona costera. Pero en 20 ó 30 años esa agua no existirá, pues le hemos lanzado a las cuencas de los ríos, cortando las venas internas de nuestra MADRE TIERRA.
La planificación errónea de los gobiernos locales, se ha unido a las “presiones habituales” de las empresas urbanizadoras “todo terreno”, construyendo viviendas en laderas, cauces de ríos y áreas protegidas, sin reservar al menos entre 10 y 50 metros más allá de los cauces naturales, tal como exige la ley forestal vigente. Este desarrollo desordenado le impide a los cauces naturales tener la “elasticidad” adecuada para lograr que los ajustes del planeta al Cambio Climático puedan irse asimilando por los ecosistemas terrestres. Realmente constituimos en las arterias de la Tierra, los “triglicéridos” que impiden el ajuste a la vejez y a los excesos. Uno de los elementos para llamar a esta: la edad geológica del antropoceno.
Irónicamente, hemos observado como el partido político gobernante, cada cuatro años –sin faltar el TLC- de forma irresponsable regala láminas de techo y madera, para mejoras de las mismas casitas humildes que ayer se llevo el río en aquellos barrios marginales donde los votos deciden las elecciones, alentando así su propia desgracia y lamento. Tales acciones, propias de los miopes y corruptos, no hacen más que acentuar los desastres naturales que cada día más dinero costarán a nuestro país, cuya causa como en este caso, es también la falta de probidad en la gestión pública.
Pero todos somos co-responsables de esta desgracia de nuestros hermanos que viven en esas laderas y cauces de ríos. Primero, por el silencio cómplice y el apoyo político “a los mismos”. Segundo, porque seguimos vertiendo las aguas llovidas a las calles, de allí van las quebradas, luego a los ríos y de aquí a provocar hoy el desastre y mañana la muerte. Olvidamos que tan simple como distribuir las aguas en el jardín, es suficiente esfuerzo para mitigar esta grave consecuencia, que demandará miles de millones a los municipios al oeste del valle central o simplemente, aguas abajo de nuestro barrio.
Olvidamos también que hemos sustituido la superficie verde del Valle, por asfalto, concreto y “zinc”, aumentando el albedo y contribuyendo a incrementar la radiación infrarroja en la atmósfera y con ello, al calentamiento global. Da pena ver desde el espacio, como se mira nuestra área metropolitana de color gris-plateado, reflejando así la radiación. Una solución tan simple como pintar nuestros techos de verde musgo, reducir el ancho de las aceras, levantar “planchés”, sustituirlos por ladrillos con agujeros, construir solo el 50% del lote; son medidas a nuestro alcance para permitir a nuestra MADRE TIERRA respirar por sus poros. Con medidas tan simples, le daríamos la oportunidad al planeta de recargar acuíferos y decenas de años a nuestros hermanos del oeste y de la bajura para vivir con una calidad de vida a la cual tienen también derecho.
Ojalá que las nuevas autoridades nacionales y municipales se tomen con seriedad su trabajo y apliquen solución a la verdadera génesis de los problemas ambientales de nuestro país. Estamos cansados de la politiquería oportunista, que conduce a daños irreversibles a los más valiosos recursos naturales del país.
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