martes, 18 de agosto de 2009

VIENTOS DE GUERRA EN AMERICA DEL SUR



Chávez y los vientos de guerra

Rogelio Alaniz

Chávez reclama una gran movilización continental en contra de Colombia, pero fundamentalmente en contra del imperialismo yanqui. Su retórica es ampulosa, exagerada, maratónica, vulgar y, por sobre todas las cosas, poco creíble. Chávez necesita, para ejercer su poder, inventar enemigos. Todos los regímenes autoritarios y totalitarios de la historia lo han necesitado. Esos enemigos pueden ser los yanquis, los judíos o los colombianos. Los nombres varían, pero en general sus destinatarios son quienes están identificados con las sociedades liberales y democráticas.

En este punto no hay que llamarse a engaño. Para estos regímenes, el enemigo es la democracia y las sociedades abiertas. La libertad, la autonomía individual, entendida como valor a proteger y sostener es siempre sospechosa. También lo son los derechos humanos, salvo cuando se los puede manipular para criticar los abusos del capitalismo sin decir una palabra sobre los abusos de los regímenes populistas y autoritarios que apoyan o reproducen internamente.

A tales enemigos tales amigos. Chávez privilegia su amistad con Cuba, con Correa, Morales y Ortega. Expresa una solidaridad sin límites con Manuel Zelaya, manifestando una preocupación por el Estado de Derecho que nunca ha tenido en el orden interno. Al respecto, resulta interesante escuchar las bravatas de Chávez sobre el golpe de Estado en Honduras; tan interesante como su silencio cuando Zelaya pretendía violar la Constitución, programando una reforma que asegurara su permanencia en el poder en términos no muy diferentes a los que maquinó Chávez en Venezuela.

Chávez no disimula su amistad con el gobierno de los Kirchner, una amistad rara, sinuosa, pero en cualquier caso muy interesada, sobre todo si se tienen en cuenta episodios como los protagonizados por Antonini con su célebre valija, o los préstamos de Venezuela a la Argentina con tasas de interés que transforman al FMI en una orden de Carmelitas Descalzas.

No concluyen allí las amistades de Chávez. Sus relaciones con las dictaduras teocráticas musulmanas son carnales; su amistad con el régimen totalitario de Corea del Norte es manifiesta y sus compromiso con el régimen de Putin es cada vez más consistente, sobre todo en lo que se refiere a la compra de armas. Como se podrá apreciar, a la hora de elegir amigos extracontinentales, Chávez nunca se equivoca.

Lo interesante es que mientras tanto ha exacerbado las contradicciones con los yanquis, en un tiempo en que la presencia de Estados Unidos en la región es débil. Para Chávez, las diferencias entre Bush y Obama son inexistentes y, en el mejor de los casos, expresan contradicciones menores de lo que considera sin eufemismos el imperio del Mal.

De todos modos, no deja de resultar curioso que la retórica antiyanqui haya crecido cuando por razones, si se quiere internacionales, ya en los tiempos de Bush la presencia política del imperio en lo que se consideraba su patio trasero se había debilitado. Quienes consideran al imperio del norte el enemigo de la humanidad, deberían preguntarse por qué en las ultimas décadas gobiernos de centro izquierda, con expresiones concretas y manifiestas de enfrentamiento con Estados Unidos, llegaron al poder sin que se aplicara la política de las cañoneras, el desembarco de los marines o la estrategia del célebre garrote .

A esta pregunta no es fácil ni interesante responderla, porque pondría en evidencia la falacia de una hipótesis que pudo haber tenido cierto rasgo de actualidad en tiempos de la Guerra Fría, pero que hoy ha perdido vigencia, no porque Estados Unidos haya dejado de ser una gran potencia, sino porque su percepción de los problemas internacionales es diferente, porque sus hipótesis de conflicto se han trasladado a otros puntos del planeta y, por sobre todas las cosas, porque Estados Unidos como sistema es muy vulnerable a la opinión pública, un escrúpulo que regímenes como los de Chávez y sus aliados teocráticos no poseen.

En esta semana ha puesto el grito en el cielo por la presencia de bases militares en Colombia. En realidad no son bases militares sino presencia de técnicos y expertos en las bases creadas por el propio gobierno de Colombia. La diferencia tal vez sea de matices, pero son esos matices los que hay que tener en cuenta, sobre todo cuando Chávez está interesado en ignorarlos para hacer más efectiva su propaganda.

Para ser sinceros, habría que decir que la presencia de oficiales de Estados Unidos hace rato que se registra en Colombia. Los primeros en reconocer ese dato son los propios gobernantes colombianos que han expresado públicamente su acuerdo con Estados Unidos para combatir el narcotráfico y a las FARC, ya que éstas se financian con aquél. La alianza de Colombia con Washington no es nueva ni secreta. Por el contrario, es mucho más transparente que la alianza de Chávez con las FARC y Hezbolá.

Esa transparencia es la que no pueden exhibir Chávez y Correa, quienes hasta la fecha no han logrado explicar sus relaciones militares y políticas con las FARC. Las denuncias de Uribe al respecto no han podido ser refutadas, son tan consistentes como las pruebas que presentó en su momento para demostrar que el niño que las FARC quería canjear por prisioneros no estaba en su poder, una verdad que si Kirchner la hubiera escuchado a tiempo se habría evitado el papelón de deambular como un sonámbulo por la selva para buscar un prisionero que no existía.

Tampoco falta a la verdad Uribe cuando asegura que Venezuela y Ecuador, países limítrofes con Colombia, se han convertido en santuarios de los grupos armados. No deja de llamar la atención que quienes hablan del principio de autodeterminación de los pueblos, quienes denuncian la injerencia de otras potencias en los asuntos internos, financien con armas y asesores a grupos armados en beligerancia contra el Estado. ¿Es o no intromisión en los asuntos internos? ¿Qué esperan que haga el gobierno de Colombia ante semejante provocación y amenaza? ¿Que se quede de brazos cruzados? ¿Que mire para otro lado?

Chávez se desgañita hablando de la presencia de los yanquis en la región, pero no dice una palabra sobre la presencia de las bandas armadas del fundamentalismo islámico en su territorio. Tampoco dice nada sobre la capacitación militar que reciben y sobre la estrategia de Hezbolá y la teocracia de Irán de trasladar los conflictos de Medio Oriente a América Latina.

“Vientos de guerra soplan en el continente” ha dicho Chávez. En realidad expresa más un deseo que una realidad, aunque a decir verdad, está haciendo lo imposible para que su profecía se cumpla.

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