viernes, 26 de junio de 2009

SOBRE LA MUERTE MITOS

Mitos

Sobre la muerte bajo examen

A LO largo de la historia, la sombría perspectiva de morir ha desconcertado y asustado al ser humano. Es más, el temor a perder la vida se ha intensificado por una combinación de ideas religiosas falsas, costumbres populares y creencias personales muy arraigadas. El problema de abrigar dicho temor es que puede impedirnos disfrutar de la vida y socavar nuestra convicción de que la vida tiene sentido.

Las religiones mayoritarias son especialmente censurables por fomentar diversos mitos populares sobre la muerte. Lo invitamos a examinar unos cuantos a la luz de la verdad bíblica y ver si su manera de percibir la muerte queda más clara.

Mito

número 1: La muerte es el fin natural de la vida.

“La muerte [...] es parte integral de la vida”, afirma el libro Death—The Final Stage of Growth (La muerte: etapa final del desarrollo). Comentarios de este tipo reflejan la idea de que la muerte es algo normal, el fin natural de todo organismo vivo. A su vez, esta forma de pensar ha fomentado el oportunismo y la filosofía nihilista, que niega todo valor moral.

Ahora bien, ¿es la muerte en realidad el fin natural de la vida? No todos los investigadores llegan a esa conclusión. Por ejemplo, Calvin Harley, biólogo especializado en el envejecimiento humano, afirmó en una entrevista que no cree que el hombre “haya sido programado para morir”. Por su parte, el inmunólogo William Clark hizo esta observación: “La muerte no está entretejida inseparablemente con la definición de la vida”. Y Seymour Benzer, del Instituto de Tecnología de California, expuso así su reflexión: “El proceso de envejecimiento no es comparable a un reloj, sino a una secuencia que esperamos ser capaces de alterar”.

Los científicos quedan perplejos cuando analizan el diseño del ser humano, pues descubren que estamos dotados de recursos y aptitudes que sobrepasan con creces las necesidades de una vida de 70 u 80 años. Han hallado, por ejemplo, que el cerebro humano posee una inmensa capacidad de memorizar. Cierto investigador calculó que la información que puede almacenar este órgano “llenaría unos veinte millones de volúmenes, tantos como los que albergan las mayores bibliotecas del mundo”. Algunos neurocientíficos creen que en toda una vida solo se utiliza una diezmilésima parte (0,0001) del potencial del cerebro. Así que cabe preguntarse: “¿Por qué posee el cerebro tal capacidad si durante la vida solo empleamos una minúscula fracción de ella?”.

Pensemos también en la reacción tan poco natural del ser humano ante la muerte. Para la gran mayoría, la muerte de un cónyuge o un hijo puede convertirse en la experiencia más traumática de la vida. La pérdida de un ser querido puede perturbar por largo tiempo nuestro entero equilibrio emocional. Hasta a quienes afirman que la muerte es un fenómeno natural les cuesta aceptar la idea de que su propia muerte signifique el fin de todo. La publicación British Medical Journalaludió a la “habitual suposición de los expertos de que todo el mundo desea vivir lo máximo posible”.

En vista de la reacción general del hombre ante la muerte, del sorprendente potencial para memorizar y aprender, así como del anhelo interno de existir eternamente, ¿no resulta obvio que fuimos creados para vivir? De hecho, Dios no nos creó con la muerte como el desenlace natural, sino con la perspectiva de vivir indefinidamente. Veamos qué clase de futuro puso Dios ante la primera pareja humana: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:28). ¡Qué futuro eterno tan maravilloso!

Mito

número 2: Dios se lleva a las personas para que estén con él.

Una madre moribunda de 27 años de edad que dejaba tres hijos le dijo a una monja católica: “No me diga que es la voluntad de Dios. [...] No soporto que me digan eso”. Sin embargo, esto es lo que muchas religiones enseñan, que la gente muere porque Dios se la lleva con él.

¿Es el Creador en realidad tan cruel que quita la vida sin inmutarse, sabiendo que con ello nos destroza el corazón? No, el Dios de la Biblia no es así. Según 1 Juan 4:8, “Dios es amor”. Notemos que no dice que tenga amor o que sea amoroso, sino que es amor. Su amor es tan intenso, tan puro, tan perfecto, está tan presente en su personalidad y sus acciones, que con toda propiedad se puede decir que es la mismísima personificación del amor. Él no es un Dios que se lleve a la gente.

La religión falsa ha causado mucha confusión sobre dónde y en qué condición se encuentran los muertos. Cielo, infierno, purgatorio y limbo: estos y otros destinos suscitan desde incomprensión hasta terror absoluto. La Biblia, por otro lado, nos aclara que los muertos están inconscientes, en un estado comparable al sueño (Eclesiastés 9:5, 10; Juan 11:11-14). De modo que no deberíamos preocuparnos respecto a lo que sucede tras la muerte más de lo que nos preocuparíamos por alguien profundamente dormido. Jesús habló del tiempo en que ‘todos los que estuvieran en las tumbas conmemorativas saldrían’ a una vida nueva en un paraíso terrestre (Juan 5:28, 29; Lucas 23:43).

Mito

número 3: Dios se lleva a los niños pequeños para que sean ángeles.

Elisabeth Kübler-Ross, quien estudió a enfermos terminales, mencionó otra opinión habitual de las personas religiosas. Relatando un incidente real, calificó de “imprudente decirle a una niña cuyo hermano había muerto que, como Dios quería tanto a los niños, se había llevado a Johnny al cielo”. Semejante afirmación presenta a Dios de forma muy desfavorable y no refleja su personalidad ni su forma de actuar. La doctora Kübler-Ross añadió: “Cuando la niña creció y se convirtió en mujer, nunca perdió su enojo contra Dios, sentimiento que se convirtió en depresión psicótica cuando se le murió un hijito, treinta años más tarde”.

¿Por qué iba Dios a llevarse a un niño para tener otro ángel, como si Él lo necesitara más que los propios padres? Si fuera cierto que Dios se lleva a los niños, ¿no lo convertiría eso en un Creador egoísta y carente de todo afecto? Sin embargo, la Biblia indica lo contrario, pues dice que “el amor es de Dios” (1 Juan 4:7). ¿Causaría un Dios de amor una pérdida que ni los seres humanos con un mínimo de sensibilidad moral aprobarían?

Entonces, ¿por qué mueren los niños? Parte de la respuesta que da la Biblia se halla en Eclesiastés 9:11: “El tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. Y según Salmo 51:5, todos somos imperfectos y pecadores desde nuestra concepción, por lo que cualquier eventualidad puede acabar con nuestra vida. En ocasiones, la muerte sobreviene antes de nacer. Otros niños mueren debido a circunstancias o accidentes trágicos. Pero Dios no es el responsable de tales imprevistos.

Mito

número 4: Hay quienes son atormentados tras la muerte.

Numerosas religiones enseñan que los malos serán atormentados para siempre en un infierno de fuego. ¿Es esta una enseñanza lógica y bíblica? La duración de la vida humana es de 70 u 80 años. En el supuesto de que alguien haya sido extremadamente malvado toda su vida, ¿sería el tormento eterno un castigo justo? No. Sería muy injusto atormentar a un hombre para siemprepor los pecados que hubiera cometido en su corta vida.

Solo Dios puede revelar qué ocurre al morir, y lo ha hecho en su Palabra escrita, la Biblia: “Como muere [la bestia], así muere [el hombre]; y todos tienen un solo espíritu [...]. Todos van a un solo lugar. Del polvo han llegado a ser todos, y todos vuelven al polvo” (Eclesiastés 3:19, 20). Aquí no se menciona ningún infierno de fuego. Cuando los seres humanos mueren, regresan al polvo, a la inexistencia.

Para ser atormentado hay que estar consciente. ¿Están conscientes los muertos? De nuevo, encontramos la respuesta en las Escrituras: “Los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, porque el recuerdo de ellos se ha olvidado” (Eclesiastés 9:5). Es imposible que los muertos, quienes “no tienen conciencia de nada en absoluto”, sufran en algún lugar.

Mito

número 5: La muerte supone el fin absoluto de nuestra existencia.

Cuando morimos, dejamos de existir; pero esto no significa forzosamente que ahí se acabe todo. El fiel Job sabía que cuando muriera, iría al sepulcro, o Seol. No obstante, fijémonos en su oración: “¡Oh que en el Seol me ocultaras, que me mantuvieras secreto hasta que tu cólera se volviera atrás, que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí! Si un hombre físicamente capacitado muere, ¿puede volver a vivir? [...] Tú llamarás, y yo mismo te responderé” (Job 14:13-15).

Job creía que si seguía fiel hasta la muerte, Dios se acordaría de él y con el tiempo lo resucitaría. Todos los siervos de Dios de la antigüedad creían eso. El propio Jesús confirmó esta esperanza y mostró que Dios lo utilizaría a él para levantar a los muertos. Las siguientes palabras de Cristo constituyen una garantía: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán [la] voz [de Jesús] y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio” (Juan 5:28, 29).

Dentro de muy poco, Dios eliminará toda maldad y establecerá un nuevo mundo gobernado desde el cielo (Salmo 37:10, 11; Daniel 2:44, Revelación [Apocalipsis] 16:14, 16). El resultado será un paraíso por toda la Tierra en el que vivirán quienes sirven a Dios. Leemos en la Biblia: “Oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado’” (Revelación 21:3, 4).

Libertad

Del temor

Conocer la esperanza de la resurrección y a Quien le dio origen es una fuente de consuelo. Jesús prometió: “Conocerán la verdad, y la verdad los libertará” (Juan 8:32). Esto incluye librarnos del miedo a la muerte. Jehová es el único que realmente puede cambiar el proceso por el que envejecemos y morimos, y otorgarnos vida eterna. ¿Son confiables las promesas de Dios? Claro que sí, pues la Palabra de Dios siempre se cumple (Isaías 55:11). Lo animamos a que aprenda más acerca del propósito divino para la humanidad. Los testigos de Jehová se complacerán en ayudarle.

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