Antonio Álvarez Desanti no era ese 4 de marzo de 2014 un precandidato presidencial al filo de una convención interna, sino un diputado electo y jefe de una campaña, incómodo para muchos seguidores liberacionistas.
Johnny Araya no era entonces un desterrado partidario y un alcalde reeditado en San José con la bandera de un partido cantonal, sino candidato presidencial en aprietos y objeto de la peor derrota del PLN en su historia política.
Rolando González tampoco era el precandidato presidencial que se prepara para la convención de este 2 de abril; era el gerente de esa campaña, diputado electo y voz de un sector verdiblanco que consideraba indigno lo que se iba a decidir ese martes 4 de marzo. Un mes después de la derrota en primera vuelta y de la inminente paliza en segunda ronda contra Luis Guillermo Solís.
José María Figueres tampoco era el precandidato presidencial que es hoy, a un mes de saber si será candidato formal para el 2018. Era solo el expresidente cauteloso que evitaba salpicar su plan de reelección con la derrota de Araya.
Y Óscar Arias tampoco era padrino de una campaña de Antonio Álvarez, sino el expresidente al que, un sector del PLN le resentía su falta de apoyo en esa dura coyuntura, y otro le disimulaba el extremo de celebrar con un brindis en su casa la derrota de Araya en primera ronda, con ese mismo Álvarez Desanti como jefe de campaña.
Todo cambia. Las figuras visibles de ese 4 de marzo de 2014 siguen vigentes en el PLN. Aunque en posiciones muy distintas a las que ostentaban cuando se fraguó una decisión histórica para su agrupación y para la política nacional: el abandono de una campaña política.
Ahora que se cumplen tres años de esa decisión inédita, UNIVERSIDAD reconstruye los acontecimientos de ese martes, a pesar de que varios de los protagonistas declinaron referirse a ello, como el propio Álvarez Desanti.
Almuerzo en casa de Araya
Un reportaje hecho por el periodista Ronny Rojas y publicado cuatro días después en el diario La Nación explicó desde ese momento el contexto de malas noticias que enmarcaron esa decisión. Recogió casi todos los momentos de esa jornada, salvo una reunión nocturna en la casa del jefe de campaña, porque en ese momento nadie se la confirmó para efectos de la publicación.
Contó Rojas que cuatro encuestas muy desfavorables se acumularon en el ánimo del candidato Johnny Araya en el punto medio entre la primera ronda y la segunda. Si el Partido Acción Ciudadana (PAC) lo había superado a votos por la Presidencia, el balotaje auguraba una debacle.
Aún sin conocer con precisión los detalles de una encuesta que esa medianoche publicaría UNIVERSIDAD, la preocupación cundía en el comando de campaña y se sumaba a serias diferencias internas y recriminaciones desatadas por el tropiezo del 2 de febrero.
Buena parte de los reclamos iban contra Desanti y González, y entre ellos. Ambos ya diputados electos con curul segura en la Asamblea Legislativa. Todos sabían que la campaña del PLN iba cuesta arriba, pero algunos preferían seguir luchando aunque fuera por orgullo propio.
Dinero sí había, asegura ahora el entonces tesorero Orlando Guerrero. “Teníamos ofrecimientos de ¢200 millones de amigos que nos ayudaban y había posibilidad de conseguir más”, recuerda ahora Guerrero, quien asegura haberle expuesto en ese momento la situación a Álvarez Desanti.
A media mañana el jefe de campaña se reunió con el comité de imagen, formado por los periodistas Armando Vargas y Leah Netzer; además del asesor Danilo Morales y el vicepresidente de la agencia Garnier BBDO, Rodrigo Garnier. También estaba el diputado independiente Luis Fishman, que participaba de esa campaña.
Debatieron sobre la manera de enfrentar los números adversos. Hasta ese momento, Araya estaba optimista, cuenta el periodista Rojas en su publicación, elaborada con base en varias entrevistas off the record y una larga conversación con Álvarez Desanti.
Guerrero dice recordar que, a esa hora, el jefe de campaña le mostró las encuestas aciagas y llamó a Jorge Villalobos, asistente de Araya, para pedirle una cita urgente con el candidato.
“Toño ya quería dejar la jefatura de la campaña y recuerdo que le propusieron tomar ese puesto a Alfredo Volio (exministro de Agricultura y exvocero del “sí” en el TLC), pero lo rechazó”, relató Guerrero.
El tesorero sostiene que Desanti fue quien planteó la idea de retirarse a Araya y para ello le pidió almorzar ese día en su casa, en Rohrmoser. Estuvieron ambos acompañados de la esposa del candidato, Sandra León, y de Armando Vargas, quien para este reportaje declinó dar declaraciones.
Vargas solo afirmó que la propuesta de retirarse nació de Araya, quien también contestó haber sido él quien primero lo planteó al comando de campaña.
En lo que sí hay consenso en los relatos es en señalar ese almuerzo como origen de la polémica decisión.
Guerrero iba en un avión a un viaje corto, Rolando González estaba de gira en Limón y no tendría contacto con San José hasta las 5 p.m. cuando Álvarez le dijo que Araya planteaba una “decisión extrema”. Él, estacionado a un costado de la plaza de fútbol central de Siquirres, respondió que ojalá no fuera el retiro, porque los liberacionistas no lo perdonarían, recuerda el diputado alajuelense.
En esa tarde Araya consultó a familiares en medio de sus actividades proselitistas prontas a extinguirse. Dio una conferencia de prensa en Alajuelita sobre sus planes de vivienda en caso de llegar a gobernar. Nada más alejado de la realidad. Estaba casi tomada la decisión de rendirse antes de tiempo.
Faltaban pocas horas para dar forma a la salida. Eso iba a ocurrir por la noche, en una reunión en casa de Álvarez Desanti, en Lomas de Ayarco. “Ahí prácticamente tomé la decisión”, aseguró Johnny Araya en ese reportaje de Rojas.
Reunión nocturna en casa de Álvarez
Hubo, sin embargo, detalles de esa reunión que el periodista no logró publicar. Pues solo tenía confirmaciones off the record sobre las personas que participaron en esa conversación en la noche del 4 de marzo.
Ahora se reconoce que estuvieron el presidente ejecutivo de Grupo Nación, Manuel Francisco Jiménez; su editor general de ese momento, Armando González (actual director de La Nación); el presidente de Televisora de Costa Rica, René Picado; y el director de su noticiario, Ignacio Santos.
La presencia de ellos la confirmó Johnny Araya, casi tres años después, este viernes 24 de febrero por la noche. Aunque aseguró que esa reunión estaba pautada con antelación como parte de sus encuentros periódicos con los medios de comunicación.
Sobre la presencia de René Picado, Araya argumentó que son muy amigos. Sobre Manuel Jiménez, el actual alcalde de San José alegó no recordar el porqué de su asistencia a la reunión convocada por Álvarez Desanti, en la cual estaba presente además su esposa, Nuria Marín, cuñada del empresario.
Casi a las 10 p.m. de ese martes, según Guerrero, el candidato le contó por teléfono sobre la decisión tomada y ya no había marcha atrás. “No puedo hablarte más, estoy en una reunión con la prensa”, le atribuye el extesorero a Araya.
Para esta publicación, Santos contestó un mensaje: “las reuniones a las que asisto en mi condición de periodista y con fuentes noticiosas tienen para mí reserva profesional”.
El director de La Nación, Armando González, no quiso referirse a ese encuentro. Una posición similar a la que tomó cuando el periodista Ronny Rojas se lo preguntó a la 1 p. m. del jueves 6 de marzo en el centro de la sala de redacción de La Nación.
“Me acerqué para entrevistarlo como una fuente. Le pregunté y me negó que hubiese tal reunión. Tuvo una reacción un poco airada. Luego de insistir y explicarle que tenía fuentes, al final él me dijo algo como ‘yo no tengo obligación de revelar reuniones con mis fuentes como periodista”, recuerda el periodista Rojas, quien renunció al diario La Nación en julio del 2014 y ahora coordina una unidad de investigación periodística en la cadena Univisión, en Miami.
“Al insistir de nuevo que era de interés público, él me dijo con estas palabras: ‘si yo me reuní con alguien fue una reunión propia de una fuente y un periodista; no fue para otra naturaleza’. No sé que me quiso decir con eso, porque tampoco es común reunirse con las fuentes acompañado del propietario del medio”, añadió Rojas por teléfono.
Al final decidió omitir esa información porque solo tenía confirmación con fuente anónima y el diario tiene como norma no publicar nada en esas condiciones, salvo excepciones autorizadas por la Dirección.
Esa conversación en casa del todavía jefe de campaña acabó y fue entonces cuando él mismo llamó a Rolando González, ya pasada la medianoche, para comunicarle que la lucha electoral había llegado a su fin. Una decisión definitiva a lo cual el gerente de campaña respondió que no la respaldaba y que él sí seguiría haciendo campaña hasta el día del balotaje.
A esa hora Desanti y Araya se fueron a casa de Armando Vargas para esbozar el mensaje que iba a leer Araya en la conferencia de prensa a las 2 p.m. en el hotel Corobicí. El discurso se iba a centrar en la idea de que se retiraba para abrir espacio a un acuerdo interpartidario, aunque ahora Araya reconoce que no supo explicarlo bien.
El anuncio inédito
El miércoles amaneció sin que los candidatos a las vicepresidencias, Jorge Pattoni y Silvia Lara, supieran que el tren de la campaña estaba descarrilado a propósito. No se enteraron hasta la mañana siguiente, en una reunión con el comando de campaña en la oficina del candidato, en La Sabana.
Después se enteraron los restantes diputados electos y después el directorio del partido, ya en el hotel Parque del Lago. Las reacciones eran casi violentas, el rumor había corrido ya en el mundillo político y en La Nación los periodistas se preparaban para una cobertura histórica hacia el mediodía, bajo las órdenes de Armando González, aunque en ese momento aún no era el director del medio.
Él sabía que Araya daría rueda de prensa en el Corobicí. Habían acordado que no iba a aceptar preguntas, pero había que estar ahí. Era una decisión histórica. Otros irían a buscar al contendor Luis Guillermo Solís, que había cancelado un viaje a Estados Unidos porque veía venir algo importante.
Encerrado en su casa con su círculo de más confianza, Solís esperó la transmisión de la rueda de prensa y solo después reaccionó diciendo que cuidado, que tampoco quería caer en una trampa.
No era trampa ni mucho menos. Araya, en serio, se hacía a un lado. “Yo no lo expliqué bien. Me parece que el propósito inicial sigue siendo válido y el tiempo me ha dado la razón. Era una oportunidad muy valiosa para impulsar una agenda nacional. La forma como lo comuniqué y se hizo público no fue lo correcto y eso generó confusión”, reflexionó Araya.
El candidato acabó expulsado de su PLN por esa decisión y, aunque la Sala Constitucional después le permitió volver, prefirió quedarse fuera y postularse para su retorno a la alcaldía con el partido cantonal Alianza por San José.
Ahora dice que volverá a las filas verdiblancas si Antonio Álvarez gana la convención del 2 de abril, para lo cual buena parte del equipo arayista está trabajando. El alcalde evita decir que está con él, pero es claro adversario de José María Figueres, a quien culpa de haberlo forzado a dejar el PLN.
Araya agradece a Álvarez que lo defendiera internamente y recuerda haber rechazado en su momento comentarios sobre una supuesta conformidad del actual diputado con la derrota del 2014. “Nunca les di crédito”, respondió.
Tres años después, las circunstancias cambian. Quienes brindaron por la derrota de Araya son ahora indispensables en el proyecto electoral del jefe de aquella campaña. El jefe de campaña actual es el abogado Francisco Chacón, ministro de Laura Chinchilla y defensor de su gestión ante las fuertes críticas desde el arismo y de Araya en esa contienda 2014.
En frente, el 2 de abril tienen a un adversario común, José María Figueres, aferrado a su discurso de hueso verdiblanco, quien apuesta por la dirigencia “nativa” del PLN, a los que quizás hace tres años quedaron descolocados por el insólito fin de la lucha electoral.