En Venezuela ni cambio menos histórico
Un revés electoral para el proceso revolucionario bolivariano, propalado como “cambio histórico”.
Igual que la tramoya mercantilista de la campaña electorera de Mauricio Macri en Argentina, que vendió su candidatura con un canto al “cambio”. La contrarrevolución venezolana, que la democracia bolivariana se da el lujo de legitimar dándole espacio de participación en más de veinte comicios y referéndum, durante 16 años, también vendió sus candidaturas a la Asamblea Nacional, con el cuento del “cambio”.
El beneficio momentáneo de la mayoría del 74% de los votantes venezolanos a un galimatías político inscrito como Mesa de la Unidad Democrática (MUD), el domingo 06 de diciembre de 2015, se está vendiendo como “un cambio histórico”.
Alrededor del concepto “cambio” hemos escrito mucho e insistimos en aclarar que la semántica aduce la transición a planos sociales superiores. Es una transformación, un salto de una sociedad inferior a otra superior, una ascensión cualitativa, en el pleno sentido de una lógica dialéctica.
Por lo tanto, se refiere a un proceso de revolución social y en el contexto histórico actual, cambio está relacionado indiscutiblemente a la transición del capitalismo al socialismo. Es la negación histórica de la sociedad burguesa y las relaciones de explotación capitalista y opresión imperialista, mediante la liquidación de las podridas y parasitarias estructuras y superestructuras del capitalismo, en un proceso de construcción de una nueva sociedad sustentada en relaciones de igualdad, comunitarias y de colectivismo.
La politiquería barata en las contiendas comiciales burguesas ha depauperado y prostituido la noción de “cambio”. Se utiliza arbitraria, gratuita y cínicamente.
Peor aún, se ha desfigurado para vender una mercancía politiquera, una falsedad, una paparrucha, inicuas promesas electorales, el maquillaje de intenciones macabras de las oligarquías de restablecer sus intereses y objetivos ruines, de restituir el viejo régimen de los potentados, aristocracias, meritocracias y plutócratas.
Es la treta para restaurar los privilegios absolutos que les permita acumular cofres de oro, explotar hasta la hartazgo, convertir todos los servicios en mercancía, implantar una inhumana privatización, regresar al absolutismo del mercado y transgredir todos los derechos; destruyendo cuanto de derecho humano se sepa o se atraviese en el camino.
No puede llamarse “cambio” el siniestro propósito de atar al pueblo al carro en marcha atrás, para aplastarlo en el abismo de la opresión, regresando a los retrógrados tiempos de las masacres, torturas, persecuciones, cárcel, fosas comunes y desapariciones.
Esa vivencia ignominiosa y horrenda ya la pasaron los pueblos de Argentina y Venezuela.
Le agregan el adjetivo “histórico”: “cambio histórico”. Todo lo que hacemos los seres humanos y se realiza en los contactos, relaciones y conflictos de las clases sociales es histórico, se genera y desdobla en un momento determinado del desarrollo del devenir de la historia. Estamos de una u otra forma en las escenas cotidianas de la historia como un rodaje fílmico en progreso. Decir “histórico” en la farsa de las estirpes oligárquicas es una caricatura adjetivada, para magnificar cualquier acto pedestre en el inconsciente político de las masas.
Un “cambio histórico”; nada más alejado de la realidad. Los mercaderes que venden esa jerigonza en sus facundias encandiladas, ofenden la inteligencia universal y la dignidad de los pueblos.
Pretenden, de nuevo, hundir a los pueblos en la tormentosa oscuridad del capitalismo salvaje, en la barbarie galopante de la desigualdad social y; esclavizar a las masas trabajadoras y campesinas, encadenando a los pueblos al último vagón del imperialismo delirante; en su voracidad por atesorar ganancias exterminando la vida humana, arrasando los recursos naturales, violentando la soberanía de las naciones.
Las degradadas oligarquías de Argentina y Venezuela, secuaces del imperialismo global, se revuelven en sus deposiciones, tuercen la verdad, denigran la honestidad, compran a los pobres de conciencia, asesinan, conspiran, en sus presunciones de recobrar el paraíso del saqueo, del lucro desproporcionado, del abuso absoluto, de la dictadura del capital, del disparate del poder burgués, de la opresión infinita.
Han vencido en una escaramuza aprovechando las condiciones coyunturales y los factores favorables de una ofensiva intervencionista planeada, financiada y organizada en los socavones de las corporaciones, de los servicios secretos yanquis, del Departamento de Estado, de los fascistas en acechanza.
Pero, ese apócrifo “cambio histórico” en las actuales circunstancias del desenfrenado ataque de la reacción internacional, contra los procesos de cambio y gobiernos progresistas, se le puede atorar a la oligarquía contrarrevolucionaria venezolana, conociendo su contextura.
La contrarrevolución venezolana es una manada de alimañas segadas por el odio y los fines más perversos, donde nadie cree en nadie.
Son herederos de las dictaduras más atroces y de las matanzas más espantosas como la perpetrada por Carlos Andrés Pérez, durante el Caracazo, y de carceleros, torturadores y criminales de la calaña de Henry López Sisco.
El remezón de la primera derrota del chavismo en las urnas electivas, sucedido en la elección parlamentaria del pasado domingo, está repercutiendo con sus ecos políticos inmediatos.
Tanto las fuerzas revolucionarias venezolanas como las hordas contrarrevolucionarias, tienen que administrar la resaca de los resultados, es una batalla, no obstante, la lucha política, la confrontación social, los problemas económicos y de la ciudadanía; independientemente de su origen, continúan; los antagonismos de clase están vigentes, la guerra política no ha acabado.
¿Despuntará el programa Chavista de cambio social? Porque la Revolución Bolivariana fecundiza el cambio, el cambio histórico de verdad. ¿Será que la confusión coyuntural provocada por la guerra no convencional sostenida, y el golpe de Estado continuado de la contrarrevolución, contra el Gobierno revolucionario Bolivariano, prosperarán?
Ese es el dilema en los acontecimientos y el proceso político, que vive hoy la República Bolivariana de Venezuela.
El pueblo Chavista heredero de la democracia bolivariana superior expresada en decenas de lides electorales, del respeto e integridad del Gobierno Revolucionario chavista a sus resultados, en todo momento, de la altura ética Consejo Nacional Electoral (CNE), el quinto poder de la República Bolivariana, del poder comunal, popular y comunero, de las Misiones Sociales, de la libertad conquistada, de la soberanía alcanzada.
Ese pueblo chavista al que Hugo Rafael Chávez Frías entregó una cultura política para su desarrollo, como praxis constante, ese pueblo chavista consciente y organizado es el que tiene la última palabra en esta fase compleja del proceso revolucionario.
El protagonismo de ese pueblo ardiente, tenaz y valeroso; rodilla en tierra y con el sueño de Chávez en el corazón, es el factor decisivo, como fuerza determinante en la movilización, en la construcción del programa socialista, en la defensa de la independencia y de la Revolución.
Ese itinerario si es la realización del cambio histórico.
Oscar Barrantes Rodríguez
Círculo Bolivariano Yamileth López (CBYLO)
Centro Popular Costarricense de Estudios Sociales (CPCES)
San Ramón-Costa Rica
Diciembre 07 de 2015