No le aguantan ni los que no juegan ni los que juegan”. Así resumen en el vestuario blanco la situación de Rafa Benítez. Los jugadores no le quieren. No entró con buen pie y con el paso del tiempo la distancia se ha ido haciendo cada vez mayor. En una hipotética votación en el equipo sobre la continuidad del técnico, no sacaría más de cinco o seis votos a favor. La mayoría sería aplastante en su contra.
Con este panorama, la reacción se antoja complicada. Imposible enderezar una nave con la tripulación de morros. A Benítez hace tiempo que los jugadores le dieron la espalda. El equipo podrá ganar por la pura inercia de lo bueno que es, pero nunca habrá esa unión de la que tanto se habla de puertas hacia afuera. La sensación en el vestuario es de que el técnico tiene los días contados. A partir de ahí, resulta complicado pensar en un plan de futuro.
"No le aguantan ni los que no juegan ni los que juegan", dicen
Benítez no ha conseguido sacudirse la alargada sombra de Ancelotti. Ese problema ya lo tenía cuando llegó y no era culpa suya. Pero luego no ha conseguido conectar con el vestuario en ningún momento. Más bien todo lo contrario. Ha tenido sus más y sus menos con varios jugadores, situaciones que han ido restándole aliados semana tras semana.
El método de trabajo, sus desconsideraciones a Ancelotti delante de los jugadores y en público y, por último, su alianza con el doctor Olmo, enemigo número uno del vestuario -hubo recientemente una votación de la plantilla para prohibirle entrar a la caseta- han terminado de dañar su relación con un grupo que no confía en él. No hay feeling y no hay más donde rascar.
El club va a hacer todo lo posible por fortalecer la débil figura de Benítez. Son conscientes de su divorcio con el vestuario, pero habrá un apoyo institucional al técnico. Un intento desesperado por no verse obligados a tomar una decisión drástica a mitad de temporada.
El club, preocupado
Pero la realidad es otra bien distinta. Saben que la situación es crítica. “No van a creer nunca en él”, comentan resignados en el club blanco. Entienden que el vestuario lo ha devorado, que el grupo está descontrolado. Que pasará lo que quieran los jugadores que pase. Porque ahora mismo no hay un proyecto sólido ni ganas de conjura ni nada por el estilo. Lo que reina en Valdebebas es el pesimismo y la idea de que la única solución pasa por destituir a Rafa.
Pero la realidad es otra bien distinta. Saben que la situación es crítica. “No van a creer nunca en él”, comentan resignados en el club blanco. Entienden que el vestuario lo ha devorado, que el grupo está descontrolado. Que pasará lo que quieran los jugadores que pase. Porque ahora mismo no hay un proyecto sólido ni ganas de conjura ni nada por el estilo. Lo que reina en Valdebebas es el pesimismo y la idea de que la única solución pasa por destituir a Rafa.
El vestuario después del Clásico era un cementerio. Cabezas agachadas y pocas ganas de decir nada. Florentino Pérez, que bajó al vestuario como hace siempre después de los partidos, pudo dar fe del ambiente negativo que se respira en el equipo. Sabe que la cosa pinta muy mal y que el plantel ha dado la espalda al nuevo entrenador.
A oídos de algunos de los máximos responsables del club han llegado detalles que reflejan la situación que se vive entre el vestuario y el entrenador. “A comer se quedan dos o tres jugadores, no más. El cuerpo técnico come prácticamente solo”, cuentan. Algo que no era así en temporadas anteriores. Sobre todo en la pasada, cuando el ambiente era inmejorable entre Ancelotti y el equipo. Y lo más importante, en los buenos y en los malos momentos. Eran una familia.
El Clásico ha sido otro borrón en la relación de Benítez con los jugadores. En el vestuario tienen la sensación de que cedió a las presiones a la hora de elegir el once, que no era el equipo que el técnico tenía pensando alinear ante el Barcelona. En definitiva, que traicionó sus ideas por ser políticamente correcto. Que sacrificó a Casemiro y a Isco para dar entrada a James y Benzema. Y ese no era el plan.
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