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Francisco es cuarto papa que visita Nueva York. El último fue Benedicto XVI, en abril de 2008, que celebró una misa para 60.000 personas en el estadio de los Yankee. Juan Pablo II lo hizo en dos ocasiones, la última en octubre de 1995, con una misa en el Great Lawn de Central Park a la que acudieron 125.000 personas un día después de intervenir ante la Asamblea General de la ONU.
El centro estaba especialmente atascado ayer en el centro, tanto para coches como para peatones. Jonathan, un mexicano de 26 años que había seguido al Papa a Washington para vender souvenirs y hará lo propio en la recta fina del viaje, a Filadelfia, expresaba en números la expectación que estaba generado la visita de Francisco: el miércoles vendió 1.200 artículos, entre camisetas, clgantes o estampitas, y este calculaba haber alcanzado la misma cifra.
Mientras, la presencia policial, uniformada y secreta, se ha multiplicado y la seguridad se refuerza en un domicilio de la calle 72 en la parte oeste de la isla, donde este jueves dormirá el Papa Francisco. Porque, además, la segunda etapa de la visita papal a EEUU coincide en Nueva York con la celebración de la cumbre especial del desarrollo en la Organización de Naciones Unidas, que durará todo el fin de semana, y empalmará el lunes con la sesión plenaria de la Asamblea General de Naciones Unidas en su 70 aniversario. Hasta 170 jefes de Estado y de Gobierno se dan cita en la capital de los rascacielos que, según dijo el comisario jefe de la policía, "afronta su mayor reto de seguridad".
El Papa dará un discurso en el arranque de la cumbre de desarrollo, que servirá para aprobar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la nueva agenda de para los próximo 15 años que sustituye a unos Objetivos de Desarrollo del Milenio que se aprobaron en 2000 y ni se han llegado a completar. En este caso se trata de 17 de grandes objetivos estructurados en 169 metas. A diferencia de la agenda anterior, el reto afecta a todos los países, no solo aquellos en vía de desarrollo, pero tal y como ocurrió en 2000, todas estos objetivos son voluntarios. Además, en tanto que incluyen a todo tipo de Estado, cada uno diseñará a medida su propia hoja de ruta: ni las necesidad ni los ritmos pueden ser iguales en Suecia o en la República Centroafricana.
En la cumbre participarán desde el viernes, entre otros, el presidente colombiano Juan Manuel Santos y el cubano, Raúl Castro. La delegación española la encabezará el Rey Felipe VI y Barack Obama acudirá el domingo.
“Nunca se vio algo así”, comentó el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio. El comisario jefe, William Bratton, explicó que eso les va obligar a desplegar el mayor dispositivo de seguridad posible. “Y tendremos a Beyoncé entreteniendo a 100.000 personas en Central Park cuando se vaya el Papa y un par de partidos de béisbol”, bromeó.
La reunión anual de las Naciones Unidas es ya de por sí un evento excepcional, que afecta especialmente a los vecinos que residen en la zona este de Manhattan. La comitiva que acompañará al Papa, sin embargo, tendrá un impacto mayor y se hará notar durante todo el viernes en los barrios de la isla que dan al río Hudson, en el distrito financiero y Harlem, con decenas de calles cortadas al tráfico.
Hay medio centenar de agencias implicadas en todo el dispositivo de seguridad, desde el Servicio Secreto, el FBI y la NYPD, pasando por organismos locales y estatales. Durante los últimos días están realizando ejercicios para coordinar los trabajos y efectivos, y anticipar diversos escenarios. El evento más complicado será la procesión de Francisco por Central Park, antes de la misa en el Madison Square Garden.
Procesión con 80.000 personas en Central Park
No es solo por el tamaño y la escala del recorrido. La procesión será seguida por 80.000 personas, que han sido elegidas en una rifa. “Todos sabemos”, como señala Bratton, “que su santidad es impredecible” y eso va a obligar a los servicios de seguridad a ser espontáneos e improvisar. “Trataremos que se encuentre lo más cómodo posible en su burbuja y protegerlo”, explicó el comisario jefe.
Las puestas del parque abrirán al público que tenga entradas antes de medio día, seis horas antes de la procesión. La seguridad será muy severa también en el entorno del Madison Square Garden, hasta el punto de que se van a restringir los accesos a la estación de trenes de cercanías que acoge en la base. “Se puede soportar sin problemas un día de inconvenientes”, valoran las autoridades.
El alcalde Blasio asegura que el propósito es mantener “en la medida de lo posible” la rutina diaria de los vecinos y del pequeño negocio, pero admite que es un equilibrio complejo. “Habrá retrasos e inconvenientes pero merecerá la pena”, indicó, porque la visita del jefe de la Iglesia católica “significa mucho también para otras religiones”. “Su mensaje va a ser aún más poderoso”, auguró.
“Utilicen el metro para moverse por Manhattan”, es el consejo de la MTA, el gestor del transporte público. Es una semana, como dice el alcalde en sus comparecencias previas a la visita del pontífice, para utilizar los medios públicos o ir si se puede andando al trabajo. “Si alguien tiene la opción de quedarse en casa, también”, añade, mientras promete que todo va a funcionar con normalidad.
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