Un Mensaje a la Conciencia
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(Víspera de la Independencia de Colombia) (Himno cantado por Carlos Rey en audio y en video) De origen italiano, Oreste Síndici llegó a Bogotá como primer tenor de una compañía de ópera, y contrajo matrimonio con una dama de ascendencia francesa llamada Justina Jannaut. Luego de retirarse del teatro, formó una orquesta y se dedicó a componer y a enseñar música. En 1887, el actor y director de teatro José Domingo Torres le pidió al maestro Síndici que le pusiera música a un poema patriótico del Presidente de Colombia, el doctor Rafael Núñez, a fin de cantarlo en la celebración de la Independencia de Cartagena ese 11 de noviembre. Si bien se desconoce el motivo por el que al principio el maestro se negó a hacerlo, afortunadamente doña Justina intervino y logró que su esposo creara la partitura de aquel poema escrito en verso alejandrino agudo, propio para himno. Fue así como a las ocho y media de la noche de aquella fiesta patria, en el Teatro Variedades, el himno se estrenó con coro y orquesta, y el público lo recibió con prolongados aplausos. Posteriormente lo interpretó un grupo de alumnos de las escuelas del barrio de la Catedral, y luego un grupo de artistas bajo la dirección de Síndici, por invitación del doctor Núñez, en el palacio presidencial. Ya para el 6 de diciembre habría de presentarse en el Salón de Grados, ante las autoridades civiles, militares y eclesiásticas y los miembros del Cuerpo Diplomático, como el «Himno Nacional». Contando desde entonces con la general aceptación del pueblo colombiano, en 1920 el Congreso aprobó la ley 33 mediante la cual lo adoptó oficialmente como el Himno Nacional de Colombia.1 He aquí las palabras del coro y de la primera estrofa del himno como se cantan actualmente: ¡Oh gloria inmarcesible!¿Qué palabras serán las que «comprende la humanidad entera que entre cadenas gime»? Lo más probable es que el autor Rafael Núñez se refiera, entre otras, a las palabras acerca de «la libertad sublime» que pronunció Jesucristo, el «que murió en la cruz» para librarnos de las cadenas del pecado. Pues ¿qué libertad más sublime puede haber que aquella a la que se refirió Cristo cuando dijo: «Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres»?2Sólo que para conocer esa verdad, y así no solamente comprender esas palabras sino también hacerlas nuestras, es necesario que cada uno de nosotros, como hijos de la patria, permitamos que nos libere Jesucristo, el Hijo de Dios, de modo que seamos verdaderamente libres.3 | |||||||||
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