Un Mensaje a la Conciencia
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(Día de San Juan Bautista) Las mujeres que viven en las riberas del río Magdalena en los departamentos del Tolima y Huila, Colombia, aprovechan las fiestas de San Juan Bautista para hacer diversas pruebas con relación al amor. En la víspera de San Juan plantan un diente de ajo, las solteras para saber si de veras las ama el novio, y las casadas para saber lo mismo acerca del esposo. Si al amanecer el diente de ajo ha germinado, el hombre está realmente enamorado. Algunas solteras ponen el diente de ajo debajo de la cama; si al día siguiente germina, se casarán ese mismo año. Otras jóvenes solteras en la víspera de San Juan se miran en el espejo: si aparece el rostro de un hombre, habrá matrimonio; si aparece un ataúd, habrá muerte segura; y si aparece el diablo, habrá condenación. Algunas esperan hasta muy temprano el día de San Juan para mirarse en el espejo, también con la esperanza de ver a su futuro esposo allí reflejado; pero el espejo tiene que haber pasado en cruz por una hoguera. Las más pacientes se miran la noche de San Juan, no en un espejo sino en un arroyo o fuente de agua, esperando que en el agua aparezca una de dos cosas: o la imagen del futuro esposo, o la de los dos juntos.1 A todos nos interesa conocer la voluntad de Dios, especialmente con relación a las decisiones más importantes de la vida. Y una de las formas más ingeniosas de descifrarla es la que emplean aquellas mujeres para saber con quién se han de casar. Pero ese método no es original; se remonta a la época de los jueces bíblicos. Uno de ellos, el libertador Gedeón, se atrevió a someter a prueba la voluntad de Dios. Dios le había dicho que iba a usarlo para salvar de sus enemigos a Israel. Pero Gedeón tenía sus dudas, así que usó un vellón de lana para cerciorarse de la voluntad divina. Dos veces lo tendió en el suelo, la primera con la condición de que el vellón amaneciera mojado por el rocío y que toda la tierra alrededor quedara completamente seca, y la segunda a la inversa, es decir, de que el vellón amaneciera seco y que toda la tierra quedara cubierta de rocío. Con esos dos «milagritos» quedaría satisfecho de que era la voluntad de Dios. En efecto, así sucedió, y pasó a la historia como «el método del vellón».2 Dios es tan «buena gente» que a veces nos complace cuando quisiera más bien que mostráramos fe en su voluntad expresa, la cual lo complace a Él. ¿Y qué voluntad es ésa? Que todos seamos salvos y lleguemos a conocer la verdad de que hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, que se hizo hombre y dio su vida como rescate por todos.3 Dios no quiere la condenación ni la muerte sino la salvación y la vida eterna para cada uno de nosotros.4 Él nos desea lo mejor. Lo único que tenemos que hacer es aceptarlo. Dejémonos de «vellones» y sometámonos a las únicas condiciones que de veras nos favorecen. | |||||||||
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