viernes, 12 de abril de 2013

Bernal Jiménez, presidente del PLN, bajó la ventana, llamó a uno de los muchos que rodeaban, agitaban y golpeaban su auto, y le dijo levantando el dedo índice: “Yo estoy en contra de lo que está haciendo el Gobierno con la carretera”. El muchacho, de gorra verde y camisa negra, le respondió: “¡Pero hable, papá, usted es el presidente de Liberación!”.


Bernal Jiménez, presidente del PLN, bajó la ventana, llamó a uno de los muchos que rodeaban, agitaban y golpeaban su auto, y le dijo levantando el dedo índice: “Yo estoy en contra de lo que está haciendo el Gobierno con la carretera”. El muchacho, de gorra verde y camisa negra, le respondió: “¡Pero hable, papá, usted es el presidente de Liberación!”.
“Mañana”, dijo el exdiputado. “¿Me lo promete?”, contestó el de gorra verde. “¡Se lo juro!”, exclamó Jiménez ,de 83 años, con una expresión de angustia en el rostro. El joven intercedió por él ante los demás opositores a la concesión de la carretera San José-San Ramón, pero ya no era posible. La multitud que rodeaba el vehículo estaba enardecida.
Minutos antes, Jiménez y su chofer toparon con la suerte de encontrarse a manifestantes furiosos que la Policía no dejó acercarse a la plaza Juan Santamaría, donde la presidenta Chinchilla emitió su discurso del 11 de abril.
Los opositores se habían propuesto bloquear los carros de gobierno que estaban tras las barricadas que la Policía puso en las cuadras centrales de Alajuela. Y encontraron a Jiménez. “¡Hagamos barricada, hagamos barricada!”, gritaron al ver al hombre de camisa blanca y corbata dentro del auto.
Le gritaron improperios: “¡Enemigo del pueblo, filibustero!”. Jiménez abría y cerraba la ventana... “Yo estoy en contra... yo estoy en contra”. En una ocasión, luego de un “se lo juro”, hizo el gesto de besar la cruz sobre los dedos.
El de gorra verde no pudo ayudar, pero la Policía sí. Los oficiales rodearon el vehículo y lo sacaron hacia atrás. Llovieron cerveza y botellas. Cuando el auto pudo salir por otra vía, alguien le rompió el parabrisas trasero con una piedra. Otro lo pateó y uno metió propaganda por el hoyo en el vidrio. La gente corría y los comerciantes hacían caer las cortinas metálicas.

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