Un Mensaje a la Conciencia
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Tenía predilección por las rosas rojas, y se llamaba Rosa. Todos los años su esposo le enviaba hermosos ramilletes. El año que él murió, llegaron las rosas con una tarjeta que decía, como todos los años anteriores: «¡Feliz día de los enamorados!» Cada año le enviaba rosas, y la nota decía siempre: «Te amo aún más este año, más que el año pasado en esta fecha.» «Siempre será mayor mi amor por ti, con cada año que pasa.» ...Pasó un año, y... a la misma hora, como otros días de los enamorados, se oyó el timbre, y allí en el umbral estaban [otra vez] las rosas. Tomó las rosas,... y... luego tomó el teléfono y llamó a la florería.... «Las flores que ha recibido fueron pagadas de antemano —le dijo el dueño—; ...su esposo lo planeó... así.... para que usted las reciba cada año. ...y escribió una tarjetita especial... si alguna vez yo me enterara de que ya él no vivía, esa es la tarjeta que debía enviarle a usted el año siguiente.» Ella le dio las gracias y colgó el teléfono, y corrieron las lágrimas. Sus dedos temblaban mientras alcanzaban la tarjeta.... y... leyó lo que [él le] había escrito: «Hola, amor mío, sé que hace ya un año de mi partida, y espero que no te haya sido difícil superar la herida. »Sé que debes de sentirte sola, y que sufres un dolor profundo, porque si hubiera sido de otro modo, yo así me habría sentido. El amor que nos unió lo hizo todo muy hermoso en la vida. Te amé más de lo que pueden expresar las palabras; fuiste la esposa perfecta. »Fuiste mi amiga y mi amante, colmaste todas mis necesidades. Ha transcurrido sólo un año, pero te ruego que no te aflijas. Quiero que seas feliz, aun cuando derrames lágrimas. Por eso recibirás las rosas durante muchos años. »Al recibir las rosas, piensa en toda la felicidad de que disfrutamos juntos, y en las bendiciones recibidas. Siempre te he amado y sé que siempre te amaré. Pero, amor mío, debes seguir adelante; te queda aún mucho por vivir. »Te ruego que busques la felicidad y que disfrutes de la vida. Aunque no te sea fácil, la hallarás de algún modo. Las rosas llegarán cada año, y sólo dejarán de llegar cuando nadie responda, y el florista deje de tocar a tu puerta. »Ese día él irá cinco veces, por si acaso estás fuera. Pero después de su última visita ya no tendrá ninguna duda: llevará las rosas al lugar donde le he dicho que las lleve, y las pondrá donde estemos tú y yo, unidos nuevamente.»1 En estos conmovedores versos compuestos por un autor desconocido y traducidos del inglés por Luis Bernal Lumpuy, vemos el amor excepcional de un hombre hacia su esposa. Aunque parezca difícil, así también podemos amar nosotros si, como nos exhorta San Pablo, imitamos a Dios y llevamos «una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante».2 | |||||||||
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