martes, 3 de mayo de 2011

La presidenta Chinchilla, avergonzada de ese proceder, le pidió que renunciara. Don Luis Gerardo rescató en su fuero interno rescoldos de dignidad

En la sesión solemne del domingo pasado los diputados del PLN dieron un espectáculo bochornoso, indigno de la memoria de don Pepe Figueres quien, justamente, se alzó en armas por el irrespeto a la voluntad de la mayoría. Luis Gerardo Villanueva y sus compañeros lastimaron su egregia memoria.

Su mal proceder se reveló desde el principio. Cambiaron el procedimiento de elección para ocultar negociaciones espurias o, quizás, canje de voluntades mediante el ofrecimiento de “cosas” por debajo de la mesa: una partida específica, un puesto importante a cambio del anonimato. ¿Debía ser la elección secreta? Lo dudo. Sin embargo, tratar de usar fondos públicos para doblegar voluntades sí es vil. La oposición reaccionó y abandonó, en protesta, el plenario. Entonces, aprovecharon su ausencia para elegir presidente ilegalmente (falta de quórum) a sabiendas de no contar con la mayoría. Una victoria pírrica.

La presidenta Chinchilla, avergonzada de ese proceder, le pidió que renunciara. Don Luis Gerardo rescató en su fuero interno rescoldos de dignidad y aceptó. Pero el daño ya estaba hecho. En la historia política quedará gravado un nombramiento que, de mantenerse, habría sido declarado inconstitucional. Queda, además, un sinsabor: aunque congruente con la ética, la intromisión del Ejecutivo en asuntos del legislativo es de preocupar. Es el primer poder de la República.

El domingo, Villanueva perdió al ganar. Tenía que renunciar. Si no, habría perdido el apoyo de muchos electores de todos los partidos, incluyendo el PLN, que suscriben valores democráticos y un mínimo de decencia política. Habría perdido el respeto de los demás diputados y toda autoridad moral para conducir con eficacia el Congreso y romper la ingobernabilidad. Y el PLN también habría sufrido ante los ojos del electorado por irrespetar, de hecho, la voluntad de la mayoría parlamentaria.

Al cerrar esta columna (lunes, 3 p. m.) el impasse no se había resuelto. No sé si la oposición podrá hacer valer su voluntad mayoritaria. En todo caso, es evidente que se anotó un triunfo político. El oficialismo dejó en evidencia, otra vez, su rala vocación por la ética parlamentaria (recuerden su negativa a investigar a Rodrigo Arias). Difícilmente alguien volverá a confiar en él. Ahora se le abre una ventana de oportunidad a la oposición para las próximas elecciones. Aunque las encuestas siguen siendo adversas (en la última de Unimer el PLN continuaba siendo mayoritario con el 30% de las simpatías partidarias), los demás partidos, unidos, podrían combatir de tú a tú. Y hay un amplio lago de indecisos (50%) donde podrían, con maña y una caña, aprender juntos a pescar.

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