miércoles, 7 de julio de 2010

Fidel se va a la guerra




                       Actualizado a las 05:14 

“Habrá una guerra nuclear antes de que acabe el Mundial de fútbol”, repite una y otra vez Fidel Castro. Lo ha escrito siete veces en el transcurso del mes de junio, al ritmo de dos reflexiones semanales publicadas en la prensa cubana y transmitidas por las agencias extranjeras. No es un vaticinio, como se ha comentado profusamente. Es más bien un deseo intenso del Comandante en Jefe, cuya obsesión enfermiza para ajustar cuentas con Estados Unidos, “el peor enemigo de la humanidad”, lo está llevando a la demencia. Podría ser una buena noticia para los cubanos: si el Gran Hermano ya no rige, quizá el hermanito se atreva a hacer los cambios tantas veces anunciados y siempre pospuestos. 

Al final de una larga vida dedicada a las maquinaciones contra los demás y a desbaratar supuestas conjuras en su contra, el Gran Conspirador cree haber descubierto la receta para hacer realidad el conflicto de sus sueños. Según él, la clave está en la alianza entre Irán y Corea del Norte para oponerse a una agresión preparada por Estados Unidos. “Desde el 20 de junio —escribe Fidel— naves militares norteamericanas […] navegaban hacia las costas iraníes a través del canal de Suez. Junto a las fuerzas navales yankis avanzan buques militares israelitas” (hasta hace poco el ex Presidente cubano sabía hacer la diferencia entre “israelitas” e “israelíes”). Esas fuerzas tendrían la misión de registrar los cargamentos de los barcos iraníes, en conformidad con las nuevas sanciones contra Teherán y su programa nuclear, adoptadas el 9 de junio por el Consejo de Seguridad de la ONU. 

“Tan pronto las naves de guerra de Estados Unidos e Israel […] intenten inspeccionar el primer buque mercante de ese país, se desatará una lluvia de proyectiles en una y otra dirección. Será el momento exacto en que se iniciará la terrible guerra”. En ese preciso instante, asegura el aún primer Secretario del Partido Comunista Cubano, Corea del Norte se sumará a Irán para atacar objetivos estadounidenses. Esto desencadenará una guerra nuclear a escala mundial con la probable participación de Francia, Gran Bretaña y Rusia. Y Fidel podrá por fin ver su sueño cumplido. “La economía de la superpotencia se derrumbará como castillo de naipes”, escribe. “La sociedad norteamericana es la menos preparada para soportar una catástrofe como la que el imperio ha creado en el propio territorio de donde partió”. 

Parece un guión para Hollywood o para uno de los “documentales” de Michael Moore, que tanto predicamento tienen en La Habana. El (ex) dictador asegura, no obstante, que ha llegado a esas conclusiones a través de un “razonamiento lógico” y que, incluso, un general iraní ha confirmado sus informaciones. ¿Qué dirá cuando termine el campeonato Mundial de Fútbol y no se cumpla su vaticinio? Se atribuirá, sin duda, el mérito de haber abortado la conspiración gracias a sus revelaciones preventivas. 

Hay una incógnita en el escenario descrito por Fidel: ¿Qué pasaría con Cuba en caso de conflicto? ¿Qué consecuencias tendrían para la isla los bombardeos nucleares sobre Estados Unidos y las radiaciones posteriores? El predicador del Apocalipsis no dice nada sobre el tema. No duda, sin embargo, de que “un pueblo heroico como el cubano” sabrá estar a la altura de los acontecimientos. O sea, le importa un pepino lo que pueda ocurrir al país que ha dirigido durante más de medio siglo. Sólo le interesa que el “imperio” no le sobreviva. Fidel sabe que está en las últimas y quiere morir matando, y mejor si otros se encargan del trabajo. 

A pesar de todo, la publicación sistemática de los desvaríos del Comandante tiene un aspecto positivo. Sus lectores fieles, cubanos y extranjeros, se derriten en comentarios ramplones en las webs, pero su credibilidad está por los suelos, como lo prueba la total apatía del mundo ante los peligros descritos en sus reflexiones: nadie hasta ahora se ha precipitado a los refugios antinucleares y no existe constancia alguna de que la gente esté haciendo acopio de alimentos en previsión de la terrible guerra nuclear que se avecina. 

Fidel, sin embargo, sigue siendo un problema para los cubanos. No tanto por él, que pinta cada día menos en la vida de sus compatriotas, sino porque la cúpula en el poder sigue usando su figura y sus Reflexiones como un repelente contra el cambio. 

bdgmr@yahoo.com 

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