viernes, 25 de junio de 2010

Laura versus Rodrigo



Definitivamente, la tradicional luna de miel concedida por el pueblo costarricense a sus gobernantes en el inicio del cuatrienio, no le fue otorgada a Laura Chinchilla. Ni siquiera por ser la primera mujer que llega a la presidencia. Y lo insólito de esta situación es que no ha provenido de la oposición sino de su propio partido, tanto de parte de sus diputados, como del dirigente más calificado, como es Rodrigo Arias. En ambos casos, la credibilidad de la Presidenta ha quedado seriamente cuestionada. En cuanto a su fracción, fue el rechazo masivo de los ciudadanos al pretendido y desorbitado aumento salarial que querían los diputados oficialistas y sus aliados libertarios, lo que causó un distanciamiento con el Poder Ejecutivo; en cuanto al dirigente de su partido, la polémica en que terminó el encuentro entre Laura y Rodrigo lo que causó un distanciamiento que difícilmente se podrá superar en un futuro cercano. Pero lo que es más grave aún es que en ambos casos, tanto la jefa de fracción de Liberación, como el propio Rodrigo, han desmentido abiertamente a la Presidenta al decir que actuaron con su apoyo en el primer caso y por iniciativa de ella en el segundo. En las dos ocasiones, desde la Presidencia se ha dicho lo contrario. ¿A quién creerle?
Lo anterior me parece muy grave porque, si algo necesita un gobernante, sobre todo si acaba de comenzar su periodo, es credibilidad. Tanto más cuanto que a Laura se le acusa de cierta desorientación con apenas unas semanas de haber asumido el poder como podría desprenderse de las críticas lanzadas por el propio Rodrigo. 
Considero que la causa fundamental de esta sensación de inseguridad, por no decir incapacidad, al frente del máximo poder de la nación no tiene solo una causa personal, si bien eso fue lo que trató de enfatizar Rodrigo, sino al hecho de que el Partido Liberación no había asumido un gobierno de minoría desde los tiempos de Oduber. 
Esta coyuntura se da a raíz del traumatizante desencuentro con quienes se había hecho una alianza de “gobernabilidad” para los dos próximos años, como son los libertarios.
Los partidos de oposición sin duda aprovecharán estas circunstancias para tomar distancia cada vez más ostensiblemente de un gobierno que muy pronto podría verse afectado con un serio deterioro en su popularidad, máxime si toma decisiones siempre controversiales, como subir los impuestos o devaluar drásticamente la moneda. 
Nunca como ahora un gobierno de Liberación tendría una oposición más fuerte que en este gobierno. Pero, para Laura, lo más grave de esta situación es lo que acaba de hacer Rodrigo, cuyas abiertas críticas le crean un inesperado y prematuro frente de oposición a un gobierno que, a los ojos de amplios sectores de la opinión pública, recibe el calificativo nada laudatorio de “light”. 
Las críticas de Rodrigo constituyen el golpe más fuerte para este incipiente gobierno, pues él maneja la mayoría de los diputados “oficialistas” y está empeñado en lograr lo mismo en las próximas elecciones de alcaldes. 
Por eso considero que debo cambiar la pregunta que en otra ocasión formulé cuando decía: ¿Quién gobierna este país? Lo que corresponde ahora es interrogarse: ¿Con quién va a gobernar Laura? 
La respuesta a esta incógnita sería evidente si se diera en otras circunstancias, pues lo más normal sería responder: ¡Con el pueblo, por supuesto! Pero pregunto de nuevo: ¿Está la Presidenta dispuesta a hacerlo? Y en caso de que lo estuviera: ¿la dejarían?

Arnoldo Mora

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