miércoles, 10 de marzo de 2010

¡QUÉ HORROR! (EN LA UNA)


 ¡QUÉ HORROR! (EN LA UNA)



Cuántos años han pasado desde la época del rector Carlos Araya Pochet cuando bajo su liderazgo, y la comprensión general, se dignificó el trabajo que venían realizando los “profesores nombrados a plazo fijo” (interinos).  Para entonces, al estimar que los derechos laborales no solo eran irrenunciables sino de obligatorio cumplimiento, atendiendo invitación que se les hiciera, se levantó una lista de 125 compañeros y compañeras que, según la aplicación de normas superiores de justicia y equidad, habían adquirido el derecho a plazas en propiedad.


A partir de criterios bien fundamentados, con el pasar del tiempo y según si las plazas eran vacantes o por sustitución, se programaron los correspondientes “concursos internos restringidos”, orientados a brindar la oportunidad a las asambleas de unidad académica a reconocer los derechos adquiridos y otorgar las plazas en propiedad. Así se hizo y, para sorpresa de los que hoy no creen en algo similar, ¡la UNA no se derrumbó! y más bien experimentó un nuevo aire pleno de entusiasmo.


Magníficos profesionales que antes sufrían las vicisitudes propias de la incertidumbre que siempre acompaña  a los interinos, pasaron a gozar de la estabilidad laboral que requerían para una mejor función universitaria.  Podríamos citar a algunos catedráticos, decanos, directores y miembros de las vicerretorías de entonces y de hoy, como partícipes de ese acto general de justicia bien logrado. 


Se trataba de personas “probadas”, con experiencia universitaria reconocida, a los que la Universidad Nacional (¡aquélla de la que algunos reniegan!) finalmente extendía su mano académica como lo hace la Alma Mater que extrañamos en la UNA. Eran tiempos en que las finanzas se adecuaban a las necesidades institucionales según fueren los programas académicos, y no como sucede en esta nueva época en que las directrices presupuestarias atropellan incluso a las personas y sus familias, llevándose a su paso la calidad académica que demandan los estudiantes.


Si creen que añoramos esos tiempos pasados no están equivocados. ¡Claro que quisiéramos vivir otra vez los momentos de la Universidad que llenaba de orgullo a los que colaborábamos en su construcción!  Y claro también que lamentamos el rumbo perdido de la UNA del siglo XXI (¡qué paradoja!) plena de ocurrencias, poca transparencia e intereses egoístas.


Para entonces a nadie, repetimos, ¡a nadie! se le hubiera ocurrido siquiera proponer CONDICIONAR  un nombramiento interino a la firma de una constancia “bajo juramento” con la que el profesor NO PUEDE “EXIGIR ESTABILIDAD NI PRÓRROGA” en la plaza en la cual se le está nombrando.  ¡Habrase visto mayor desprecio a un académico! ¡QUÉ HORROR!


Más allá de la aparente ilegalidad de esa renuncia forzada a un derecho irrenunciable, lo que más molesta es el maltrato intrínseco a que se le somete al trabajador académico, al que no solo se le desprecia como profesional sino también como ser humano merecedor de toda la consideración… que se ha dejado de lado. 



Y si de contradicciones se trata, éstas saltan a la vista. Tal vez la más evidente se deriva de existencia de esa misma “constancia”, pues podemos inferir “a contrario sensu”, que a partir de todos los nombramientos anteriores a esa imposición desproporcionada y desafortunada  -al no haberse firmado nada semejante- podrían los compañeros nombrados como interinos EXIGIR ESTABILIDAD Y PRÓRROGA.  En la de menos por ahí podría estar la solución jurídica a su favor para confrontar el desaguisado administrativo surgido desde la Vicerrectoría Académica.


Como la licenciada Sandra León procedió a “solicitar a las Unidades Académicas REVISIÓN de la declaración jurada que se esté firmando por parte de los funcionarios que sustituyen a becados interinos…”  (sin explicar a los directores en qué consiste dicha “revisión”) y en vista de que el “machote” de la desdichada constancia fuere enviada por su misma oficina, procedimos a revisar su origen (metiche que es uno) y encontramos algo interesante. El asunto surge de un caso particular, específico, que se atiende según las particularidades muy propias.  El machote se refiere a un nombramiento “por un plazo de … AÑOS” y en referencia a una plaza reservada para un “INTERINO BECADO” al que habría que reservarle la plaza que hasta antes de salir becado permitía su nombramiento. 


Pues bien, para sorpresa de muchos, el “machote” enviado por la Vicerrectoría Académica omite la referencia a los AÑOS y omite las comillas en “INTERINO BECADO”. Así, se está obligando a suscribir la tal constancia bajo juramento, a los compañeros interinos aún para nombramientos de pocos meses, y, todavía más torpe, para reservar la o las plazas a becados QUE NO ERAN INTERINOS SIQUIERA cuando salieron a estudiar.


Como parte de la “operación embarre”, estrategia con la que se pretende repartir responsabilidades que no son transferibles, la compañera Sandra procede a recordar el papel jugado por el Situn por medio de acuerdos suscritos con el rector Olman Segura (muy calladito por cierto en espera de que lo anuncien como ministro de Ciencia y Tecnología…) sobre el fracasado “plan de relevo”. 


Pero como ello no resuelve las consecuencias del maltrato, nada más esperamos que con miras a la búsqueda de una solución integral a lo que para algunos es un “problema” ¡sin serlo! (el “problema” de los interinos) se haga un alto en el camino, se reflexione, se dialogue, y aunque NO voten, se les atienda como en los tiempos del rector Carlos Araya Pochet.



Muchísimas gracias.




Freddy Pacheco
Escuela de Ciencias Biológicas
(con plaza en propiedad)

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