El último golpe de clavo pone fin a dos días de arduo trabajo. Fueron 16 las viviendas de madera construidas codo a codo por familias de un foco de extrema pobreza en Santiago y voluntarios de 'Un Techo para mi país', un trabajo social que mueve a unos 200.000 jóvenes en América Latina.
En esos dos días 200 jóvenes descargaron camiones, nivelaron el terreno, excavaron para poner pilotes y levantaron las 16 nuevas viviendas del asentamiento 'Esperanza y Fe', en el norte de Santiago.
Son de apenas 18 m2 y no tienen cocina ni baño, pero de algún modo estas casas representan un avance frente a las precarias viviendas de madera y lata que dejan atrás estas familias, en el inicio del camino para superar su condición de extrema pobreza.
La filosofía del plan es que las familias -que utilizan baños y cocinas comunales- tengan un lugar digno mientras buscan una solución de vivienda definitiva.
Para Tito y Etelbina, una joven pareja, su nueva vivienda significa un estímulo tras 8 meses de luchar por dejar las drogas.
"Vamos a empezar una nueva vida", comentó Etelbina a la AFP, en medio de la construcción, cuando trasladaba enseres junto a su hijo Jefferson.
Construida sobre bases que la aíslan del suelo y la humedad, las inundaciones o las plagas, cada vivienda está hecha con paneles prefabricados de madera, a un costo estimado en 500 dólares.
En la construcción de cada vivienda de emergencia participan entre 8 y 10 voluntarios de 'Un techo para mi país', una organización presente en 15 países de América Latina que surgió en 1997 por iniciativa del jesuita chileno Felipe Berríos y que hasta ahora ha construido 42.000.
Con palas, picos y un entusiasmo que desborda, los jóvenes se involucran de lleno. "Este es un proyecto donde los jóvenes no son invitados sino protagonistas", dice Berríos a la AFP.
En Chile el proyecto ha recibido críticas por atraer sólo a una élite de universitarios, que muchas veces ingresan no necesariamente por altruismo.
"Me da lo mismo qué los lleva a ingresar. Si van porque hay niñas bonitas o porque no tenían nada qué hacer. Lo importante es cómo regresan", dice Berríos.
Las familias beneficiadas aportan cerca de 10% del valor de la vivienda y participan también de la construcción.
"La idea es que las familias se organicen y luchen por salir adelante", explica Claudio Castro, director social para América Latina de la organización, a la AFP.
Se trata de que no sea asistencialismo, y eso explica el diseño de la vivienda de emergencia. "Es muy básica, para que no sea tomada como definitiva", agrega.
La iniciativa incluye también planes de educación y capacitación en oficios.
"Un techo para mi país' no recibe aportes estatales ni de la Iglesia Católica. El 90% de su financiamiento proviene de empresas y el resto de campañas públicas y concursos de organizaciones internacionales.
Está presente en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay, y su meta es llegar a toda América Latina en 2010.
La iniciativa construyó casi 200 viviendas de emergencia en Brasil, algunas de ellas en la favela Projecta de Sao Paulo.
En Argentina construyó 900, mientras que en Perú ya son casi 8.000. En este país fue clave en el proceso de reconstrucción de las ciudades afectadas por un terremoto en agosto de 2007.
En Chile el objetivo es más ambicioso: erradicar todos los asentamientos ilegales del país. Aquí también, a diferencia por ahora del resto de los países, se incluye otro objetivo: levantar comunidades sustentables, con viviendas sólidas y definitivas.
De hecho Tito y Etelbina vivirán unos 18 meses en su vivienda de emergencia y luego se trasladarán una casa sólida de 57 metros2... algo que por ahora les parece un sueño.
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