Un reciente informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación da cuenta que el número de hambrientos en el mundo superó los mil millones de personas, aumentando así en unos cien millones la cantidad de personas desnutridas en relación al año dos mil ocho, lo que significa cerca de una sexta parte de la población mundial.
El mismo informe señala que en relación a América Latina y el Caribe, el aumento fue de cerca de un trece por ciento más, a saber, la nada despreciable cantidad de cincuenta y tres millones de nuevas personas hambrientas. Asimismo indica, que pese al aumento en la producción de alimentos, el incremento en los precios se mantuvo superior al veinte por ciento en relación al momento en que se pronosticó la crisis alimentaria, crisis que se ha visto agravada con la problemática situación económica mundial, con pérdidas de empleo, bajos salarios, cierre y quiebra de empresas.
Frente a la crisis económica y ante los desastres sufridos por las grandes empresas, en muchos casos producto de actuaciones irregulares e inmorales de sus directores, de manera rápida y expedita los gobiernos de los países desarrollados elaboraron programas de apoyo a este sector. Millones de millones de recursos públicos se destinaron de manera inmediata para salvar a las poderosas empresas en bancarrota. Sin embargo, para las grandes poblaciones hambrientas, sólo se han dado buenas intenciones que todavía están muy lejos de ser cumplidas.
Ante un mundo hambriento y falto de solidaridad de los sectores de la población que más concentran la riqueza, es necesario desarrollar nuevas acciones que permita al menos reducir esta población, pues están muy lejos los beneficios que hayan alcanzado en el pasado y puedan alcanzar en el futuro del crecimiento económico.
Es fundamental el desarrollo de políticas que se orienten a un fortalecimiento de la población rural, con incentivos verdaderos al sector agrícola y a las actividades económicas relacionadas a dicho sector.
Otorgar herramientas tecnológicas, créditos subsidiados y generación de empleos con salarios competitivos, son acciones fundamentales para promover la competitividad de la agricultura y aumentar la producción de alimentos.
Frente a los datos dichos, es necesario un aumento en la producción de alimentos que tenga como consecuencia una rebaja en los precios, y así tener una mayor cantidad de alimentos a distribuir a la población de personas que hoy en día no tienen nada que comer.
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