domingo, 23 de noviembre de 2008

TODOS CONTRA ELLA
EDITORIAL ECO CATOLICO


En los últimos meses la Iglesia Católica ha asumido una posición valiente y digna en torno al tema de la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural.

Son muchas las luchas que este medio de comunicación, en particular, viene librando para no dejar pasar desapercibidas las constantes descalificaciones que recibe la Iglesia por tratar de ser fiel a Cristo en este delicado tema, rechazando, con firmeza, todo procedimiento que atente contra el valor fundamental de la vida.

En las últimas semanas, el Eco Católico ha publicado un sin numero de “derechos de respuesta” a una serie de personas e instancias que coordinan y articulan estrategias muy bien orquestadas y, especialmente, financiadas a favor de la despenalización del aborto, de la promoción del mismo y de la difusión de una visión sexista al margen de la ética.

Algunos diputados, ministros de Estado y periodistas, entre otros, se han autoproclamado “defensores de las minorías” acusando a la Iglesia de constantes “abusos” e intromisiones en la vida política. Esto no es nuevo pero, llama la atención, la agresividad e intolerancia manifiesta.

Es entendible que la Iglesia sea blanco de tanta burla y reprobación de parte de algunos sectores, claramente definidos, que evidencian en algunos casos, el prejuicio y la ignorancia, cuando no el populismo de frente a una opción clara por la persona humana como medida de todas las cosas. Para la Iglesia, desde el Evangelio, el derecho a la vida es la primera y fundamental garantía sobre las otras.

Como nos enseñara Monseñor Vittorino Girardi en su laureada predicación el 2 de agosto pasado: “El cristiano entonces está llamado a asimilar y a hacer vida la convicción de que no puede separar la opción por el Dios de Jesucristo, de la opción por la persona humana. Si decide poner a Dios en el centro debe, y con la misma medida, poner a la persona humana en el centro y, cuanto más se hace discípulo de Cristo, más se le hace inaguantable todo atropello del ser humano y de su dignidad”.

Las ofensas a la vida humana se han tornado en nuestra cultura costarricense un fenómeno cotidiano. De forma pasiva vemos el avance de una cultura de la muerte que es efecto de dar la espalda al Dios de la vida, de la voluntad engañosa de sustituir el reconocimiento de Dios como Creador por el repliegue en una libertad ilusoria, por la esclavitud del pecado o por la idolatría del mundo, en sus diversas variantes (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 2097).

Estas circunstancias, obligan tanto a los Obispos como a los sacerdotes, religiosos, religiosas, catequistas y laicos en general, a conocer las distintas propuestas legislativas que se discuten para su eventual aprobación con sus alcances jurídicos, éticos y morales y a difundir la doctrina cristiana en aras de resaltar en los creyentes el respeto irrestricto de la vida humana para que nadie, amparado en su investidura, disponga directamente de la vida sin tener en cuenta el grave riesgo social que corremos.

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