Durante las últimas semanas han surgido diversas propuestas para conformar una coalición que enfrente al PLN. Quiero aportar aquí algunas reflexiones sobre el tema, pero como al modo de preguntas frente a las cuales carezco de ninguna respuesta que me deje realmente satisfecho. Tomaré como referente principal –aunque no exclusivo- un escrito reciente del señor Jorge Guardia en La Nación.
- Primera pregunta ¿para qué coaligarse?
Dice Guardia: “Si los líderes naturales –Otto, Ottón y Calderón– ya no están en la jugada por decisión propia, no habrá delantero capaz de anotarle un tanto a Liberación”. Ignoremos por ahora lo de “líderes naturales”. Lo interesante es constatar lo que sabíamos: la propuesta de este columnista (y del grupo que él lidera) se centra en derrotar al PLN (“anotarle un tanto” o, de ser posible, golearlo).
O sea, se parte de un posicionamiento en negativo: derrotar al PLN.
Duda: ¿da ello razón y motivación suficientes para una coalición?¿podría movilizarse a la ciudadanía desde ahí y con prescindencia de un programa viable y convincente?
- Segunda pregunta: puesto que los “líderes naturales” quedan fuera, entonces, ¿cómo lograrlo?
El mecanismo sustituto en que se piensa es una coalición de amplísimo espectro ideológico. Así lo dice Guardia: “La coalición debe fraguarse entre partidos y no entre precandidatos (que solo velan por sus intereses personales) y basarse en una plataforma programática limitada y flexible, respetando las respectivas diferencias ideológicas”.
Luego me referiré a lo de la “plataforma programática”. De momento llamo la atención sobre un supuesto no explicitado: que todo el mundo dentro de los partidos estará de acuerdo en coaligarse haciendo a un lado a los precandidatos. Y aunque en esta misma columna Guardia nos recomienda el más “crudo realismo”, no es sin embargo coherente con ese criterio la idea de hacer desaparecer del mapa a los actuales precandidatos. Incluso si su caudal electoral es escaso, en todo caso sí tienen algún peso al interior de la respectiva estructura partidaria.
Esta es una “pequeña” complicación que nuestro columnista se salta un poco a la brava.
Tercera pregunta: derrotar al PLN ¿y luego?
Ya vimos que Guardia propone una coalición asentada “en una plataforma programática limitada y flexible, respetando las respectivas diferencias ideológicas”. Deduzco que el eventual gobierno de coalición trabajará “flexiblemente” alrededor de esa limitada “plataforma programática” de muy borrosos contornos, en la cual confluirán como puedan, y se tolerarán hasta donde puedan, ideologías muy dispares. Luego Guardia amplía: “Que cada uno se reserve el derecho a elegir diputados y otros puestos para preservar su filosofía”. Tendremos entonces un poder ejecutivo cuya “plataforma programática” arriesgará convertirse en una olla de grillos, y cuyo correlato legislativo serán varias fracciones de diputados y diputadas cada una ocupada en “preservar su filosofía”.
He aquí la Gran Duda: ¿es posible gobernar de esa forma? O, en todo caso, ¿qué clase de gobierno sería ese?
En breve: el tema principal no gira alrededor de la viabilidad de una propuesta de coalición cuyo único amarre es el anti-liberacionismo. El problema realmente morrocotudo se resume en lo siguiente ¿es que de una coalición tal podría surgir un gobierno viable?
Esto es clave: contar con una propuesta viable, es decir, una propuesta que, con razonable certeza, presente al pueblo de Costa Rica un proyecto político que contribuya efectivamente a superar, cuanto menos, los más graves problemas que enfrentamos. Pretender gobernar sin contar con ninguna propuesta política decente, no solo es limitado sino peligroso, precisamente porque nadie sabe adónde nos llevaría.
Por otra parte, hay una serie de artículos muy agudos que el sociólogo José Luis Vega Carballo ha venido ofreciendo en relación con estos asuntos. En el más reciente de sus escritos, José Luis reafirma su conclusión en el sentido de que la opción “coalicionista” no tiene futuro, y que lo que corresponde es crear un nuevo partido, con ciertas características que él ha analizado en varios de sus artículos. Aduce a su favor los resultados de encuestas recientes donde se manifiestan escasas simpatías por la idea de la coalición y una mayor aceptación por la de un nuevo partido.
Y, sin embargo, ni la construcción de un partido nuevo con posibilidades electorales reales es tarea fácil, ni tampoco es claro en qué clase de partido está pensando la gente cuando declara su simpatía por esa posibilidad. En otras palabras: decir que se desea un partido nuevo no aclara en qué consiste la “novedad” que se espera. Considérese que, cuando la frustración con lo existente es tan aguda y extendida, la idea de algo diferente alimenta la ilusión, pero es difícil saber que nos aguarda en el tránsito entre esa idea abstracta y la “realidad-real”. En su momento, una ilusión de ese tipo alimentó la idea PAC y la hizo crecer casi desde la nada (aunque luego ha venido el declive) ¿Se repetirá la historia? Es difícil, puesto que han transcurrido 12 años en que muchas cosas han cambiado.
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¿Y se repetirá de nuevo esta historia en Costa Rica? |
Para no hacer más largo esto, diré –como quién simplemente lanza ideas en borrador- que sigo pensando que la opción debería ir por la vía de construir una alianza con una doble faceta: político-partidaria y cívico-ciudadana. Que ello debería construirse con los partidos y con la ciudadanía organizada, en un ejercicio de diálogo amplio y pluralista al que se convoque a todas aquellas organizaciones y personas portadoras de genuinas convicciones democráticas (esa gente se haya tanto en los partidos -principalmente el PAC y el FA- como -en su mayoría- fuera de éstos). Que debe aspirarse así a construir una fuerza “progresista” que proponga e impulse un proyecto político de oposición al PLN, pero, sobre todo, alternativo al neoliberalismo, en el cual seguramente concurrirían amplios y muy diversos sectores de la población, conjuntados alrededor de una toma de posición clara alrededor de ciertos valores y aspiraciones esenciales: la justicia y la equidad; la profundización y perfeccionamiento de la democracia; la recuperación de la capacidad de decisión soberana sobre los grandes asuntos nacionales; los valores de la paz, los derechos humanos, la civilidad, la ética, la diversidad y la ecología. Y, sin duda, aquí no cabrán quienes de una u otra forma comparten con el PLN la ideología neoliberal hegemónica por ya casi tres décadas. En este contexto, ganar las elecciones de 2014 sería un objetivo importante pero no esencial: lo fundamental habría de ser construir una fuerza política viable que pese efectivamente en la decisión de los asuntos nacionales importantes.