Dos niños a los que identificaremos como A. y J. de 7 y 5 años, respectivamente, crecían como todos los de su edad hasta que vivieron la peor experiencia de su corta vida, la cual podrá marcarlos por el resto de su existencia.
Ellos son dos hermanos de distinto padre. Mientras que A. nunca tuvo una abuela paterna, J. visitaba la casa de la suya de manera regular, hasta que Mauren -su abuela- empezó a invitar a A. para que también la visitara, diciendo que lo consideraba su nieto, a pesar de no ser hijo de su retoño Christian.
A. no era muy dado a visitar esa casa, pero la insistencia de Mauren convenció a Kattia, madre de A. y J., de enviarlo también a visitarla.
En setiembre J. empieza a quedarse a dormir en casa de la abuela y su hermano A. lo secunda algún fin de semana.
El 5 de octubre todo empezó a cambiar en casa de Kattia, su madre y su padrastro.
Ese día por la mañana Kattia bañaba a J. y cuando fue a lavarle entre las nalguitas, el niño le pidió que no lo hiciera porque lo tenía quemado...
Entonces madre y abuela fueron a revisar a J., observaron que tenía el ano muy rojo y el niño de 5 años decía que le dolía mucho.
UN VIDRIO ENTRE EL CULITO
Al sábado siguiente, a la medianoche, Enid, la madre de Kattia, llegó a la habitación de esta última, tenía algo serio que comentarle. Sus nietos A. y J. le habían narrado una situación digna de una película de terror.
J. le había dicho que K., su tío de 14 años, le había metido el dedo entre el culito.
En una de esas veces que K. violaba a J. entró Christian, el padre de J., y según comenta Kattia, lo único que dijo fue: “K. deje de hacer eso porque se lo voy a decir a Kattia”.
Además A. le había comentado que estando en casa de Mauren, mientras se bañaba, K. se metió al baño sin permiso diciendo que iba a sacar un papel higiénico, luego le dijo al niño que estaba muy pequeño para bañarse solo y le permitiera restregarlo. Entonces K. puso a A. de espaldas y le metió un vidrio entre el culito.
A. dice haber gritado, mientras que “Mau” -la abuela de J.- desde el patio gritaba: “Callate, chiquillo escandaloso”, por lo que K. le tapó la boca para que no gritara más.
“Yo revisé a A., tenía el culito rojo y como desgarrado, como una herida que está sanando”, declaró Kattia en la denuncia.
Más tarde, estando Kattia junto con sus hijos y padres, J. dice de repente, según narra la madre en la denuncia: “Ay abuelito, se me olvidó contarte algo. 'Mau' sí supo que K. me tocó el culito, pero me golpeó con uno de sus dedos por la boca”.
Entonces el domingo 12 de octubre Kattia y su madre Enid junto con los dos niños visitan al pediatra, quien al conocer del caso los remite de inmediato al Hospital Nacional de Niños.
En ese centro médico son atendidos por una doctora, la cual pregunta a los niños si tienen algo que contar.
A. le narra el incidente del vidrio, mientras que J. solo dice haberle sucedido lo mismo que a él -señalando a su hermano con el dedo-.
Después de que los niños narraran su martirio, la doctora los revisó y sin decir nada a la madre ni a la abuela sobre lo encontrado les pide que vayan a interponer la denuncia, lo cual hacen, pero en el Organismo de Investigación Judicial los envían al Ministerio Público, directamente a la Fiscalía Adjunta Penal Juvenil.
Explica Kattia que después de estos sucesos sus hijos cambiaron para mal, “dejaron de ser mis bebés”, afirmó.
A. empezó a faltarles el respeto a los adultos, no come como antes, no quería ir a la escuela -cuando estaban en clases- aduciendo sentirse mal; mientras que J. empezó a orinarse, lo que no era común en él, solo quiere dormir y casi no come. Además por las noches, muy seguido, se despiertan gritando “K. no”.
El miedo de Kattia se mantiene, ya no por sus hijos, pues no permite que se le acerque su familia paterna, sino porque K., el supuesto violador, siempre está rodeado de otros niños menores que él, primitos y sobrinitos.
NO HA PASADO NADA
Kattia se manifiesta dolida porque en la Fiscalía solo remitieron a A. para exámenes sobre lo sucedido, mientras que J. ni siquiera se puso como ofendido, pero más allá de esta situación aparece la actitud de la familia paterna de J. respecto al caso.
“Ellos dicen que no fue nada lo que pasó. Como si nada me llaman a preguntar por el chiquito, me ponen mensajes preguntando si pueden venir a verlo o si lo voy a enviar a estar con ellos”, comentó esta madre de 26 años.
Dice sentirse trastornada porque además Christian, el padre de J., le envió un mensaje diciendo: “A mi hijo no le pasó nada”, solo porque no lo mandaron a Medicatura Forense ni aparece como ofendido.
“Sabiendo que es el nieto, leen la denuncia y aun así dicen que no pasó nada. Todo esto me tiene indignada”, añadió Kattia.
La experiencia que vive esta madre no empezó con la tortura a sus hijos, ella narra que se separó del papá de J. porque este quiso agredirla, además luego de una fiesta de cumpleaños del niño agarraron a su hermana del pelo y la arrastraron por el pavimento porque estaban guardando los regalos de cumpleaños.
Muchas cosas cuenta Kattia y no olvida lo sucedido cuando le puso pensión alimentaria a Christian. “Me amenazaron, me dijeron que ellos son una familia muy poderosa y que no sabía con quién me había metido solo porque el papá de Christian dice que es un alto jerarca de una de las policías del país”, expresó.
Kattia ya fue informada por el Ministerio Público que a la causa en que ella figura como denunciante se le solicitó apertura a juicio y se formuló la acusación respectiva.