Los problemas con Nicaragua eran previsibles después del fallo de la Corte de la Haya y su pretensión de dragar el San Juan. Solo una Cancillería desprevenida y dedicada a nombrar copartidarios, podía no anticipar nada y permanecer engañada, paralizada e inútil.
Los problemas con Nicaragua eran previsibles después del fallo de la Corte de la Haya y su pretensión de dragar el San Juan. Solo una Cancillería desprevenida y dedicada a nombrar copartidarios, podía no anticipar nada y permanecer engañada, paralizada e inútil.
El Poder Ejecutivo, infectado del virus abeliano del abrazo y la palmadita en la espalda, quiere conducir de manera meliflua las relaciones con el Istmo, dado que este, nos dice, es su principal prioridad. Sin embargo, se desconocen aún los fines y objetivos, los métodos de acción, la designación del personal calificado y el sistema de contextualización que le dé unidad a lo multinacional –por ejemplo, la integración– con lo nacional.
Si el Canciller hubiera calentado su silla ministerial y no la de los aviones, quizá no hubiera pifiado tanto. Quien actuó bien solicitando información oficial y sustentada del Gobierno nica, fue su vicecanciller; pero casi de inmediato el Gobierno desautorizó al pobre, tanto para su vergüenza personal, como para la del país. No les preocupó, tampoco, perjudicar así el interés nacional, al convalidar de hecho el proceder antijurídico, unilateral y agresivo del país vecino.
Los viajes de la Presidenta y el Canciller a Nicaragua han sido irrelevantes, aunque han ridiculizado al Gobierno. Al Canciller los nicas lo devolvieron con cajas destempladas, diciéndole que todo estaba bien y que no fuéramos tan preguntones. Nuestro ministro bajó la cabeza y aceptó creerles ahora y en la hora de nuestra muerte, amén. No se documentó gestión alguna y ni siquiera se mencionó el fallo de La Haya, en cuanto advierte que el dragado puede hacerse, pero sin perjuicio de los derechos de Costa Rica. No se entregaron estudios oficiales de impacto ambiental –claro, porque no existen–, y solo hubo palabras y más palabras. Hoy Pastora las desmiente y se apodera y usa territorio tico. Bien exigía Jorge Volio: hechos, no palabras.
Para el ministro de Relaciones en vez de explicaciones documentadas, lo que hubo fueron los clásicos abrazos, del tipo que Somoza padre, fundador de la dinastía, le dio a Sandino la noche misma de su asesinato. Por algo don Pepe, en la Conferencia Interamericana de Panamá, se negó públicamente a darle la mano, lo mismo que a Trujillo y Pérez Jiménez.
Ahora Judas Pastora, que muerde a quien le ayuda y lame las botas de los que lo patean, agrede mano armada a Costa Rica. Bienvenidos los abrazos y las sonrisas, frutos hermosos de la paz. Pero, como todo eso se funda en el respeto a la ley y a los derechos ajenos, el país debe levantar la sentencia de La Haya y procurarse un ministro de seguridad que por lo menos lea La Nación antes de dar una conferencia de prensa, para que sepa lo que está ocurriendo desde hace más de una semana.