DECADENCIA POLITICA Y MORAL EN LOS PARTIDOS DE LA BURGUESÍA Y SU ADLATERES CAMOUFLADOS
Humberto Vargas Carbonell
Hace unos pocos meses una joven estudiante me pidió que la recibiera porque estaba elaborando su tesis de grado universitario. Obviamente la recibí, como lo hago siempre que un estudiante muestra interés en conocer mis opiniones sobre diversas cuestiones. Pero en este caso me sorprendió su respuesta cuando le pregunté cual era el tema de su trabajo, pues me dijo que estaba elaborando una tesis sobre “marketing político”. Durante muchos años hemos criticado que las campañas electorales se parecen cada vez más a la publicidad mercantil, pero hasta ese momento no tenía noticia de que se hiciera un estudio sistemático de esa circunstancia.
La estudiante resultó ser muy inteligente y con un espíritu crítico sobresaliente. No este momento adecuado para comentar el trabajo de la joven estudiante, más bien para subrayar que también la en la próxima campaña el factor principal será el “marketing político”.
El llamado “marketing” político es un elemento absolutamente negativo y los que caen bajo su influencia pierden la responsabilidad política, vale decir que pierden el interés y la preocupación por los destinos de la patria.
El elemento básico de este marketing es la mentira, con lo cual se empobrece el espíritu y la inteligencia. Vivir en un mundo de falsedades corrompe a los ciudadanos hasta dejar de serlo en más profundo sentido de la palabra. La ciudadanía no es una simple categoría jurídica, es mucho más que eso. El verdadero Ciudadano está consustancialmente unido al patriotismo y al pueblo. Si no es así es un votante robotizado por falsas promesas que siempre han sido la cobertura de los peores propósitos.
Así como el burgués quiere ganar clientes para enriquecerse los políticos de la misma clase quieren más votos con idéntico propósito.
Mucha gente dice que si se hubieran cumplido las promesas de los falsos políticos nuestro país no sería lo que desgraciadamente es la realidad. La verdad es evidente. La política burguesa es cada día más superficial y su principal instrumento son los televisores.
El papel de los políticos de todos los signos burgueses y de la vergonzante izquierda se ha empobrecido en términos absolutos.
Nos parece que la única manera de actuar seriamente en política es luchando por recuperar la soberanía nacional comprometida especialmente por los tres Programas de Ajuste Estructural y por el Tratado de Libre Comercio con Estados y otros semejantes.
Las normas establecidas en esos instrumentos jurídicos dominan toda la vida social, política y económica, son los barrotes de una cárcel en que está prisionera la soberanía nacional. Muchos juristas formalistas antes de preguntarse si una disposición o un acto cualquiera viola constitución política, se preguntan si eso es contrario a lo que dispone el TLC que nos fue impuesto por un vulgar fraude electoral.
Esto ha convertido el régimen jurídico en un verdadero caos. Este caos ha convertido a la Sala Cuarta en el principal factor de gobierno, casi un típico caso de “dictadura en democracia”. Este fenómeno agrava por la actividad y la composición del Poder Legislativo, donde se legisla en base a ocurrencias cuando no en trampas contra los intereses nacionales.
Este caos impide una lucha eficaz contra la corrupción, que es nuestra enfermedad social más grave. La impunidad es la compañera inseparable de la corrupción.
Un grupo de políticos y de grandes millonarios están blindados, las leyes más elementales no los pueden afectar. En el Ministerio Público descansan como si estuvieran muertos una gran cantidad de expedientes contra los privilegiados, especialmente los que atañen a los hermanos Arias Sánchez.
Esta situación ha determinado la dolorosa realidad de que el país se haya convertido en refugio y paraíso de grandes delincuentes.
Hasta ahora ha sido imposible saber –y esto es apenas un ejemplo—quien fue el que trajo y protegió a Caro Quintero. Si esto no ha sido posible saberlo, a pesar del escándalo de hace treinta años; es bueno preguntarse cuántos más se mantienen ocultos y bien protegidos. Seguramente existen muchos “autoridad política superior” que venden protección amparados por sus altas posiciones. Han sido denunciadas las relaciones de altos políticos con el narcotráfico y aquí “paz y después gloria”, como decía un viejo camarada.
Cuando se captura una droga que va para Estados Unidos se tocan tambores y clarines, pero el negocio interno de las drogas prohibidas se mantiene oculto. Las cárceles están llenas de los minúsculos traficantes, pero los que ganan millones con el sucio negocio se mantienen ocultos.
Se hacen contratos con empresas cuestionadas y no pasa nada. Se fabrican convenios de imposible cumplimiento, por la oposición popular o por evidentes defectos y los que recibieron las coimas no son perseguidos. El casos del contrato con la OAS es buena prueba de lo dicho; el negocio se hizo muy fácil, no hacen el trabajo pero cobran una “indemnización de muchos millones de dólares. Si estos delincuentes internacionales se le pagara un centavo sería suficiente para una gigantesca protesta nacional. Sería la demostración de que este tipo de gobiernos neoliberales no deben existir, no sirven a los pobres pero engordan las cuentas bancarias de los corruptos y de los explotadores.
El Foro de Occidente con su lucha sacó a la luz pública uno de los capítulos más tenebrosos de la corrupción imperante y sigue en la lucha. Es un ejemplo aleccionador.
Los daños del Libre comercio se hacen sentir cotidianamente, los usufructuarios felices y el pueblo cada día peor, de manera especial los campesinos. La huelga campesina de Colombia es el anuncio de lo que será la respuesta popular contra el neoliberalismo. Ojalá sea pronto
Los partidos burgueses no dicen ni una palabra sobre este problema. Todos, unos conscientemente, otros por puro seguidismo le huyen al enfrentamiento con los yanquis. Cobardes y serviles, son sus títulos nobiliarios.
En las elecciones se lucha por la administración gubernamental, pero no por el poder. El Poder está fuera de la Casa Presidencial, está en los bancos, en las oficinas de los financistas y de los grandes millonarios, colocando en primer lugar a los representantes de los monopolios extranjeros. Cambian los presidentes pero el poder se mantiene intacto.
En esa mecánica les basta con los resultados del marketing político. Para los dueños del poder político generalmente les da lo mismo quien gane en las elecciones, mientras no exista una opción realmente popular con capacidad de vencer en un proceso electoral. ¿Qué hacer entonces? Nuestra respuesta es unir al pueblo trabajador en base a sus intereses básicos, sin sectarismo y con ausencia obligatoria de cualquier manifestación de hegemonismo. Esta unidad es la única arma eficaz para cambiar el neoliberalismo, es la decir la dictadura odiosa de los grandes capitalistas, por un poder realmente popular.
El signo más positivo de este proceso es que la mayoría de los ticos están contra todos los partidos de la gran burguesía y contra sus adláteres. Es esta una oposición, todavía desorganizada, que no es indiferente y anuncia el surgimiento de una nueva conciencia y una decisión de lucha por resolver los problemas que nos azotan. Ahí está el pueblo, en su infinita diversidad pero con un sentimiento compartido de amor a la patria y de amor para los que sufren las consecuencias del mal gobierno y de la avaricia de los grandes ricos. El día que estos contingentes se organicen brillará el sol de la verdad, del patriotismo y de la justicia social sobre nuestra querida tierra.