Los sindicatos aseguran que la manifestación de este jueves es para “despedir” al Gobierno de Laura Chinchilla, pero la mandataria lo ve con otros ojos y más bien cree que es una advertencia a su sucesor y a las autoridades que llegarán al poder, a partir de mayo de este año.
En una publicación en su página personal de Facebook Chinchilla arremetió contra los sindicatos organizadores de la protesta, por la afectación de servicios de salud, al sector transporte y las clases.
La Presidenta lamentó que la huelga “ni tiene causa específica ni es contra mi gobierno. Esta huelga es una protesta por demandas generales y es un acto de vergonzosa advertencia a las autoridades del próximo gobierno”.
Según las últimas dos ediciones del Informe Estado de la Nación, la actual administración es la más inestable del último cuarto de siglo. En el 2011, enfrentó 632 manifestaciones callejeras, para un promedio de 53 mensuales. El XIX Informe del año pasado reflejó que en este gobierno se ha vivido el periodo más largo y complejo de conflictividad social.
En su comunicación en redes sociales, Chinchilla admitió la cantidad de protestas, pero aseguró que no se dieron por indignación ciudadana sino por los sindicatos o concretamente por dirigentes del Frente Amplio. De hecho citó al Estado de la Nación sobre la mayor presencia de sindicatos, así como la tónica de que las protestas son generalizadas en sus temas, sin un único motivo.
“Desde el gobierno, sin embargo, sabemos que las causas detrás de las protestas sindicales, fue la estricta política fiscal que impulsamos durante nuestra administración que llevó, entre otras cosas, a contener de manera importante el crecimiento desmedido del gasto recurrente, especialmente el gasto en salarios. Pusimos orden en materia de incapacidades, se limitaron topes de cesantía y no se concedió un solo nuevo plus salarial ni aumentos que no se justificaran”, justifica Chinchilla.
La Presidenta cree que las protestas se dan por acciones de control de gastos y del crecimiento del Estado, por lo que llama una “actitud repudiable y contraria al espíritu de diálogo y civismo” a la protesta, que ya comienza a generar estragos.