La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, inicia hoy el último de los cuatro años de su primer mandato y lo hace como favorita de cara a las elecciones del próximo octubre, pese a que todavía no ha confirmado oficialmente si aspirará a su reelección.
Tras tres años de intenso trabajo y diversos desafíos, tanto económicos como sociales, Rousseff encara la última etapa de su primer mandato con el respaldo de más de la mitad de los brasileños (56 %), según una encuesta publicada por el Instituto Ibope el pasado diciembre.
La mandataria mantuvo una elevada aprobación desde su investidura, pero su valoración personal se desplomó a raíz de la ola de protestas sociales que sacudieron el gigante latinoamericano el pasado junio, aunque meses después y tras dar respuesta a algunas de las demandas de los brasileños, recuperó parte de su popularidad.
Respecto a la gestión de su Gobierno, Rousseff cuenta con un apoyo popular mayor que el que tenían tanto su antecesor y mentor político, Luiz Inácio Lula da Silva, como Fernando Henrique Cardoso en el último de sus primeros cuatro años de mandato, en el que ambos fueron reelegidos.
Mientras que el 41 % de los brasileños considera “excelente” o “bueno” el Gobierno de Rousseff en el último sondeo realizado por la firma Datafolha este año, ese porcentaje sólo era del 28 % para Lula en diciembre de 2005 según la misma encuestadora y del 37 % para Cardoso en diciembre de 1997.
Aunque todavía no se ha pronunciado sobre si volverá a ser candidata del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) en las elecciones presidenciales de octubre, los sondeos apuntan que en caso de aspirar al cargo, esta jefe de estado contaría con una intención de voto que le permitiría ser reelegida sin necesidad de disputar una segunda vuelta.
Las encuestas le otorgan a Rousseff una intención de voto cercana del 50 %, mientras que ninguno de sus posibles rivales superaría el 20 %, excepto la ecologista Marina Silva, que en caso de ser candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB), formación a la que se afilió recientemente, alcanzaría cerca de un 25 %.
A pesar de su silencio, tanto el PT y como su máximo líder, Lula, han defendido en más de una ocasión la candidatura de su ahijada política.
“Tenemos una responsabilidad y es reelegir a esta compañera como presidenta de la República”, declaró Lula el pasado diciembre al inaugurar el Congreso Nacional del PT.
En caso de aspirar finalmente a su reelección y ganar de nuevo las elecciones, como señalan los sondeos, la jefa del Estado tiene por delante numerosos retos, sobre todo el de impulsar una economía que crece a un ritmo menor de lo esperado.
En caso de aspirar finalmente a su reelección y ganar de nuevo las elecciones, como señalan los sondeos, la jefa del Estado tiene por delante numerosos retos, sobre todo el de impulsar una economía que crece a un ritmo menor de lo esperado.
Tras registrar una expansión del 7,5 % en 2010, en el último año de Lula en el poder, el crecimiento económico brasileño con Rousseff fue del 2,7 % en 2011 y de 1,0 % en 2012, mientras que los expertos calculan que este año no pasará del 2,3 % y que esa tasa se repetirá en 2014.
El próximo jefe del Estado deberá además lidiar con una alta inflación, que en los últimos tres años se ha mantenido en torno al 5 %, así como con una elevada tasa de interés, que cierre el año en el 10 %.
Asimismo, tras un 2013 marcado por el programa de licitaciones al sector privado, Brasil dejó en el papel la concesión del tren de alta velocidad entre Río de Janeiro y Sao Paulo, un proyecto cuya viabilidad dependerá del vencedor de las elecciones presidenciales.
La concesión del proyecto, defendido a capa y espada por la presidenta brasileña y considerado por algunos de sus posibles rivales como costoso e innecesario, fue aplazada el pasado mes de septiembre por cuarta vez desde 2010, por lo que en caso de victoria Rousseff tendrá el encargo de ponerlo en marcha.
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