miércoles, 24 de abril de 2013

¿Qué pasó en Venezuela? Vladimir de la Cruz Las elecciones de Venezuela del 14 de abril tan solo ha cerrado un capítulo, aunque suene fuerte, el del período Chávez, el de la V República, que tiene aparentemente un epílogo anunciado en los próximos tres años, de continuar el desarrollo evolutivo de la correlación de fuerzas que se expresaron en estas elecciones.


¿Qué pasó en Venezuela?

Vladimir de la Cruz

Las elecciones de Venezuela del 14 de abril tan solo ha cerrado un capítulo, aunque suene fuerte, el del período Chávez, el de la V República, que tiene aparentemente un epílogo anunciado en los próximos tres años, de continuar el desarrollo evolutivo de la correlación de fuerzas que se expresaron en estas elecciones.
El gobierno que inicia, del Presidente Nicolás Maduro, sobre los hombros y la memoria de Hugo Chávez, ha puesto en entredicho la obra de la llamada revolución chavista cuando el caudal electoral recibido por Maduro se vino literalmente al suelo, a un punto porcentual de perder el gobierno, y tiene sobre sí el reto de fortalecerla en medio de la crisis económica, financiera y social con que abrió el año 2013 la sociedad venezolana.
Chávez, sin lugar a dudas, guste o no, era la fuerza motora del proceso que él lideraba y, en sí mismo, en el plano nacional e internacional, representaba y simbolizaba una revolución social y política que despertaba emociones, simpatías y esperanzas en amplias masas de Venezuela, del continente y en otras latitudes, con su respectiva contraparte.
Innegables y admirables los logros que en los gobiernos del Presidente Chávez se obtuvieron en proyección social y popular, que fueron la fuerza del caudal político y electoral del Presidente Chávez.
La pobreza como tema social y político y los pobres, visibilizados y actores políticos activos, de esta nueva sociedad participativa venezolana, también se expresaron el 14 de abril, pero no masivamente para Maduro como lo era para Chávez. Esta es la realidad que debe entenderse para comprender mejor la complejidad de la Venezuela a partir del trienio que inició el 17 de abril.
Chávez mismo, aunque ganaba elecciones, venía desgastándose electoralmente. Si en el 2006 gana con ventaja del 26%, en octubre del 2012 lo hace con un 10% de diferencia, y en abril del 2013, Chávez, representado con Maduro, como se autoproclamaba él mismo, tan solo aventaja con 1.5% de diferencia. Además, perdió el Referéndum para las reformas constitucionales por una diferencia similar a la que obtuvo Maduro, que el mismo Chávez llamó “diferencia de mierda”. Electoralmente, en estos años, el PSUV y el chavismo ganaban elecciones, aumentaban ligeramente su caudal electoral, pero perdían porcentaje en referencia a la diferencia con la oposición política, al punto que en dos elecciones, de alcaldes y gobernadores anteriores, el número nacional de votos opositores era un 4% superior al obtenido por el chavismo, pero el chavismo lograba el 80% de alcaldes y gobernadores por la división y dispersión partidaria político electoral de la oposición.
Considerando que la oposición estuvo ausente cinco años de la representación diputadil en la Asamblea Nacional (AN), por voluntad propia, y que en política no hay espacios vacíos, por lo que el chavismo llenó plenamente la AN en ese tiempo, el resultado electoral de octubre, y el de abril, demuestran que el desgaste electoral chavista que se venía dando obedecía a factores propios del gobierno, de sus integrantes, del mismo Chávez, del propio debilitamiento que las Misiones sociales sufrían por corrupción y desviación de fondos y a la pérdida de confianza política en la solución de los graves problemas que afronta la sociedad venezolana.
El desgaste del gobierno en mucho ha obedecido a la enorme rotación ministerial e institucional de los principales funcionarios a cargo de las mismas. Desde su primer gobierno hasta el 2010 más de 300 cambios se produjeron a nivel de ministros, viceministros y otros funcionarios de alta jerarquía, lo que provocaba paralización de programas, de planes, de ejecución de obras, facilitaba la corrupción, obligaba a rearmar agendas, establecer nuevas prioridades políticas, cancelar las anteriores con sus efectos negativos de no continuar obras o debilitarlas, de desviación de dineros para otras tareas o prioridades de conformidad a los nuevos funcionarios, que trataban de darle a sus puestos y ejercicio de cargos el sello de su propia personalidad.
En esta situación Nicolás Maduro dentro del gabinete del Presidente Chávez fue el que más duración tuvo. Quizá por ello cuando Chávez, consciente del plazo de su muerte, designó a Nicolás Maduro como su sucesor político, en caso de que él faltara, para enfrentar el proceso electoral que seguiría, sabía que era el único de los suyos que podía tener mayor arraigo en el inconsciente popular justamente por esa larga relación ministerial, que lo hacía sobresalir sobre otros ministros o personajes importantes del PSUV o del chavismo como fuerza política.
Cuando el Presidente Chávez enfrentó los procesos de elecciones de alcaldes o gobernadores, al hacerse presente con ellos en mitines y actos públicos, prácticamente anulaba sus personalidades y les sustituía como candidatos, pidiendo votar por ellos, pero impidiéndoles desarrollar sus liderazgos. El uso de la figura de Chávez por Maduro tuvo algo de esto. Chávez no hablaba por Maduro, pero Maduro era su interlocutor…hasta del pajarito… No era Chávez el candidato, era Maduro. El PSUV en este sentido tiene líderes partidarios y regionales, limitados por el mismo Chávez, pero no nacionales del mismo nivel que Chávez. El liderazgo nacional lo tenía de manera absoluta Chávez.
Los problemas internos de Venezuela desgastan a cualquier presidente. Chávez no estaba exento de este desgaste y con él sus ministros, que eran los que tenían que enfrentar los problemas concretos ante la ciudadanía, en las distintas regiones de Venezuela. El único ministro que estaba al margen de ese desgaste directo era Nicolás Maduro por la naturaleza de su ministerio, las relaciones internacionales, que lo ponía fuera de Venezuela y del desgaste directo del malestar ciudadano. Por ello la escogencia de Chávez de Maduro para su sucesión quizá fue la más correcta, aunque no conociera de modo profundo los problemas locales, lo que quizá influyó en Maduro para evitar el debate y la confrontación electoral. Otro candidato chavista, dado el resultado del 14 de abril, hubiera quedado noqueado políticamente antes de ese día y de manera contundente en las urnas en la noche del 14.
El abordaje de la campaña electoral, sosteniendo el gobierno desde diciembre hasta abril, fue torpe, basado en la emoción que gravitaba alrededor de Chávez, su cáncer, su estancia en Cuba y su muerte, y de su hijo predilecto Maduro, su apóstol, el escogido, el ungido, y del pajarito que lo guiaba, con el apoyo mediático oficial del cargo desempeñado, lo llevaron de una diferencia del 18% al inicio de la campaña al 1,5% con que finalmente se impuso, de modo que su caída fue más estrepitosa en tiempo que la que venía sufriendo Chávez y el chavismo como fuerza político electoral dese el 2006.
Nicolás Maduró ganó electoralmente, pero perdió políticamente. Ganó gobierno, pero perdió apoyo de masas. Tiene mayoría legislativa, pero debe reconocer al 49% de la población venezolana en sus interlocutores políticos opositores. El abstencionismo aumentó casi un 3% el 14 de abril, que resultó de partidiarios del chavismo que se alejaron del PSUV, dejaron de ir a las urnas, indiferentes y conformistas con cualquier resultado que se diera.
Si Maduro quiere gobernar tratando de resolver los problemas álgidos que agobian a todos los venezolanos, violencia, corrupción, burocratismo, irresponsabilidad, indolencia y abuso administrativo, reactivación de empresas básicas, despartidizar los poderes públicos, la inseguridad ciudadana, la electricidad, escasez y desabastecimiento de servicios básicos, inflación superior al 20%, escasez de divisas, entre otros, debe considerar y tomar en cuenta a las fuerzas opositores para resolverlos.
Maduro es un civil, no un militar, aspecto que pesa mucho en la sociedad venezolana. Chávez era un militar que electoralmente ganó el gobierno, que combinaba su inteligencia con su fuerza. Actuaba en su doble investidura, e imponía constantemente el temor reverencial del uniforme, que pesa en el inconciente negativo de los venezolanos. Maduro debe gobernar más con la palabra, la razón y con inteligencia emocional política más que con las órdenes, ademanes y desplantes militares. Difícil situación cuando su gobierno arrastra más de 1000 militares en distintas funciones público estatales con los que tiene que lidiar y pactar.
La oposición fue la gran ganadora política y electoralmente. Haber empezado a participar en elecciones, con las legislativas, fue un acierto, porque ahora tiene una vocería de control político y colegisladora que es tomada en cuenta, es oída y reconocida popularmente.
Las elecciones de alcaldes y gobernaciones aún los ha tenido muy divididos. La presidencial frente Chávez, que era previsible la derrota, fue su mejor ensayo para recuperar fuerzas, cuando se redujo el porcentual de ventaja chavista en 16% y aumentó en dos millones sus votantes, y frente a Maduro aumentaron casi un millón de votos más.
La ausencia de Chávez produjo confianza y credibilidad en el triunfo, en la posibilidad de derrotar al chavismo y lograr el gobierno. La organización y la movilización ciudadana la aseguraron.
Henrique Capriles se convirtió desde octubre en el líder nacional, unitario y único, más solvente de las fuerzas opositoras, que de mantenerse, difícilmente pueda ser derrotado en la próxima elección. Es el que mejor resultado ha logrado electoralmente en los 14 años de chavismo.
Mantener la unidad opositora será su reto. Plantear objetivos políticos de una VI República postchavista será su estrategia.
Capriles ya no es, como se le acusaba, el representante de la derecha neoliberal y de las clases alta y media-alta, lo es también de amplios sectores populares.
Si Chávez ha sido el último caudillo de Venezuela, Capriles es el primer caudillo opositor del chavismo. Con Chávez no acabó su revolución, tan solo la administra por los próximos tres años Maduro. Si Chávez marcaba destino para Venezuela, Sur América, el continente y otras regiones, Maduro empieza a marcar su propio destino. Maduro y Capriles desde el 17 de abril son la era postchavista.
Para Chávez las victorias sabían a victoria, para Maduro sabe a derrota, mientras para Capriles su derrota sabe a victoria. Si a Chávez lo llegaron a despedir 54 Jefes de Estado, de Gobierno y Presidentes, a Maduro lo han ido a recibir menos de 20.
Para el nuevo gobierno de Maduro su reto inmediato es caminar con sus propios pies y pensar con su propia cabeza. Ya no es Chávez, ni el gobierno de Chávez. Podrá ser la continuidad del PSUV y lo que Chávez impulsó, pero tendrá que tener su propio sello, su identidad, su personalidad, su propio grupo de trabajo, que es el que enfrentará y confrontará dentro de tres años, sometido a evaluación político electoral, cuando haya posibilidad de convocar el Referéndum Revocatorio, oportunidad que la oposición no desperdiciará para solicitarlo.
La integración del Gabinete y los cambios en la dirección de ministerios e instituciones del gobierno indicarán por donde camina Maduro, quien lo acompaña dentro del PSUV y su liderazgo gubernativo que inicia con su nombre, evidenciará sus contradicciones e intereses que se mueven en el PSUV y el Ejército
Capriles como Maduro son venezolanos y ambos representan a todo Venezuela y al país que sueñan todos los venezolanos.
Hasta el 17 de abril a Maduro lo guió un pajarito. En los próximos tres años el riesgo es que le aparezca o lo guíe un zamuro si no pone bien los pies en la tierra.

(Publicado en El Venezolano, Costa Rica, 23 de abril al 6 de mayo, 2013, p. 8-9)

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