domingo, 23 de septiembre de 2012

El “pez gordo” de la trocha



No todo se ha dicho sobre la trocha norte. La prensa está apenas en sus primeros escarceos. Nos hace falta todavía la ficha principal de ese affaire fronterizo, o sea, el “pez gordo”, el que nunca aparece, o aparece tarde cuando ya todo está consumido y consumado.
Porque tiene que haber un “pez gordo”. A ese nivel de obras, con la proyección que tienen para volverse un centro neurálgico de negocios, es casi imposible que no lo haya. Lo que pasa es que, como siempre, codo a codo con sus cómplices se las arreglará para solaparse entre los vericuetos de la impunidad.
¿Quién ideó la trocha? ¿Quién la aprobó, ordenó y ejecutó? ¿Cómo? ¿Quién le daba seguimiento y con qué criterio? Era claro desde el inicio que al provenir esta de un decreto de emergencia, el arca estaría siempre abierta y la mesa servida para el festín. ¿Qué precauciones se tomaron? ¿Quién fue el responsable? Quizá a través de estos entresijos del escándalo discurra el hilo de Ariadna que nos conduzca a despejar tantas dudas.
La trocha ofreció tres vertientes principales de corrupción: una, la burda, o sea el óleo torrencial de miles de millones de colones robados y perdidos a la hora de abrirla a lo bestia. Si aquí no hubo un “pez gordo” para robar, lo hubo para dejar robar, lo que es igualmente punible.
Otra vertiente: la madera. O sea, la sangre del bosque que el mismo desafortunado decreto ordena tácitamente derramar. En medio del borrascoso polvo de la trocha, convertida en tierra de nadie y de todos, esas tucas eran toda una tentación para las hienas de lo ajeno. ¿Qué fue de ellas? ¿Qué será de las que queden?
Sin embargo, estos primeros dos focos de corrupción son plata menuda comparados con el tercero, el más jugoso y sabroso a largo plazo: la compra de propiedades estratégicas a lo largo y ancho de la trocha previendo el megaproyecto que se vislumbra.
Esta ha sido siempre una práctica común cada vez que se abren carreteras sobretodo a lo largo de alguna costa o zona sensible. No bien el gobierno da luz verde a la obra, los políticos de turno, en colusión con ciertas compañías constructoras, corren a comprar a precios alterados enormes extensiones de terreno aledañas a la nueva vía con el fin de desarrollar, a no muy disimulado plazo, urbanizaciones, centros comerciales, enjambres financieros y toda suerte de “bisnes”.
Y la frontera norte no tiene por qué ser la excepción, sobre todo ante la inminencia de obras de gran envergadura a la otra orilla del San Juan por parte de Nicaragua, cuyo proyecto estelar, el canal interoceánico, figura en el primer lugar de su agenda gubernamental. De manera que el dineral botado en la trocha y el desguace del medio ambiente allí se quedan pálidos ante la magnitud de lo que se avizora.
De confirmarse esta sospecha se daría algo nunca visto en nuestra historia: que lo que empezó como una rabiosa disputa fronteriza con el vecino del norte, acabe en piñata de negocios entre las élites políticas y empresariales de ambos países con todo pagado por usted y por mí. ¿Brindarán al menos en honor a nuestra ingenuidad?
Es inevitable entonces imaginarse a futuro la trocha convertida en carretera flanqueada por navieras, bodegas, contenedores, pitos de barco, puteros, hoteles, night clubs, casinos, urbanizaciones de fantasía y demás estridencias mientras “El Padrino” de marras, puro en boca, gozará de buena salud en alguna parte sobre el cadáver de nuestras mariconadas soberanas y patrióticas.
Para mí es aquí donde debemos ubicar e identificar al gran magnate porque, insisto, es imposible que con semejante proyecto en ciernes y las perspectivas de éxito internacional que tiene, alguien no meta la mano a fondo para el consabido “¡vénganos en tu reino!”
Hasta me puedo imaginar al susodicho con cara de rico bien comido, rosadito, rasurado hasta el último pelo con after shave inglés, camisa impecable de dry cleaning, modales refinados y una inconmovible expresión de “yo no fui” que hasta lo hace a uno sentirse horrible por intrigante y mal pensado.
Debe ser por eso que a las investigaciones sobre este caso no les auguro suerte y mucho menos crédito. ¡Ver para creer! Ahí las irán “pateandito” para adelante hasta hacerlas entrar en la franja electoral del 2014 donde cualquier imputación o cargo a alguien se politiza, banaliza y ¡adiós mis flores!
No obstante es de esperar que al menos a través de la prensa se vaya abriendo poco a poco esta Caja de Pandora que nos permita conocer al genio en todo su esplendor para someterlo, como se merece, si no a la vindicta pública, que sería mucho pedir, a una condena popular de esas que duelen para toda la vida.
ed@columnistaedgarespinoza.com

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