La dictadura es un fantasma que ronda de nuevo a Nicaragua. Esta vez, ya no la dictadura de derecha que encarnó Anastasio Somoza durante 43 años, sino una de izquierda que parece insinuar Daniel Ortega, el actual presidente de la pequeña nación centroamericana.
Ortega quiere hacerse reelegir en la Presidencia a cualquier precio y para sus opositores y muchos copartidarios que han tomado distancia de él en los últimos dos años, escogió el camino del autoritarismo al pasar por encima de las leyes de la República para favorecer su proyecto político.
Para la oposición, todo parece indicar que quiere imponer una dictadura de izquierda en su país. Él, que paradójicamente combatió la dictadura de Somoza y la derrocó con el Frente Sandinista para la Liberación Nacional en 1979 en busca de la democracia.
Y es que a pesar de que el Artículo 147 de la Carta Política de Nicaragua prohíbe a los presidentes, vicepresidentes, alcaldes y vicealcaldes postularse al mismo cargo que ostentan en forma consecutiva, Ortega interpuso un recurso de amparo, en octubre del año pasado, para hacer inaplicable el artículo en su caso.
Ese recurso fue admitido y fallado a su favor por la sala especializada de la Corte Suprema de Justicia (de mayoría sandinista) en un tiempo récord de tres días, pero está pendiente de ratificación por parte de la Corte en los próximos días, donde los magistrados sandinistas y liberales se dividen las curules.
Lo que hizo la sala especializada fue interpretar que la reforma constitucional de 1995 que prohibió la reelección “viola los derechos humanos y constitucionales” de funcionarios sandinistas que aspiren a ser reelectos y que fueron expresamente incluidos en el recurso de amparo.
De esta manera, la decisión le abre el camino al presidente Ortega y a 109 alcaldes sandinistas que fueron elegidos en los polémicos comicios del 2008. Y le permitiría a Ortega presentarse a las presidenciales del 6 de noviembre del 2011 y, a los alcaldes, a las elecciones locales del 2012, si la Corte ratifica la decisión, como se cree que lo hará.
Para lograrlo, Ortega ha extendido por decreto el periodo de dos magistrados sandinistas, Rafael Solis y Armengol Cuadra, pese a que ya se les venció su período constitucional. Eso, según los analistas, tiene como fin confirmar a la larga una sentencia de la Sala Constitucional que permitiría la reelección continua del presidente Daniel Ortega.
El analista nicaragüense, Gustavo García, consideró que ése es el trasfondo de la decisión del orteguismo en la Corte Suprema de Justicia, al haber también integrado ilegalmente a ella, hace apenas unas semanas, a siete conjueces. “Los están convocando única y exclusivamente para reelegir a Daniel Ortega en el poder”, estimó García.
El ex presidente de la Corte Suprema, el magistrado liberal Manuel Martínez, sostuvo, a su vez, que “el trasfondo es darse ellos (los orteguistas) legitimidad”. Es decir, darle piso legal a sus pretensiones de mantenerse en el poder.
De hecho, el politólogo y economista nicaragüense, Orlando Núñez, simpatizante del sandinismo, aseguró que lo que se está defendiendo, más allá de la reelección de Ortega, es “la permanencia de un proyecto político en el poder”. Un proyecto político que en su criterio es “nacionalista, de capitalismo nacional y no socialista como el que defiende Chávez en Venezuela”.
Pero es precisamente el giro antidemocrático que ha dado Ortega en su gobierno el que ha hecho que antiguos aliados suyos como el ex vicecanciller Víctor Hugo Tinoco y la ex congresista Mónica Baltodano tomen distancia, renuncien a apoyarlo como lo hizo esta última al dimitir a su curul y se sumen a la oposición.
“En Nicaragua no existe democracia económica. Y la democracia política, en sus aspectos institucionales, electorales, formales, se ha ido deteriorando y deformando”, señaló Tinoco.
Más aún, el ex vicecanciller acusa a Ortega de estar involucrando a Nicaragua en un bloque ideológico que crearía más dependencia económica al país, además de estar “planteando formar un bloque militar”, siguiendo la propuesta lanzada por Hugo Chávez de crear un consejo de defensa militar paralelo al Alba (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América).
La ex congresista Baltodano, por su parte, alertó sobre el avance de las pretensiones autoritarias del Presidente y dijo que “el orteguismo no está en declive, está en su momento de expansión, de crecimiento”.
Aseguró que, curiosamente, Ortega “ha logrado apoyo de un gran capital internacional y nacional; los grandes capitalistas de Nicaragua realmente lo están apoyando, la gran empresa privada también y tiene el control de la mayoría de los medios de comunicación en nuestro país”, asegura Baltodano.
El analista Núñez reconoce que ese apoyo obedece a que hábilmente Ortega les ha conseguido mercado en los países del sur, del Alba y aún en Rusia, a los grandes productores de carne, leche, fríjol y de otros bienes que se vieron afectados por la reciente crisis económica de Estados Unidos, su gran comprador.
Con el sol a las espaldas
Pero en la gran población, Ortega no parece tener la misma acogida, y se evidencia el descontento con su gestión desde las elecciones de alcaldes del 2008 envueltas en dudas de fraude, según lo denunció la Unión Ciudadana por la Democracia (UCD), conformada por 16 organizaciones políticas opositoras al Ejecutivo.
En efecto, una encuesta realizada por la firma local M&R da cuenta de que al 58,3% de la población la gestión de Ortega le provoca “desesperanza”, mientras un 45,7% cree que bajo su mandato el país avanza hacia “la desunión y el conflicto”.
Como si fuera poco, el 51% opina que el gobernante es “autoritario” y busca instalar una dictadura en el país, según la misma encuesta.
Con relación a las elecciones presidenciales de 2011, un 56,1% de encuestados se pronunció a favor de un cambio en la directiva del Consejo Supremo Electoral, al que la oposición acusó de fraude en los comicios municipales de 2008.
“La gente presume que un triunfo de Ortega (en el 2011) pasaría por un fraude y si hubiera un Consejo Supremo Electoral independiente, la gente presume que Ortega no ganaría”, explicó el director de la encuestadora M&R, Raúl Obregón.
El descontento con el Presidente se manifestó, también, con la convocatoria que hiciera en la última semana Carlos Tünnerman, antiguo militante sandinista y ex embajador en Estados Unidos, a una marcha nacional contra la reelección para este 27 de noviembre.
Tünnerman, de la Unión Ciudadana por la Democracia (UCD), dijo que ese día marcharán bajo el lema: “Por nuestro derecho humano a unas elecciones libres y transparentes en 2011”.
Agregó que dudan de la transparencia del Gobierno y los órganos electorales y por eso demandarán la observación nacional e internacional para las elecciones generales de noviembre de 2011, la verificación y depuración del padrón electoral, entre otras medidas que garanticen un proceso limpio y transparente.
Por lo pronto, Ortega sigue moviendo sus fichas dentro y fuera del país. Adentro, para poner las cosas a su favor con los magistrados de la Corte que deben ratificar su habilidad para buscar la reeleccion presidencial.
Y, afuera, logrando el apoyo del Alba a esa pretensión política como ya se logró, y obteniendo recursos de esa organización que no pasan por el presupuesto nacional ni por el Congreso, para financiar entre los más necesitados su proyecto político de largo plazo.
Una vida tras el poder
Daniel Ortega siempre ha estado seducido por el poder. A él llegó por las armas en 1979, cuando las izquierdistas guerrillas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrocaron al régimen dictatorial de la dinastía Somoza, que controló a sangre y fuego el país durante 43 años.
Tras la victoria, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, postuló a Ortega a la Presidencia en las elecciones de noviembre de 1984. Ganó con 63% de los votos y gobernó hasta 1990 en medio de una guerra interna, contra la administración sandinista.
Ortega volvió a ser candidato en los comicios de febrero de ese año, pero fue derrotado por una coalición de partidos de derecha y centroderecha que encabezaba Violeta Barrios de Chamorro, quien gobernó desde 1990 a 1997.
Para sustituirla, Ortega volvió a aspirar a la Presidencia en 1996, pero sin éxito. En 2006 se reencontró con la victoria, gracias a una reforma electoral acordada con el ex presidente derechista Arnoldo Alemán (1997-2002) que redujo la proporción de votos requeridos para el triunfo a sólo 35%. Ortega obtuvo entonces el 37,9% de los sufragios.
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