A pesar de su aislamiento internacional el Ejecutivo formado tras el golpe de Estado de hace una semana no da su brazo a torcer y advierte que no dejará aterrizar al avión del presidente derrocado, Manuel Zelaya, que tiene previsto regresar hoy al país desde Washington.
Ya ayer, miles de seguidores de Zelaya se concentraron en las inmediaciones del aeropuerto de Tegucigalpa.
La tensión no deja de crecer. El nuevo Gobierno, apoyado por el Ejército y las élites del país, ha dicho al dirigente depuesto que su retorno puede provocar un baño de sangre.
Zelaya recibió ayer en Washignton el apoyo de la Organización de Estados Americanos, que suspendió a Honduras en un gesto de firmeza sin precedentes en 20 años.
La situación es delicada porque el presidente, deportado el pasado domingo, pretendía volver a Honduras junto a otros jefes de Estado latinoamericanos. El Gobierno interino ha dicho que impedirá el aterrizaje “venga quien venga” en el avión.
Zelaya fue expulsado tras convocar un referéndum sobre su reelección que rechazaban los principales estamentos del país.
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