sábado, 11 de julio de 2009

Golpistas hondureños se burlan de la Comunidad Internacional

Transcurridas dos semanas del golpe militar en Honduras, continúan en el pequeño país centroamericano las manifestaciones populares de repudio al movimiento sedicioso y exigiendo el regreso de su legítimo presidente Manuel Zelaya.

Mientras, el tiempo pasa y sin resultados visibles concluyó en San José de Costa Rica la primera ronda de negociaciones entre el presidente costarricense Oscar Arias, como mediador y los representantes del gobierno de facto.

Resulta evidente que las pláticas se dilatan y retrasan el momento en que Zelaya ocupe el lugar que le corresponde por Ley, y hasta se habla de segunda y tercera rondas, a mi modo de ver una pérfida maniobra, a sabiendas que es imposible para el heroico pueblo hondureño mantenerse indefinidamente en las calles, exigiendo el retorno al orden constitucional.

No obstante el casi unánime repudio internacional , los hechos evidencian que los golpistas se sienten seguros y no esperan una condena más allá de las palabras, ante las contradicciones del gobierno de Estados Unidos, cuyo presidente Barack Obama ratificó su rechazo a la asonada militar, mientras funcionarios de alto nivel apoyan abiertamente a los usurpadores.

Frescas aún las expresiones de respaldo de tristemente célebres personajes de elevado rango en el gobierno como Otto Reich y John Negroponte , y hasta congresistas de la ultraderecha han recibido en Washington a los golpistas, lo que ha puesto en entredicho la publicitada posición de la Casa Blanca en torno al conflicto.

Con independencia de ello, por débiles resultan insuficientes las medidas adoptadas por Estados Unidos como forma de presionar a los gobernantes de facto a devolver el poder a su legítimo representante elegido por el pueblo democráticamente, todo lo contrario a la diáfana posición de Venezuela , que suspendió de inmediato el suministro de petróleo a Honduras.

El tiempo no se detiene, se suceden las vacilaciones y por una u otra razón no se concreta el mandato de la comunidad internacional, de la OEA, del ALBA, del Grupo de Río y de la ONU, para restituir al presidente Zelaya al frente de su país como reclama la mayoría de los hondureños y que la nación centroamericana retorne al orden constitucional.

Los días inmediatos serán definitivos para conjurar lo que no es solo una brutal agresión a la democracia y al pueblo hondureño, sino representa también una burla a la comunidad internacional y una real amenaza de que hechos similares se repitan en un intento por revertir los procesos populares en Latinoamérica.

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