José Roberto Rodríguez Quesada,
Diputado,
Norte de mi accionar (mayo 2011-abril 2012)
Tenemos la enorme responsabilidad de saber legislar bien o dejar al país, después de nuestro paso por este Congreso, en peores condiciones; a pesar de lo muy ilusionados que llegamos aquí por primera vez.
En los últimos 20 años han pasado por este Congreso, más de 285 legisladores (as) y para decir la verdad esta Institución no ha cambiado mucho.
Las mismas paredes y los mismos asientos; un Congreso que se quedó rezagado en el tiempo. Un reglamento vetusto e incómodo para legislar; pero lo peor no está ahí, ¡ojalá fuese así! Es que detrás de esas grandes incongruencias, no existe – teniéndolo –, un pensamiento claro, objetivo y racional de los legisladores que estamos o que hemos pasado por aquí, y que hubiéramos logrado hacer las grandes transformaciones que este país necesita.
No hay otra alternativa: si queremos ser consecuentes, debemos dejar para las futuras generaciones, aportes transformadores que dinamicen todos los estratos de la sociedad costarricense. El tiempo no espera y he aquí el dilema: o le damos validez y revalidamos el quehacer político transformándolo profundamente, como el instrumento más importante en la que basa todos los postulados la democracia; o vamos camino a una crisis más profunda y a deterioros insospechables, ya que nuestra visión de vida y el quehacer político perdieron toda su grandeza y transparencia para construir realidades concretas y se quedaron simplemente en palear las crisis. Requerimos planteamientos de largo plazo de lo que queremos debe ser la Nación, que nos permitan construir los nuevos ideales sobre los que debe sustentarse la nueva sociedad.
Estamos aquí para sacar al país de su parálisis e ingobernabilidad, y de su severa lentitud en las decisiones importantes para apalancar el desarrollo económico y social. Todo rezago en esta materia tiene severas consecuencias para la marcha y la competitividad del país, peor aún si el país no tiene un norte ni la evidencia jurídica para la inversión.
Se ha perdido la capacidad de comunicación, es la hora de que este Parlamento diseñe y ponga al alcance de todos la capacidad de llegar acuerdos; y logre convenir sobre los grandes propósitos comunes, mismos que puedan transformarse de verdad en resoluciones a cumplir por todas las partes involucradas, de las que salgan las grandes soluciones y las grandes oportunidades.
Esta es nuestra propuesta. Ir en busca del tiempo perdido y lo dejado atrás por hacer, la capacidad de entender la realidad, de los retos olvidados, el hacer las cosas a tiempo, sin dilatarlas, que permita que el ciudadano recupere de nuevo la fe en la democracia. Que no haya temor a los cambios ni a reparar los errores, para permitir a la postre, darle la verdadera dimensión al quehacer político.
Compañeros diputados y diputadas, no perdamos de vista que corresponde a esta Asamblea un papel fundamental en la búsqueda de respuestas a los diferentes actores sociales, por más disímiles que sean entre ellos, para que su mediación sea un éxito.
La Constitución establece los mecanismos para hacer las leyes. Esto ha permitido por muchos años que este Congreso haya aprobado tantas leyes, aunque son muy pocas las que revisten carácter de legislación necesaria. Lo más apropiado sería la derogatoria de muchas, ya que la duplicidad con otras legislaciones ha creado tal caos que solo esta Asamblea podría solucionar semejante entuerto.
Asombra que tantos legisladores de uno y otro partido que han pasado por este Congreso dedicándose en su mayoría a hacer las leyes, no hayan caído en la cuenta que todos esos años, el Congreso se ha convertido en una fábrica de hacer leyes, que en su mayoría, no han resuelto los problemas de este país.
Las emisiones de algunas de ellas, han sido sumamente importantes, por cuanto lograron llenar vacíos existentes, y en otros casos, completaron aspectos que quedaron pendientes, tramitología que se hacía necesaria.
Con esas justificaciones que he manifestado no quiero decir que las diferentes Asambleas de los últimos años cambiaran y dieran un nuevo rumbo al país. Para curarme en salud, reconozco que legislaciones como por ejemplo: Las Garantías Sociales, Asignaciones Familiares, Banco Popular, la Nacionalización Bancaria, Ley de Protección al Trabajador, Sala Cuarta, fueron hitos en la historia de la legislación en este país y que gracias a ellas, el país no cayó en la trampa de la inestabilidad social.
Yo me pregunto, ¿si en otros momentos se pudo producir legislación acertada y oportuna, porque ahora no? ¿Serán los grupos de presión los que impiden a esta Asamblea legislar por la justicia y el bien común? ¿Qué otros intereses se mueven alrededor de este edificio para que esto no suceda? Todos saben que diariamente se mueven cientos de personas, haciendo “lobby” a favor o en contra de diferentes proyectos de ley. Los miles de costarricenses, por los que se debería legislar para mejorar su condición de vida y lograr que esta sea menos sufrible, nunca los vamos a encontrar aquí en corbata, ni manejando bultos sofisticados y de calidad, ni con proyectos sustitutivos, con tal de que un proyecto sea o no ley de la República, pero que en nada beneficia, más bien hunde en la pobreza a los más pobres de los pobres del país.
Ya no es posible que la Asamblea Legislativa apruebe proyectos que parecieran necesarios. Y los aprobados en un país cada vez más enmarañado, se pierden en la vorágine de lo desconocido, ya que nadie sabe por dónde vamos o que es lo que deberíamos hacer para cambiar la dirección de un país que se cae en pedazos y lleva rumbo desconocido; por cierto muy a tenor con algunos grupos que quisieran el rompimiento de los valores democráticos para, según ellos, apostar a sus legítimas convicciones.
No terminaremos de replicar que nuestro desarrollo en general ha sido lento, confuso en la movilidad social, y qué decir de la deficiencia de los servicios de infraestructura.
Las recetas económicas de los últimos 25 años del siglo pasado no dieron los resultados esperados. Las privatizaciones y otros componentes de los ajustes económicos llevaron a muchos costarricenses a perder logros alcanzados en materia social. Se rechazó la importancia del bienestar de vida social del pueblo.
Cansa que todos los días se diga que el Estado requiere una profunda investigación, un debate nacional, para la reconstrucción de una nueva sociedad. Digo cansa, porque nadie toma las acciones en ese sentido. Ojalá fuera esta Asamblea, la que sin titubeos, se lance a este impresionante campaña nacional.
Muchas cosas se les pueden considerar a los políticos, pero lo imperdonable ha sido su incapacidad y haber quebrado los consensos que son aquellos sentimientos compartidos por todos, o la misma definición de una o muchas situaciones particulares, se manifiesta en la solidaridad y se simboliza en las representaciones colectivas -que antes los hubo- para poner en marcha una propuesta sostenible del país.
Con todo respeto y consideración a los señores y señoras diputados, hablamos de ponernos de acuerdo para sacar una agenda de consenso como se dice ahora. Se pueden votar todos los proyectos existentes en la agenda parlamentaria, sin embargo, los resultados serán magros, por cuanto todos los proyectos juntos, como lo he dicho, no representan aportes significativos de lo que verdaderamente le urge al país. Necesitamos proyectos transcendentales y que rompan el paradigma de un país, del que ya se dice hace tiempos, está estancado, entrampado y que perdió de vista la unidad nacional.
¿Acaso no es cierto que ya llevamos varias décadas perdidas, y por lo mismo los ciudadanos buscan otras formas de poder, porque el estilo de hacer política ya se acabó? ¿Ha sido este Congreso un agente de cambio, o solo cumple por inercia lo que está en la agenda legislativa? ¿Somos claros de la misión que por encargo nos delegó el pueblo y de las respuestas que tenemos que dar para que el país salga de su letargo? ¿En otras palabras, somos conscientes de lo que se debe hacer por la patria, dada la enorme responsabilidad que asumimos el día que salimos electos?
Es una lástima que los partidos políticos, hayan perdido credibilidad; pero aun así, yo creo que si vivimos con autenticidad lo que creemos, podremos transformar al país y pondremos como punto de partida en primer lugar, las grandes transformaciones sociales pensando en aquellos que no saben si mañana podrán arribar un pedazo de pan a la mesa para sus hijos.
La deuda social sigue pendiente de solución, o sea, nuestros gobiernos no han tenido la capacidad de responder a las necesidades reales de la población. Lastimosamente no hemos detenido en la historia y anclados vivimos del pasado.
No termino de recalcar que la pobreza que en este país ya traspaso los límites, es un peligro para la democracia como forma de vida. De allí la necesidad de un fuerte liderazgo, para respaldar en todos sus extremos un gran proyecto social. Para llegar allí requerimos, para hacerlo viable, de una acertada planificación sistemática a corto, mediano y largo plazo en materia económica. Es una condición importante, sin la cual no es posible la estabilidad y el desarrollo en sus diferentes extremos.
Aquí también nos hemos preguntado en este Congreso por las dimensiones de un proyecto país, que concluya con un modelo de desarrollo en los términos de un proyecto de sociedad que lleve a una verdadera reforma política que permita la incorporación de los diferentes grupos sociales -sin dejar por fuera a nadie- en los procesos políticos de los que hemos venido hablando.
Aquí todos somos conscientes de que debemos cambiar el manejo y los mecanismos que se han venido utilizando en la toma de las decisiones políticas. No es posible aceptar el franco deterioro del sistema político, sin que hagamos y adoptemos los cambios de conformidad con los tiempos.
Presumimos que nuestro modelo de desarrollo centralizado y paternalista ha fallado, y no ha sido determinante en la solución de la pobreza, la pobreza extrema y la exclusión de muchos costarricenses, aspecto que está provocando la insatisfacción colectiva de muchas familias.
Ha sido un modelo que ha beneficiado a unos más que otros. De ahí que la pobreza se concentra en regiones de todos ya conocidas.
Cada día se hace más inmanejable el déficit. Se está haciendo crónico el desbalance de lo que vendemos y compramos y dentro de las cosas que producen grima; la lentitud, la arbitrariedad y la ineptitud de las instituciones públicas, para resolver los problemas de los ciudadanos. Lo peor, la impunidad en la que cayeron, dejando en la indefensión a los ciudadanos.
Es muy lamentable la falta de compromiso de la clase política de la que nosotros formamos parte; a veces sin un ápice de interés frente al reto de los asuntos primordiales, muchos de ellos herencias viejas, como la exclusión de muchos costarricenses de una vida mejor, y otras que ustedes conocen.
Los partidos políticos y movimientos que no tienen ideas, y que no tienen programas, no pueden construir los futuros posibles de la Nación “porque nada hace tanto daño a la salud de la democracia, que creer que la democracia está segura” (Cherterson).
Sin la arquitectura de consensos políticos como instrumento para el ejercicio permanente no será posible ninguna acción que lleve a las grandes transformaciones que el país con urgencia necesita.
Ya lo decía anteriormente: debemos hacer bien lo que hacemos; tal como un nuevo proyecto nación, profundos cambios estructurales, concertar a la sociedad, y cuando esta lo permita hablar en un solo idioma y con el poder ya en manos de esta Asamblea, prodigar una visión de desarrollo hacia futuro y más allá de las fronteras nacionales.
Sin profundas reformas institucionales no será posible construir, nuestro proyecto democrático para los nuevos tiempos.
El desencanto del pueblo es general:
1.- El sistema de derecho está severamente cuestionado.
2.-La justicia no cumple las necesidades más apremiantes de los grupos más vulnerables. Hay una justicia para ricos y otra para pobres.
3.-Los atrasos judiciales, el poder que ejerce la política y el dinero tienen hastiados a los sectores que no tienen acceso, a por lo menos a las migajas que caen de la mesa.
Seremos una democracia estable en la medida que el Estado de Derecho sea norma e institución que cumpla a cabalidad su cometido, con absoluta soberanía de cualquier tipo de influencias, pero además fortalecida en las luchas contra las injusticias sociales y políticas coherentes en materia de redistribución.
El exceso de males que afecta a esta sociedad, entraron sin tocar las puertas al Poder Judicial. Se puede corromper el Poder Ejecutivo, la Asamblea Legislativa, pero si se corrompe el Poder Judicial, hasta ahí llega cualquier democracia.
Tenemos que ser reiterativos en el sentido de que una democracia para que funcione tiene que estar sustentada en la educación política y la formación de los valores que el país y su gente ha perdido aceleradamente.
Aquí pareciera que a lo que estamos acostumbrados, es a la improvisación diaria, muy lejos de haber aprendido a manejar la planificación política y administrativa y a dirigir con antelación los decretos del Poder Ejecutivo; de ahí tanto fiasco en el quehacer político nacional.
Los partidos políticos buscan el poder pero una vez con él no saben gobernar. Hace rato se viene hablando de la ingobernabilidad del país; ya que no existe como debiera ser o no se vislumbra la coordinación interinstitucional para poner a funcionar eficazmente y una vez por todas el conjunto de órganos que constituyen el Estado.
A quién no le duele saber que el Estado, responsable de mitigar las amenazas sociales, hace tiempo implosionó. Murió el Estado y la sociedad civil que lo respaldaba. No se me tome a mal, pero una nueva construcción del Estado requiere ser sustentada sobre la base de quienes poseen el poder económico y político para apalancar una nueva estructura y una nueva sociedad.
Una nueva élite de poder económico comanda el país y dejó atrás a los pensadores académicos. De esta forma la apertura y hegemonía del mercado han acaparado todas las esferas del Estado. Lastimosamente naufragó el sentimiento nacional. Al mercado le importa un comino el aumento de la miseria y de la pobreza extrema, siempre y cuando no atenten contra su libertad; a su estilo, pregonan la necesaria competitividad del Estado.
Atrás ha quedado un Estado atrofiado; además de un pueblo pobre y sin identidad.
Se achica el poder del Estado, ausente de los procesos productivos y al servicio de los grandes monopolios, oligopolios y de las conversiones.
No sobra decir aquí, que también nos ha faltado la cultura y la determinación de saber decidir a tiempo y oportunamente. En ese orden de cosas, este país nunca ha tenido que luchar por tener las cosas; todo lo ha obtenido gratuitamente, somos solidarios a medias y más individualistas que otra cosa.
Casi como estilo de vida, nunca nos comprometemos con nada ni con nadie. No planificamos y todo queda para el después. No evaluamos nada de lo que hacemos. Aspiramos a grandes proyectos, pero nunca definimos ni el cómo ni las condiciones que dependen para su éxito. Somos expertos en manipular pretextos para evitar la confrontación de las ideas, como si nada estuviera sucediendo a nuestro alrededor.
La moderación, siendo la clave del éxito, no es palabra común en nuestro diccionario, vivimos como ricos siendo pobres. Inconstantes en todo; hablamos como sabios y después queda el vacío irresponsable de las palabras.
El Pacto Social Fundamental Interino o el Pacto de la Concordia de 1821 que dio vida institucional al país y permitió que se forjara la nacionalidad costarricense y que se consolidara un modelo de sociedad solidaria, es letra muerta para unos y otros.
Señores y señoras legisladores, tomemos conciencia de que nuestro sistema democrático requiere ajustes y cambios profundos. La esclerosis del Estado y de la sociedad es grave y la multiplicidad de leyes asusta y como un cáncer paraliza la labor del Estado. Unas se oponen a otras creando un caos irremediable.
Necesitamos un alto en el camino para ponerle coto a un Estado torpe e inepto.
Leyendo el informe del Estado de La Nación de los últimos años, nos encontramos, lastimosamente, una Costa Rica, con una inmensa mayoría de pobres y unos pocos disfrutando de la riqueza; peor aún, con una educación colapsada que sigue fortaleciendo a los que más tienen y creando masa de ignorantes.
Si la educación no ha podido sacar adelante al país, todo indica que las propuestas de los modelos de desarrollo en ese campo, no se adecuan a las necesidades del país.
También aburre que todos los días se diga lo mismo sobre el sistema educativo, sin embargo y a pesar de ello se hace poco para enfrentar su baja calidad, y el derroche de dinero que va a miles de canastos sin fondo. Lo mismo en torno a los recursos de la educación superior, que parece desligada de las riendas del desarrollo nacional
Espero que nadie se moleste si afirmo que el Parlamento, de seguir la vía tal y como viene haciendo las cosas, está ratificando esquemas viejos del pasado, y la afección de un Estado que ha perdido el control de la enorme responsabilidad que le corresponde; por el contrario, cayó en un estado de involución y total desacoplamiento. Erró el camino y va sin rumbo.
Con la soberanía nacional por el suelo y con un pueblo sin voz, solo queda que este Congreso levante su rostro y ponga la cara de frente y se deje apoyar para que de nuevo como lo hizo en otros momentos, subsane y corrija el daño hecho hasta ahora. Renueve y abra espacio a todos los costarricenses alrededor de un nuevo proyecto político. En otras palabras que devuelva a la sociedad y al Estado aquellas funciones que permitieron el protagonismo del pueblo, base de sus derechos primigenios.
Existe una tendencia a ver el desarrollo como la panacea de todo; sinembargo, si examinamos a fondo esta visión, como la conceptualizan algunos, está muy lejos de haber generado igualdad, sino mas todo lo contrario; la misma ha creado una crisis de equilibrio entre los componentes de la sociedad, máxime cuando los programas sociales han sido reducidos considerablemente. Resultado de tales políticas restrictivas saltan a la vista: conflictos de toda naturaleza. Un peligro que engloba esta situación es el deterioro que da vida a la desintegración social. Al desgastarse las bases que permitían sostener la sociedad costarricense, se han ido manifestado en demasía actos de violencia; máxime que la protección de muchas de las garantías constitucionales han perdido vigencia, y han ido desapareciendo los componentes que daban vida a la dinámica de la integración de la sociedad.
Nuestra economía, como todos lo sabemos, sigue siendo débil por más convenios que se firmen: la diversidad agroindustrial empuja a medias y los sectores tecnológicos no repuntan.
Sobran las explicaciones y un abundante material sociológico nos ayuda a entender las razones por las cuales el Estado no logró después de la segunda mitad del Siglo XX, la simetría social y no supo empujar oportunamente el apalancamiento económico y la consolidación del sistema democrático. Pero sí un Estado gigantesco que dominó todos los estratos, al extremo de que nada se movía, sin su consentimiento. Así se perdió la participación ciudadana, el análisis productivo, el espíritu solidario y un estilo propio del ser costarricense.
Los ciudadanos se quedaron sin representación y sin poder asumir posiciones ante las resoluciones políticas más importantes del país. No hubo espacios para expresar el derecho a la queja y menos a márgenes de discusión que podrían haber permitido la democracia participativa, sino que todo espacio se cerró al debate y a la polémica sana.
Señores y señoras diputadas: cuando una sociedad ya no es capaz de resolver sus asuntos más inmediatos, cuando las disconformidades son palpables, las desigualdades se evidencian a flor de piel y un sentimiento de frustración invade a la población se debe poner atención; porque ya no habrá capacidad alguna para enfrentar el desasosiego de los que se sienten heridos por la oprobiosa riqueza de unos pocos.
Señores legisladores y legisladoras, una sociedad sin la capacidad ciudadana para expresarse permanentemente sobre la cosa pública y que cada día ve cercenada su capacidad de representación y participación está muerta.
No está de sobra decir que es necesario ir por la recuperación de todo lo que se ha perdido de identidad como nación. Por la misma razón, se debe poner mayor atención en cómo deben ser emprendidas las políticas económicas para que no dañen el entorno de los valores nacionales ni sean disparadores que modifiquen los estilos que el país promueva en materia de desarrollo.
El país no puede darse el lujo de esperar más tiempo; corresponde a esta Asamblea plasmar su propia estrategia, estableciendo la agenda que dé paso a las reformas sociales y económicas, que permitan el camino expedito hacia una representación política sin que nadie quede excluido.
Es notoria la lejanía del Estado, sus instituciones y su burocracia; tanto que los ciudadanos han dudado de la validez de acercarse a esas dependencias para dar cumplimiento a sus necesidades.
Así como lo dijimos anteriormente, el Estado costarricense implosionó y hacia fuera ya no hubo quien lo sustituyera al perder todo prestigio y credibilidad. Estamos en crisis, viviendo como ricos en un país de hambrientos material y espiritualmente.
Soy consciente de que el trabajo en Comisiones es necesario, porque ahí se definen propuestas de ley importantes para el país; pero no perdamos de vista que este Congreso, en el que la historia nos puso singularmente a ustedes y a mí, debe reformular con el Gobierno y los grupos de la sociedad civil la nueva sociedad que hoy queremos para Costa Rica y la que podamos hacer para los próximos 25 años.
Mi impresión es que no hay vuelta de hoja, ahí radica el profetismo político a que estamos llamados; caso contrario los vientos correrán contra nosotros y estaremos posponiendo timoratamente, lo que ya hace 50 años se pudo haber hecho. Siempre el “nadadito de perro” que nos ha distinguido como sociedad.
No me gusta el país, donde cada día se privilegia la riqueza y la exclusión es un fenómeno galopante. Menos como yo lo sigo percibiendo: han desaparecido aquellas redes sociales que permitían y hacían posible la anidación de la familia y el espíritu comunitario. Hemos interrumpido abruptamente la continuidad de algo que nos hacía grande: la estabilidad económica y social, ya casi no comulgamos con el diálogo y de aquí a la torre de babel solo hay un paso. Al confundir Yahvéh la lengua de los pueblos, echa por tierra de la manera más sencilla toda la arrogancia humana. El gobierno divino del mundo ha puesto un límite cierto a toda ambición humana. Parece que esta no nos permite ponernos de acuerdo en nada, aún más, salir adelante, de la crisis implica necesariamente que todos los actores del proceso ganarán y perderán a la vez. De ahí la necesidad de equilibrios. Urge la sensatez y los compromisos de los grupos autorizados para ordenar y establecer los lineamientos de una nueva sociedad que requiere apostar de nuevo al movimiento de todas las redes del cuerpo social para permitir entre otras cosas la tan deseada movilidad social. Recomponer el Estado social de derecho. Que las instituciones del Estado, de verdad, estén al servicio del pueblo y no sean el usufructo de los que allí trabajan. Que se abran de nuevo los espacios de opinión pública para que desde ahí, la sociedad civil tenga los espacios suficientes para opinar, disentir y hacer valer sus derechos.
Cuánto desearíamos que fuese esta Asamblea la que, -motu propio- se convirtiera en centro de gravedad del país y desde aquí se dieran y se reformularan los grandes cambios que la patria necesita; algunos por ley de la República y otros concertados con los diferentes actores citados en materia tan delicada como el desarrollo económico: de suerte que éste no renuncie nunca a los principios de bien común, la dignidad de la persona humana y respete todo el acervo de nuestras costumbres. Es obvio que la propuesta debe ser coherente con los reclamos de los diferentes grupos de la sociedad.
Por supuesto, un modelo de desarrollo que evite la exclusión social y permita el acceso de todos a los recursos y especialmente a la educación, vista como inversión del capital humano y promotora de la movilidad y equidad social. Amplia participación en los beneficios económicos, culturales y políticos; acceso a la información; descentralización del poder, y la solidaridad como forma de vida. Y sobre todo, un Estado democrático y social de derecho que retome de nuevo el control de las políticas sociales, abandonadas por los programas ajuste; y se fortalezcan de nuevo los órganos especializados sobre la materia para que el beneficio del desarrollo llegue a todos los costarricenses en igualdad de condiciones.
De verdad compañeros y compañeras legisladores, visualizo a esta Asamblea concertando con todos los actores en un clima de confianza para el bien del país, compartiendo la misma visión de futuro, respondiendo a la demanda de acuerdos básicos para la solución de la ingobernabilidad, buscando la satisfacción ciudadana, solucionando problemas y demandas sociales, y atendiendo la delicada situación del país, acompañada, ojalá en la mayoría de los casos, de acuerdos sobre las disposiciones de cómo deben llevarse a cabo las resoluciones tomadas que legitimen los actos de gobierno, siempre sobre los cauces institucionales.
Es el tiempo oportuno para concretar un nuevo modelo de Estado que haga frente a una economía de futuro para lo cual se deben superar todos los retos actuales para interpretar adecuadamente los movimientos que empujan la modernidad y que pueda corregir las deficiencias encontradas, de las cuales no es ajeno el marco jurídico actual.
Hemos manifestado atrás que los problemas del país, no son exclusivos de administración o económicos.
El asunto es más profundo y mezcla aspectos de la vida cotidiana; como las quejas sociales, que ponen en peligro el equilibrio de la sociedad y los logros obtenidos hasta la fecha.
A unos y a otros nos corresponde asumir la responsabilidad, sobre el sendero que queremos imprimirle al país, poniendo en marcha predicciones en materia de estímulo e inversión, preferiblemente bajo modelos de economía solidaria
Destacamos en el documento la complementariedad que debe marcarse sobre la solvencia moral y la eficiencia administrativa.
También insistimos en que toda reforma requiere ajustes, en la que todos los actores ganan o pierden.
El país debe apuntar a acciones claras en inversión social coordinada y vinculada a las verdaderas necesidades de la ciudadanía. De ahí la necesidad urgente de un salto cualitativo en educación de calidad, salud e infraestructura, déficit gravísimo desde hace muchos lustros.
Marcos estratégicos confiables que permitan hacer efectiva la inversión en ciencia, arte y tecnología, creatividad e innovación, y la apertura de conformidad con la idiosincrasia costarricense.
Reconocemos que la estructura de las exportaciones han sido un signo positivo, no así la competitividad y la productividad, en la cual el país está debiendo.
Muy preocupante es que la pobreza se mantiene y se profundizan la disconformidad y las desigualdades sociales.
Caminamos paso a paso; ya es hora de dejar atrás la pesadumbre y se asuma la obligación mancomunada y la responsabilidad moral para realizar los cambios, de las que tanto hemos hecho mención en este documento.
Una Nación que rompa paradigmas, estimule el ahorro, promueva las inversiones solidarias, le dé sentido a proyectos productivos y consolide un país de propietarios, fortalecerá el modelo de sociedad a la cual que todos aspiramos.
Una sociedad que además, deberá respetar las políticas de sostenibilidad ambiental, manejo de residuos y profundo respeto por los pueblos indígenas u otras minorías.
Que no haya un solo costarricense a quien se le nieguen los derechos de participación, así mismo que sea sujeto activo en la búsqueda de soluciones políticas pluralistas y de consenso que premien con abundancia y equidad las necesidades del pueblo.
También visualizo a esta Asamblea poniendo los fundamentos para el desarrollo de una nueva Patria y un nuevo Estado, aprovechando el uso de la tecnología, de la comunicación y de la información. Debates profundos que resuelvan lo que buscamos y lo que queremos para el país, o tal vez la Tercera República de conformidad con los signos de los tiempos.
Ojalá dejemos atrás los supuestos que nos caracteriza y que no son respuesta a nada, ni la creación de parábolas políticas, responsables de la destrucción social y de una sociedad que va a rumbos desconocidos.
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