martes, 20 de marzo de 2012

Ni la presidenta, ni el Congreso, ni el sector empresarial, el que manda en el país es Ottón Solís. Tras más de un año de estar empantanado en el Congreso, el rojiamarillo tomó como suyo el plan fiscal, lo salvó de un entierro seguro, lo protegió de los opositores y le dio el empujón que necesitaba para ser aprobado en primer debate la semana pasada. Eso, gracias a una mezcla de habilidad política, firmeza y hasta amenazas, que le permitió aprobar el paquete de impuestos que quería contra viento y marea.

Ni la presidenta, ni el Congreso, ni el sector empresarial, el que manda en el país es Ottón Solís.
Tras más de un año de estar empantanado en el Congreso, el rojiamarillo tomó como suyo el plan fiscal, lo salvó de un entierro seguro, lo protegió de los opositores y le dio el empujón que necesitaba para ser aprobado en primer debate la semana pasada.
Eso, gracias a una mezcla de habilidad política, firmeza y hasta amenazas, que le permitió aprobar el paquete de impuestos  que 
quería contra viento y marea.

Aunque fue derrotado en tres elecciones consecutivas, el líder de Acción Ciudadana (PAC) no necesitó ser inquilino de Zapote para imponer su voluntad, o compartir responsabilidades con Laura Chinchilla.
En setiembre del año pasado, cuando parecía que el plan de impuestos estaba no solo muerto, sino enterrado, Solís acudió a Zapote y tras una negociación relámpago, revivió la iniciativa.
A la mandataria le exigió, entre otras cosas, un impuesto del 15% para las nuevas empresas que se ubiquen en las zonas francas a partir de 2015. 
Ella no estaba muy convencida al principio. Sin embargo, no le quedó otra opción que aceptar, para aprobar su proyecto más deseado. 
Como era de esperar, el nuevo impuesto puso los pelos de punta a los empresarios, quienes vieron venir el apocalipsis por ese nuevo gravamen.
Reuniones, cartas, anuncios y hasta la creación de una campaña en redes sociales y de televisión, denominada “Costa Risa”, trataron de amilanar a Solís, pero este se mantuvo firme y dijo “no” a todas esas presiones.
En medio de todo, tres de los diputados del PAC trataron de echar por la borda la negociación entre él y Chinchilla, pero el rojiamarillo mantuvo la disciplina y al final, ocho de sus 11 legisladores terminaron votando lealmente por lo que él quería.
Pero no solo Chinchilla, los empresarios y su fracción hicieron caso a lo que él quería, sino también la oposición en la Asamblea Legislativa.
Desde su fundación en 1994, el Movimiento Libertario ha boicoteado todo intento por aprobar nuevos impuestos.
Junto a Luis Fishman, de la Unidad Social Cristiana y otros, los libertarios le declararon la guerra al plan fiscal.
Sin embargo, tras varios meses de incertidumbre, Solís ganó la batalla decisiva y la guerra, cuando amenazó con sacar al PAC de la Alianza por Costa Rica en el Congreso.
Habían pasado varios meses y el plan fiscal parecía que no iba para ningún lado, cuando Solís nuevamente rescató el proyecto fiscal de Chinchilla.
Sin los votos de los rojiamarillos, las aspiraciones del libertario Danilo Cubero de ser el próximo presidente del Congreso, se esfumaban en un abrir y cerrar de ojos.
Ante este panorama, los libertarios sacaron la bandera blanca y no presentaron más mociones permitiendo finalmente la votación del plan fiscal.
Sin duda alguna, la votación afirmativa del nuevo paquete de impuestos no es otra cosa que un triunfo político para Solís, quien durante la campaña anterior, fue el único candidato que propuso nuevos impuestos. Desde un principio fue su bebé.

Esteban Arrieta
earrieta@larepublica.net
 

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