jueves, 21 de febrero de 2013

SEMANARIO UNIVERSIDAD ¿Quiénes caben en la coalición del NO?


No compartimos la idea, por ilusa, de que debemos formar una coalición de oposición capaz de vencer al Partido Liberación Nacional en las elecciones de 2014 donde quepamos todos –sin exclusiones. ¿Acaso en 50 años de desgobierno bipartidista ha habido algún tipo de inclusión política para los partidos u organizaciones progresistas o de izquierda? ¿No fue persecución lo que recetaron a los líderes de las reformas sociales de la década de 1940? ¿A dónde fue a morir Carmen Lyra y cómo les fue a los comunistas después de la Guerra de 1948? ¿Y cómo nos sigue yendo a quienes disentimos del pensamiento neoliberal? ¿No perjuraron a los ingenuos que si el NO ganaba el referendo de 2007 Costa Rica caería en manos de Satanás y se acabaría para siempre la “centenaria democracia”?
Respecto de tan natural exclusión en el organismo social, no guardamos reproche alguno, pues la misma se ajusta al desarrollo histórico de la lógica política y filosófica. Y aunque injusta, pero propia de las ideologías inhumanas, también es natural la exclusión social en el capitalismo. No sucede lo mismo con la ideología socialista –desde la utopía hasta la ciencia marxista−, que es humanista; pero eso es tema aparte.
Empecemos por los primeros, los que sí porque NO, que son fáciles de identificar. Estos son todos los ciudadanos acreditados moral y civilmente para resolver la cosa pública; es decir, aquellas personas capaces de demostrar que su vida ha sido honrada, solidaria y laboriosa. Tal ciudadanía comprende campesinos, obreros e intelectuales con las virtudes apuntadas y los defectos anejos a la imperfección humana, los cuales pueden paliarse o repararse mediante los abordajes biológico (médico) y psicosocial. Estos ciudadanos pueden ser los profesores, estudiantes y funcionarios universitarios que por décadas se han tomado las calles en defensa de una educación pública de calidad e inclusiva; también lo serían dichos actores que, ante tanto desparpajo político, recién se suman a la lucha; o bien los campesinos conscientes de su condición precaria y los que a punta de garrote (“remember” marcha campesina en San José durante el primer mandato de Óscar Arias y la visita oficial de Maripepa) ya entienden en favor de quién ha desgobernado el bipartidismo. Súmese a la coalición todo aquel empleado público o privado (profesor, maestro, obrero, burócrata, artista y artesano, ama(o) de casa, etc.) que vive gastando sus zapatos en las marchas por el pan y la justicia diciendo NO al neoliberalismo, y el que, habiéndose resistido por años, termina resignándose a invertir más en calzado; además aquellos que prefieren bloquear calles y que sea el gobierno de turno quien gaste bastones y bombas lacrimógenas (como el arsenal que desplegó Abel Pacheco el 15 de julio de 2002 en San Ramón, cuando protestábamos contra RITEVE).
Los que no deben integrar la coalición son, en primer lugar, los neoliberales de hueso colorado y los mismos que hacen de camaleón. Aquí convergen los administradores de los PAEs y del TLC con USA y sus socios, los “socialistas” reciclados al neoliberalismo y los dirigentes sindicales que acostumbran aconsejar y favorecer al gobernante burgués en perjuicio de sus agremiados (los judas o lobos con piel de oveja); también los corruptos declarados y condenados por la “justicia” (los que purgan su condena en la cárcel de su mansión) y los no condenados pero que todos conocen; por último los “cristianos” de cualquier confesión, líderes o fieles, que no practican el evangelio y sólo buscan el beneficio personal.
Ahora bien, si el objetivo político de la coalición no busca trascender un virtual triunfo sobre la máquina electorera de Liberación, estaríamos en la antesala de la celebración de una charanga politiquera más, de esas a que nos tienen acostumbrados, y entonces, probablemente, todo esfuerzo en función de un país mejor caería en el hoyo negro de la desidia, tan afecta a la globalización neoliberal y muy avasalladora de los pueblos dormidos.
Las condiciones objetivas para otra forma de hacer política están dadas; solo falta que el factor subjetivo (el sujeto político) demuestre en la práctica organizativa que otro mundo es posible.

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