sábado, 11 de febrero de 2012

Desde Panamá siguen llegando las noticias del heroico conflicto y resistencia que han presentado los pueblos indígenas a los planes de saqueo, recolonización y depredación de los grandes capitales de las industrias extractivas imperialistas en ese país. El Gobierno de Martinelli que apuntala a esos capitales no ha escatimado la represión brutal tras esos propósitos

Desde Panamá siguen llegando las noticias del heroico conflicto y resistencia que han presentado los pueblos indígenas a los planes de saqueo, recolonización y depredación de los grandes capitales de las industrias extractivas imperialistas en ese país. El Gobierno de Martinelli que apuntala a esos capitales no ha escatimado la represión brutal tras esos propósitos. Paralelo a ello y en atención a la gran demanda de recursos energéticos que requieren las grandes industrias, se impulsan proyectos de construcción de grandes represas hidroeléctricas que por sí mismas también conllevan irreparables atropellos al medio ambiente y a los derechos territoriales, económicos, sociales, históricos y culturales de esas comunidades. Es notorio pues, que esta estrategia de implantación de grandes proyectos mineros e hidroeléctricos a expensas de los derechos y la autonomía de pueblos indígenas y no indígenas, se ha convertido en receta común de cuanto régimen o gobierno de signo derechista o progre-izquierdista tenemos en América Latina. El caso en comentario de Panamá con Martinelli es elocuente. Pero no lo son menos los casos de los pueblos mapuches y la Hidroaysen en Chile bajo el gobierno de Piñera, de las regiones de Cajamarca en Perú bajo el gobierno de Ollanta Humala, ni qué decir la prolongada resistencia de los pueblos amazónicos bajo los gobiernos Lula-Dilma, del entreguismo a los grandes capitales de la minería a cielo abierto bajo el gobierno del exguerrillero Pepe Mujica en Uruguay, o -ni más ni menos- que el caso de los pueblos indígenas del Tipnis en Bolivia bajo el gobierno de su “hermano” Evo Morales. 

Acá en Costa Rica no es distinto. La voracidad capitalista de estos consorcios de las industrias hidro-extractivas se ha expresado en grandes proyectos mineros, hidroeléctricos y de exploración y explotación petrolera, mismos que hasta el momento no han prosperado tanto en razón de la resistencia histórica de las comunidades y los movimientos sociales, como de las aberraciones y contradicciones del régimen en su ordenamiento jurídico administrativo-ambiental, que ha hecho aflorar por cierto toda la corrupción que suelen conllevar esas iniciativas. Es decir, una combinación de la lucha en las calles y en los mismos antros judiciales del sistema, ha dado al traste momentáneamente a todos estos planes de recolonización y depredación. Tales han sido los casos de los planes petroleros en las zonas costeras e indígenas de la Provincia de Limón y que hoy precisamente se pretenden revivir en esa y otras regiones del país, o aquel caso de la represa de Boruca en los territorios de esa comunidad indígena y que hoy también se intenta revivir con el megaproyecto hidroeléctrico del Diquís que toca territorios indígenas y no indígenas en la misma Zona Sur del país, el caso del trágico proyecto minero de Bellavista en Puntarenas y que hoy también se pretende abrir paso bajo el alero del Gobierno de Laura Chinchilla, y qué decir del más reciente y emblemático caso de Crucitas derrotado luego de una larga resistencia de más de 18 años pese a contar con todo el apoyo y la corrupción de los últimos gobiernos de Oscar Arias y Laura Chinchilla.

Como se ve, en este punto no hay mayores diferencias en cuanto al fondo de la estrategia recolonizadora y depredadora del Capital y las grandes transnacionales de la industria eléctrica y extractiva hoy en Panamá, con el resto de América Latina y con el caso de Costa Rica en particular. Los planes imperialistas son idénticos desde en el discurso respecto al “desarrollo” hasta el miedo y el chantaje respecto a “las demandas energéticas”.

Por otro lado, hoy todos los sectores políticos de la izquierda “progre” y de los movimientos sociales, ambientalistas e indigenistas de carácter progresista en Costa Rica, nos manifestamos en justa solidaridad con los pueblos gnobes de Panamá que hoy resisten heroica y ejemplarmente el brutal vasallaje y atropello a sus derechos por parte de un gobierno y un régimen abiertamente neoliberal, derechista y testaferro de las grandes transnacionales. Mas debe abandonarse esa doble moral que impide hacer lo mismo con aquellos otros pueblos avasallados por regímenes y gobiernos supuestamente “progre-socialistas” de América Latina, no menos testaferros de las grandes transnacionales hidro-extractivas que el de Martinelli.      

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