CARTA ABIERTA A LOS SEÑORES DIPUTADOS
Sobre el permiso de ingreso a fuerzas armadas extranjeras
Estimados señores diputados.
No se discute la importancia revitalizar la lucha contra el tráfico de drogas que afecta sensiblemente a la población costarricense. Y si para ello gobiernos amigos, principalmente afectados como mercados receptores, ofrecen su colaboración ¡bienvenidos sean! - La instalación de radares (como alguna vez los tuvimos), aviones pequeños de reconocimiento que sirvan para vigilar nuestros mares (ojalá también para detectar a los que pescan ilegalmente) son necesarios, como lo son las labores de inteligencia y logística policíaca que sentimos habría que fortalecer.
Por otro lado, conocido es que el “cascarón” de nuestro Servicio de Guardacostas, con lanchitas averiadas y listas a zozobrar, es una vergüenza, por lo que sería bienvenido recibir en donación o al menos, en préstamo, unas 15 o 20 lanchas patrulleras, rápidas y de aceptable autonomía de navegación. Lanchas que serían de mucha utilidad si combinaran sus operaciones con los aviones pequeños con adecuada tecnología para vigilancia.
Entre paréntesis aclaramos que al “meternos” a opinar de un tema ajeno a nuestra formación profesional, lo hacemos con la certeza de que, al igual que la mayoría de ustedes, deseamos aportar algo, o tal vez alguito, en pro de ese enfrentamiento desigual que nos aqueja.
Las “armas” de los traficantes de drogas, no son las armas convencionales de las fuerzas armadas. Su principal “arma” tiene color verde y es de papel especial de seguridad. Es el “arma” que usan para aprovecharse, por ejemplo, de la pobreza de nuestros pescadores artesanales que, ante la imposibilidad de sobrevivir con la escasa pesca que puedan lograr con sus pequeñas lanchas, caen ante el dólar fácil. Esa frontera de 1200 km de longitud, que corre desde bahía Salinas a punta Burica, es tan frágil y vulnerable para el ingreso de la cocaína, que no hay que ser un especialista en el tema para darse cuenta dónde está uno de los puntos débiles de “nuestra defensa”. Y es precisamente a lo largo de esos 1200 km, muy conocidos por nuestros hombres de mar, lo que finalmente viene a constituirse en una fortaleza que los narcotraficantes reconocen en ellos.
Todo lo anterior sin desdeñar (aunque parece que desde el mismo convenio de vigilancia conjunta así sucede) los aeropuertos clandestinos y no tan clandestinos que sirven para el fácil tráfico de drogas; o el ingreso por las fronteras terrestres (principalmente con Panamá) que aparentemente no hay manera de controlar.
El permiso otorgado por una mayoría de ustedes, más o menos siguiendo “una tradición” que muy pocos cuestionaban (aparte de los exdiputados Rodrigo Alberto Carazo, José Merino, José Miguel Corrales y otros muy pocos) no considera prácticamente nada de lo anotado antes por este servidor de ustedes. El permiso incluso va más allá de lo aprobado en el convenio que le debería de sustentar. Los portaaviones, las fragatas, el tanquero petrolero convertido en hospital para atender acciones bélicas, los miles de “marines” (no “marinos”) constituyen una fuerza militar de ataque, jamás para enfrentar el tráfico de drogas en el mar.
Como no se trata de un asunto político electoral, de carácter partidista, donde está en juego un asunto doméstico, debieron haber reflexionado en cuanto a su conveniencia y legalidad. Asimismo, no debió de considerarse siquiera, el posible “conflicto” que planteaba el señor presidente del Congreso en caso de que no se aprobara atropelladamente el permiso tramitado por la Cancillería y el Ministerio de Seguridad… porque ya estaban prestos a desembarcar los primeros militares, dijo más o menos.
Las fotografías que adjuntamos, de algunos de los buques de guerra incluidos en la lista ya aprobada, son imágenes fehacientes de lo que se ha alegado: se trata de una PODEROSA ARMADA de las que solo existen en los Estados Unidos de América. Jamás se podría argumentar que con esos navíos y esos miles de soldados se podría hacer algo efectivo para controlar el movimiento nocturno de las lanchas del narcotráfico.
Algo que también ocupa y preocupa a buena parte de la ciudadanía es la MAGNITUD de las fuerzas armadas autorizadas a atracar y desembarcar en nuestros muelles. Si en Costa Rica celebramos todos los diciembres la ABOLICIÓN DEL EJÉRCITO; si es contrario a la ley y la Constitución la estructuración de algo que se pudiere parecer a un cuerpo militar, aunque se le llame diferente, no vemos cómo se puede autorizar el uso irrestricto de nuestro territorio terrestre y marítimo a fuerzas navales extranjeras, muy diferentes a los cuerpos de vigilancia policial que constituyen el Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos. Si eso no fuere inconstitucional, se estaría abriendo de par en par, una puerta por la que pasarían eventualmente otras fuerzas armadas extranjeras… amparadas en un convenio tan deficiente como el que nos ocupa.
Y decimos deficiente pues, pese a lo sensible del tema, en su discusión privó la opinión incompetente de unos cuantos aspirantes a soldados que, aunque costarricenses, añoran y sueñan con un ejército nacional. Así, cuando lo más lógico era haber considerado aspectos como los señalados al inicio de esta carta pública, y haber determinado algún tipo de restricciones en cuanto al tipo y cantidad de embarcaciones y personal castrense, no se hizo. Por ello, gracias a esa incompetencia, el próximo semestre la solicitud que tramitare el canciller René Castro a la Asamblea Legislativa por medio del ministro José Ma. Tijerino, podría consistir de una fuerza militar dos o tres veces superior, que habría que tramitar como la actual, sin pedir siquiera explicaciones… para evitar un conflicto diplomático a los que manifestó temer el diputado Villanueva (que no tendría por qué darse).
Habría mucho más que decir por las particularidades del tema, pero terminamos puntualizando algo que sentimos y lamentamos.
Cuando un Estado extranjero considera que para la defensa de sus intereses –militares, económicos, políticos, etc.- necesita lugares donde asegurar la presencia y abastecimiento de sus tropas, generalmente hace uso de lo que llaman BASES MILITARES. Y si no cuentan con la anuencia de los gobiernos del país que “necesitan”, alegando una cooperación para su defensa, se instalan incluso a la fuerza. Una breve mirada a la situación de la Base de EUA en Guantánamo, Cuba, es el ejemplo más claro.
Pues bien, cabe preguntarse, por las características de este último permiso, si con ello no se estaría creando una base militar extranjera en Costa Rica, con el agravante de que para nuestro caso ocuparía todo el país. Si fuéramos una isla, diríamos como decía el laborista Tony Ben, que Gran Bretaña ya parecía un portaaviones de los EUA. Por lo menos, pareciera que vamos por el mismo camino, y eso es muy censurable.
De ustedes muy respetuosamente,
Freddy Pacheco León
Biólogo
Céd. 1 349 573
Heredia. Jueves 8 de julio del 2010
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