Gerardo Bolaños González
"EL PERIODISMO ES LA MANERA MÁS DIVERTIDA DE SER POBRE"
Un hombre jovial, grato y amable; con una vida intensa, bien vivida como dicen algunos, propia de aquellas personas que hacen como piensan y direccionan su vida con sentido propio e independiente, de manera exitosa y gustosa. .
Gerardo Bolaños González es un periodista costarricense, con una carrera fructífera y un cúmulo de experiencias, la profesión como él mismo dice: "lo ha llevado de aquí para allá". En esta edición, don Gerardo comparte visiones y anécdotas con los lectores de Primera Plana.
Juan José Arce
_ ¿En qué momento decide ser periodista?
Creo que fue el contacto con revistas noticiosas y periódicos, desde que aprendí a leer, lo que me llevó al periodismo. Mi padrino, un médico nicaragüense radicado en Costa Rica, estaba suscrito a la revista Visión, por la cual desfilaba el peculiar elenco político latinoamericano de los Perón, Pérez Jiménez, Trujillo, etc., allá por los años 50. Él la leía y después me la pasaba. Había también, cerca de mi casa, una pulpería donde uno podía leer los diarios, que el dueño colocaba entre frascos enormes de confites. Los clientes armaban tertulias, a veces muy animadas, y los chicos parábamos la oreja. Hasta que un día el dueño de la pulpería puso un rótulo que decía: “Prohibido hablar de política, religión y…mujeres”. Fue mi primer contacto con la censura, ahora lo entiendo, y no volví a comprarle confites…
Cuando ingresé a la Universidad de Costa Rica en 1962 la carrera de periodismo no existía. Hice dos años de química hasta que, en busca de independencia económica, comencé a trabajar en Radio Monumental, a medio tiempo, con don Mariano Sanz, recientemente fallecido. Cortaba los cables internacionales de la UPI y los editaba para el noticiario La Palabra de Costa Rica. Ponía los titulares en la famosa pizarra de Monumental. Cuando murió John Kennedy, me correspondió actualizarla, minuto a minuto. Luego comencé a escribir notas deportivas para La Prensa Libre, dejé la química y me dediqué al periodismo a tiempo completo. Pero siempre tuve el proyecto de irme a estudiar periodismo al extranjero. Y logré hacerlo, en Bélgica y Estados Unidos.
_ Describa por favor cómo ha sido su carrera profesional.
El periodismo es la manera más divertida de ser pobre…El periodismo me ha llevado “de aquí para allá”, que es el título que le pienso dar a una recopilación de artículos, entrevistas, reportajes y crónicas, que estoy preparando. La mayoría los escribí para la agencia de noticias The Associated Press (AP) y para la cadena de periódicos El Sol de México. . El periodismo me ha permitido compartir con personajes tan disímiles como José Figueres, Jean-Paul Sartre, Mario Vargas Llosa, Gloria Steinemen, Isaac Asimov, Alvin Toffler, Juan Rulfo, Pierre Trudeau, Robert Vesco, Jimmy Carter, Imelda Marcos, y muchos más. Esas oportunidades se derivan del periodismo, no se dieron “por mi linda cara”, sino en representación del público o del ciudadano, por ese efecto multiplicador de la comunicación que uno representa. Hay que estar preparado para sacarles el mejor provecho. El periodismo es una manera de ver el mundo y aprehenderlo.
Por otra parte, el periodismo y el manejo de tres idiomas me facilitaron la incursión en campos como la diplomacia (estuve cuatro años en el Servicio Exterior de Costa Rica). Hacia el final de los años 80 del siglo pasado me dediqué a organizar capacitación de periodistas en América Latina por cuenta de la Universidad Internacional de la Florida durante casi 10 años. Quería ayudar a otros como a mí me ayudaron cuando estaba en formación. Fue una etapa muy gratificante de mi carrera.
_¿Cuáles colegas son de grato recuerdo en su carrera profesional? ¿Qué enseñanza obtuvo de ellos?
De Costa Rica, sin lugar a dudas, mis recuerdos más gratos tienen que ver con Guido Fernández, director de La Nación durante muchos años, y con Armando Vargas Araya. Guido era polifacético, innovador, inteligente, un hombre pequeño de grandes apetitos. Su principal virtud era la claridad de sus juicios. Con Armando coincidí en la AP en México y Nueva York y le estoy muy agradecido por incitarme a leer al filósofo danés Soeren Kierkegaard. Luego está Ary Moleón, un periodista argentino de la AP, a quienes detractores y amigos llamaban El Embajador Moleón. Oficiaba en Washington, y tenía más presencia, se vestía mejor y conocía más a fondo los problemas latinoamericanos y la influencia de Estados Unidos que la mayoría de los diplomáticos estacionados en la capital de ese país. Nunca se sacaba el saco y la corbata. Por eso le decían Embajador. De él aprendí a escribir noticias de agencia bien estructuradas. Luego está el español Xavier Domingo, que aborrecía la formalidad. Extranjero e insomníaco, como ponía en francés en su tarjeta de visita, este redactor español de la agencia France-Press era un camaleón capaz de ordeñar los ángulos políticos más inesperados de los acontecimientos y escribir las notas más sabrosas sobre ellos. Gran “gourmet”, se hubiera dado gusto examinando los trinquetes de los chinos en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín. Él buscaba la nota donde otros pensaban que no estaba, y siempre la encontraba.
_ Usted es un periodista que ha tenido la oportunidad de trabajar en el exterior. ¿Cómo es el ejercicio de la profesión en México?
Fui editor y redactor de The Associated Press en Nueva York, donde aprendí muchas de las técnicas anglosajonas de reportear y redactar. La matriz práctica estadounidense complementó la matriz académica europea. Había que escribir de todo, con decirle que hasta me asignaron cubrir la Copa Mundial de fútbol de 1974 en Alemania. De ahí pasé a México, cuyo sistema es cada vez más riesgoso para la profesión, sobre todo por la influencia del narcotráfico. Hace pocos días se reveló que al menos 24 periodistas y trabajadores de medios fueron asesinados en ese país en los últimos ocho años. Otros ocho periodistas desaparecieron. Docenas han sido amenazados o atacados por cosas que escribieron. Si yo estuviera trabajando allá ahora tomaría un seguro de vida bien alto.
Julio Scherer, el mítico ex director de Excélsior de México, dice que el periodismo y la política son sistemas sanguíneos diferentes que no se deben mezclar pues se corre el riesgo de envenenamiento. Bueno, en México era muy difícil distinguir los dos torrentes y todavía hoy es así, pero se registran esfuerzos por conseguir antídotos; es decir, algunos medios buscan la independencia frente al poder y son cada vez más críticos. Han logrado que se despenalice la crítica, pero hacer investigación se puede pagar con la vida. Algunos grupos pugnan por ejercer un periodismo de calidad en la libertad, pero el periodismo en México, como en muchas otras partes, vive en libertad condicionada. En lo personal nunca tuve problemas directos de censura. Yo era más que todo un enviado especial a diferentes partes del mundo. Pero sí conozco casos que desembocaron en la salida de grandes directores de medios mexicanos que le tocaron los huevos al águila…En uno de esos casos, yo también tuve que renunciar, por solidaridad con mi director, a pesar de que los nuevos jerarcas me ofrecían una corresponsalía en Washington.
_ ¿Cuál ha sido su experiencia más triste y feliz como periodista?
En el periodismo no hay lugar para la tristeza. Te puede nublar la vista... Debes tener corazón pero hay que domar los sentimientos, incluyendo el de felicidad. Algunas veces he tenido temor de perder la vida, como en España y Chile en los años 70. En España me arrestaron y deportaron mientras Franco agonizaba. En el Chile de Pinochet el acoso era constante y tuve que pedir la protección del embajador de Costa Rica ante la OEA.
_ ¿Considera usted que el periodismo es un apostolado?
No creo que el periodismo sea un apostolado, aunque el periodismo tenga sus apóstoles, incluyendo algunos Judas. Lo cierto es que en la actualidad el periodismo tiene mucha influencia, más que los partidos políticos, iglesias y universidades de otros tiempos. El periodismo, según la definición del español Pedro Crespo de Lara, es un arte que funciona como un negocio y al mismo tiempo es un poder. Es, o puede ser, un humanismo que nos ayuda a dialogar con los seres, las ideas, las instituciones y las cosas. Es una palanca para descorrer las neblinas de la noche y poner en la mesa del ciudadano una mirada seleccionada, compacta, más liviana que profunda, del mundo. Digo que existen medios que son más negocio que arte, y otros que son más arte que negocio. Uno escoge.
_Somos los periodistas forjadores de sociedades o simplemente replicamos lo que otros dicen.
Los periodistas no somos seres superiores pero es bueno creer que por medio del periodismo se pueden inducir cambios en nuestras sociedades. Lo que pasa es que las sociedades no funcionan necesariamente al ritmo de los medios, ni viceversa. Los medios tienen una caja de cambios con muchas más velocidades que otras instituciones. A veces eso le imprime un carácter efímero a lo que se publica. Muchas noticias son como esas esculturas en hielo con que se adornan las mesas en las recepciones. Se derriten con el calor del día y ya no pasa nada. De vez en cuando algún corrupto va a parar a la cárcel gracias a una investigación sólida como escultura en piedra, y eso es ya un pequeño consuelo. Es cierto que, en el ejercicio de su actividad, los periodistas son fajas de transmisión de declaraciones, opiniones, comentarios, de los actores y factores de actualidad. Se vive de lo que otros dicen, es cierto también. El arte radica en saber articular lo que está desperdigado. El periodista recoge diariamente retazos de vida en todos los órdenes y los cose como en una colcha. A veces los pega bien, otras veces no.
_ Vivimos un cambio del periodismo tradicional.
El periodismo tradicional y el digital coexisten actualmente. No hay punto de ruptura todavía, y no sé si lo habrá. En Estados Unidos se están arrancando los cabellos y predicen la muerte de los diarios. Para mí no deben repartirse nada todavía. La situación es más bien caótica. Digamos que, gracias a internet (yo prefiero ponerla en minúscula), la cantidad de “conversación” en la Babel de la comunicación ha crecido exponencialmente, pero la calidad deja mucho que desear. Los “blogs”, que están muy de moda, son a veces “ego-blogs”, y poco más... Circula mucha mentira en internet. Así cuesta mucho que las sociedades tomen decisiones y hagan política adecuadamente. Por el contrario, los medios tradicionales te pueden dar perspectiva y una visión más integral de lo que pasa y de las repercusiones de los hechos en la sociedad. Yo sigo leyendo The New York Times y El País, solo que en internet. Es más económico…
_¿Cuáles son los valores de la ética del periodista que NO son susceptibles al cambio?
La ética en general sirve para tomar decisiones, con base en los valores humanos más sólidos. La ética es el hábito adquirido de hacer lo correcto. Si uno hace lo correcto éticamente se gana una buena reputación, que es lo que determina nuestro valor como periodistas. Unas decisiones éticas son más fáciles de tomar que otras. Mucho depende también de la cultura ética del medio para el que uno trabaja. Si, además, los salarios son bajos, la ética periodística se resiente. La honradez es un buen método de trabajo, y no solo para el periodismo. Eso no cambia.
_ ¿Qué recomendaría a los jóvenes periodistas?
Estudiar mucho: de todo. Todo sirve en la formación de un periodista. La historia, la estadística, la antropología, etc. Viera cómo me ha servido a mí el gusto por la poesía… Creo que me ayuda a comprimir, a decir más con menos palabras… Hay que estudiar siempre, no solo de jóvenes, de manera libre o sistemática. Familiarizarse con las nuevas tecnologías de la información es indispensable. También deben aprender idiomas, visitar otros países o vivir en ellos un cierto tiempo, salirse del entorno para afinar los sentidos y entender otras culturas. Cultivar el estilo, leyendo y escribiendo mucho. Y, sobre todo, endurecerse sin despojarse de la ternura. Eso ha sido mi divisa y eso les recomiendo.
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